28 de diciembre de 2011

un gato llamado Marcel

Bedri Rahmi Eyüboglu

Marcel Proust


Superioridad del arte sobre la vida...
La decepción que causan al principio las obras maestras puede atribuirse, efectivamente, a un debilitamiento de la impresión inicial, o al esfuerzo requerido para dilucidar la verdad. Dos hipótesis que se plantean en todas las cuestiones importantes, las cuestiones de la realidad del Arte, de la Realidad misma, o de la Eternidad del alma, entre las que debe elegirse; en la música de Vinteuil, esta elección se planteaba a cada momento bajo distintas formas. Por ejemplo, su música me parecía algo más auténtico que todos los libros conocidos. A veces pensaba que se debía al hecho de que, como lo que sentimos en la vida no es en forma de ideas, su traducción literaria, es decir intelectual, da cuenta de ello, lo explica, lo analiza, pero no lo recompone como la música, donde los sonidos parecen adoptar la inflexión del ser y reproducir esa punta interior y extrema de las sensaciones que nos da una embriaguez específica.
La prisionera


Esencia como alma cautiva...
Encuentro muy razonable la creencia céltica de que las almas de los seres perdidos están cautivas en algún otro ser inferior, en un animal, un vegetal o una cosa inanimada, perdidas para nosotros hasta el día, que para muchos nunca llega, en que pasamos junto al árbol o nos apoderamos del objeto que lo aprisiona. Entonces se estremecen, nos llaman, y en cuanto las reconocemos, se rompe el maleficio. Liberadas, vencen a la muerte y vuelven a vivir con nosotros. Así ocurre con nuestro pasado. Es trabajo perdido tratar de evocarlo, e inútiles todos los esfuerzos de nuestra inteligencia. Se oculta fuera de su dominio y de su alcance, en un objeto material (en la sensación que nos daría ese objeto material) que no sospechamos. Del azar depende que topemos con ese objeto antes de morir o que nunca demos con él.
Por el camino de Swann

Sólo hay intersubjetividad artística...
Unas alas, otro sistema respiratorio, que nos permitieran cruzar la inmensidad, no nos servirían de nada. Pues si fuéramos a Marte o a Venus conservando los mismos sentidos, revestirían con el mismo aspecto de la Tierra todo cuanto pudiéramos ver. El único viaje verdadero, el único baño de juventud, no sería ir hacia nuevos paisajes, sino tener otros ojos, ver el universo con los ojos de otro, de cien otros, ver los cien universos que cada uno de ellos ve, que cada uno de ellos es. [...] Y así como ciertos seres son los últimos testigos de una forma de vida que la naturaleza abandonó, me preguntaba si la música no era el único ejemplo de lo que podría haber sido-de no haberse inventado el lenguaje, la composición de las palabras, el análisis de las ideas-la comunicación de las almas. Es como una posibilidad sin continuidad; la humanidad ha tomado otros caminos, el del lenguaje hablado y escrito.
La prisionera
 
Marcel Proust


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Podredumbre

Todo se pudre, hermano mío, en este mundo,
hasta los recuerdos.
Esos mismos recuerdos escondidos
En el lugar más fuerte del cráneo.

Esos recuerdos más ligeros que las plumas,
Más  puros que el azul del cielo,
Están lejos ya de la carne y de los huesos.
Viven en una época totalmente distinta,
Vienen sin que se les llame,
Se van sin que se les despida
Llegan días en que se desarrollan
Como un aro de luz,
      Y otros
En los que se lamentan como el sonido de la sangre
Que corre gota a gota.

Todo se pudre y se va, hermano mío en este mundo
Una cosa tras otra,
Una cosa dentro de otra.

A veces cercano, a veces lejano,
Un sabor persiste en los labios,
Una voz en los oídos.
Tú te pudres, hermano mío, debajo de la tierra,
Y yo, sobre ella.
Bedri Rahmi Eyüboglu

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