30 de diciembre de 2011

Cortázar, sus huracanes


                                             Lucas, sus huracanes
                                                                                                             Desde La Habana


         El otro día instalé una fabrica de huracanes en la costa de La Florida, que se presta por tantas razones, y ahí nomás hice entrar en acción los helicoides turbinantes, los proyectarráfagas a neutrones comprimidos y los atorbellinadores de suspensión coloidal, todo al mismo tiempo para hacerme una idea de conjunto sobre la performance.
         Por la radio y la televisión fue fácil seguir el derrotero de mi huracán (lo reivindico expresamente porque nunca faltan otros que se pueden calificar de espontáneos), y ahí te quiero ver porque mi huracán se metió en el Caribe a doscientos por hora, hizo polvo una docena de cayos, todas las palmeras de Jamaica, torció inexplicablemente hacia el este y se perdió por el lado de Trinidad arrebatando los instrumentos a numerosas "steel bands" que participaban en un festival adventista, todo esto entre otros daños que me impresiona un poco detallar porque lo que me gusta a mí es el huracán en sí mismo, pero no el precio que cobra para ser verdaderamente un huracán y colocarse alto en el ranking homologado por el British Weather Board. 

A todo esto vino la señora de Cinamomo a increparme, porque había estado escuchando las noticias y allí se hablaba con términos sacados del más bajo sentimentalismo radial tales como destrucción, devastación, gente sin abrigo, vacas propulsadas a lo alto de cocoteros y otros epifenómenos sin ninguna gravitación científica. Le hice notar a la señora de Cinamomo que, relativamente hablando, ella era mucho más nociva y devastadora para con su marido y sus hijas que yo con mi hermoso huracán impersonal y objetivo, a lo cual me contestó tratándome de Atila, patronímico que no me gustó nada, vaya a saber porqué, puesto que en realidad suena bastante bien. Atila, Atilita, Atilucho, Atilísimo, Atilón, Atilango, fíjese todas las variantes tan bonitas.
         Desde luego no soy vengativo, pero la próxima vez, voy a orientar los helicoides turbinantes para que le peguen un susto a la señora de Cinamomo. No le va a gustar nada que su dentadura postiza aparezca en un maizal de Guatemala, o que su peluca pelirroja vaya a parar al Capitolio de Washington; desde luego ese acto de justicia no se podrá cumplir sin otros desplazamientos quizá enojosos, pero siempre hay que pagar algún precio por las cosas, qué joder.-

                                                                       Julio Cortázar.

Cuadernos Hispanoamericanos, Madrid, n° 364-366, octubre-diciembre de 1980.
Quique de Lucio.


*
   -   Arthur L. Basham   "El Prodigio que fue India"
            De esta manera podemos comprobar cómo la clave de la reforma de Asoka consistió en instaurar principios humanitarios en lo que a la administración se refiere, y en el abandono de las guerras de agresión. En vez de la política tradicional de expansión territorial él sustituyó la conquista por la Rectitud (término por el que traducimos inadecuadamente la riquísima voz de dharma) Afirma que ha obtenido muchas victorias  con este método, incluso sobre los cinco reyes helénicos cuyos nombres, apenas indianizados, son nombrados en el pasaje anteriormente citado: Antiochus II, Theos de Siria, Ptolomeo II, Filadelfo de Egipto, Antigonus Gonatas de Macedonia, Magas de Cirene y Alejandro de Epiru. Según parece, Asoka creyó que su ejemplo de gobierno recto convencería a sus vecinos de los méritos de esta nueva forma de ejercer política y que así obtendría el liderazgo moral sobre la totalidad del mundo civilizado. En ningún caso, sin embargo, se desembarazó de sus ambiciones imprerialistas, limitándose a modificarlas para que coincidieran con la ética humanitaria del budismo.
                 En lo referente a los asuntos domésticos, la nueva política se notó sobre todo en una suavización general de la severa justicia proveniente de los tiempos antiguos. Asoka llegó a decir que todos los hombres eran hijos suyos, y en más de una ocasión reprobó a los gobernantes locales por no haber aplicado los nuevos principios correctamente. Puso mucho énfasis en defender la doctrina de ahimsâ ( no ejercer violencia ni contra los hombres ni contra los animales), que entonces se estaba generalizando entre los practicantes de todas las sectas religiosas, prohibió el sacrificio de animales, al menos en la capital, y reguló su matanza para el consumo humano, llegando a prohibir sacrificar ciertas especies. Se sintió orgulloso de haber sustituido las expediciones de caza, el deporte tradicional de los reyes indios, por la peregrinación a los santuarios del budismo, y de haber reducido a porciones infinitesimales el consumo de carne en su palacio. De esta manera, la determinación de Asoka fue en parte responsable del aumento del vegetarianismo de India.



28 de diciembre de 2011

Poema jamás escrito (II)



*
(  I I )
Expectante
La luna se rompió en el mar
y de sus trazos orillados al abismo
rozan mis dedos el reducto de un espacio incesante
cicatrizando con alas la historia de un abismo insatisfecho
Apetito de deseos.
Desdoblamientos
hojas que son suerte de expiación
apetito de luz y aire.

Creo que fue al nacimiento de noción
cuando nos sentimos insectos panza arriba

Un picnic

La mesura de las sábanas
el poliedro del parque
los piés
acariciando sus retornos
hacia adentro
confeccionando la soledad.




*
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Las fuentes escuchan


              


              Esta historia es sobre la ineptitud final dentro de la vida. Hagamos una lectura de ella como cartografiado un puente. Todo sobre una estructura. Las diabluras que suceden antes y después de cruzarlo son la ineptitud final. Sectores perjudicados.

Miré aquella foto, y me puse a escribir para mí mismo igual que hacía quince años atrás. Minutos después de hacerla ocurrió que mi vida cambió y se transformó en una huida al silencio. Cierto que el momento en el que mi vida cambió no faltó el chirriante bufido enfermo de animal en estocada. Pero después no he hecho más que escribir y reflexionar huyendo de aquel día irrevocable. Comúnmente solemos decir que revivimos múltiples actos y cambian los escenarios y los personajes. Que la historia se repite. Pero no puedo decir lo mismo. Nunca hasta ese día experimentara la inconsciente necedad que todos llevamos dentro, aquella vez me aturdiera con un lenguaje confieso inconsciente y sensual. La casualidad de ponerse en el lugar del otro. Estafé los buenos sentimientos en pro de un juego que hizo naufragar un navío cuyo destino era girar y surcar en exquisita harmonía alrededor del mundo en compañía del mejor grumete que conocí. Tal vez fue fruto de mi imaginación, tal vez suplanté la carencia de lances inquietantes que este mundano planeta nos ofrece con una pasión desenfrenada cuyo dictamen psiquiátrico sería…  ceguera emotiva. Ahora estoy seguro. Me equivoqué pero mi intención era arrancarle la venda al mundo y hacer justicia con aquella relación que parecía insostenible. Hasta aquel día en el que le dije que quise ser otro y seducirla. Abracé mi pena y mi alma se convirtió en el blues de la locura. Semanas sin poder dormir tres horas seguidas. Medicación y alcohol. Versos idiotas de los que me avergüenzo. Todavía conservo algunos que leo avergonzado por no quemar, palabras, sólo palabras. A la mierda. El descalabro nervioso que sucedió a aquella ruptura, en el que sentí la sangre helarse en mis venas.

Mario miró aturdido aquella fotografía…y se puso a escribir para sí mismo como hacía veinte años atrás. Su corazón durante ese tiempo fue el de un elefante durmiente. Caminaba lentamente con sus largos colmillos buscando el reconocimiento en compañía de aduladores pedantes y distinguidos moralistas. Explican la obra del autor, editada, manufacturada y concluida en diversas ediciones. Su mujer, una maleta y los tratados calmantes. Pero esa fotografía… dijo atención, mencionas todo lo improbable domesticando tu angustia, no supiste como apartarla. No supo apartar la atención de aquello que no le gustaba, así de sencillo, hyde the pipe, en cambio absorbió duramente y las amantes y adagios no eran necesarios. Caminó la orilla tocando el reflejo y mirando el cielo para volver a casa, encender su barra de incienso y hacer musarañas. Estimadamente un áspid curioso. El personaje que mejor sabía interpretar. Un punto y aparte no es un después.


Desde aquel suceso me volví más iluso. Dando rienda suelta a las ilusiones y volviéndome más tarado, está claro, de tánto pensar y desautorizar las impresiones como tal, desmembré el talento de vivir, y bueno, ahora es un esqueleto de un racimo de uvas. Recuerdo cuando cantaba sólo para ella aquellas canciones tan alegres. Mi voz que solía acompañarse de una guitarra.



Vincent





VINCENT
¿ Qué soy yo a los ojos de la mayoría de la gente ?



Henri Michaux




“La pereza”
Henri Michaux

El alma adora nadar.
Para nadar es necesario extenderse sobre el vientre. El alma se disloca y parte. Se va nadando. (Si su alma se va cuando está usted parado, o sentado, o con las rodillas flexionadas, o los codos, con cada diferente posición corporal, el alma partirá con un comportamiento y formas diferentes, es lo que desarrollaré más tarde.)
A menudo se habla de volar. No es eso.  Lo que hace es nadar. Nada como las serpientes y las anguilas, jamás de otra manera.
Es así que muchas personas poseen un alma que adora nadar. Se les llama vulgarmente perezosos. Cuando el alma abandona el cuerpo por el vientre para nadar, se produce tal liberación  de no sé qué, es un abandono, un goce, una relajación tan íntima.
El alma se va a nadar en el hueco de la escalera o en la calle siguiendo la timidez o audacia de un hombre porque ella siempre conserva un hilo de ella a él y si este hilo se rompiese (en ocasiones se hace muy tenso pero es necesaria una fuerza pavorosa para romper el hilo), sería terrible para los dos (para ella y para él).

Cuando ella está ocupada nadando lejana mediante este simple hilo que une al hombre al alma se cuelan volúmenes y volúmenes de una especie de materia espiritual, como lodo, como mercurio o como un gas –goce sin fin.

Es por esto que el perezoso es incorregible. No cambiará nunca. Es por esto que la pereza también es la madre de todos los vicios. Porque… ¿quién es más egoísta que la pereza?
Tiene fundamentos que el orgullo no tiene.
Pero la gente se ensaña con los perezosos.
Mientras ellos están acostados se les golpea, se les arroja agua fría en la cabeza, rápidamente deben traer su alma. Entonces ellos los miran con esa mirada de odio que se conoce bien y que se ve sobre todo en los niños.

 
 “Las máscaras del vacío”

Henri Michaux


A menudo, en la retracción de mí mismo,
se me aparecen las máscaras del vacío.
Las máscaras que adquiere el vacío no son plenas. No le resulta necesario.
Unos rasgos ínfimos procuran enmascararlo; y lo logran. Seguramente allí está, casi podríamos olvidarlo…
Habitualmente esas máscaras vienen de dos a dos
y se imprimen, sutiles aunque duras, en el disco terminado del universo.
Podríamos creer que son gestos, álgebra de gestos detenidos en un
cataclismo pompeyano. Pero no hay huella alguna de cataclismo.
Al contrario, una extraña movilidad,
y por todas partes dentro del mismo Espectro del poder,
la espantosa succión del vacío.
También están los desiertos matinales, tapados de animales muertos…

*


 
“Michaux o la pasión por lo exhaustivo”
Ciorán

A pesar de que Michaux considera que forma parte de los seres «fatigados de nacimiento», desde siempre no ha hecho más que huir del engaño, ahondar, buscar. Es cierto que nada fatiga tanto como el esfuerzo hacia la lucidez, hacia la visión despiadada. A propósito de un célebre contemporáneo fascinado por la Historia esa gangrena universal , utilizó un día la expresión «ceguera espiritual». El es, por el contrario, alguien que ha abusado de la obligación de ver dentro y alrededor de sí mismo, de ir al fondo no solamente de una idea (lo cual es más fácil de lo que se piensa) sino de la menor experiencia o impresión: ¿acaso no ha sometido a cada una de sus sensaciones a un examen en el que entra de todo: tortura, júbilo, voluntad de conquista? Esa pasión por aprehenderse, esa toma de conciencia exhaustiva, se reduce a un ultimátum que no cesa de darse a sí mismo, a una incursión devastadora en las zonas más oscuras del ser. 

Su insurrección contra los sueños debe considerarse a partir de esta constatación, como también la necesidad que sintió, pese a la hegemonía del psicoanálisis, de minimizarlos, de denunciarlos, de ridiculizarlos. Decepcionado por ellos, decidió condenarlos, proclamar su vacío. Pero quizá la verdadera razón de su furor era menos su nulidad que la total independencia de él en que se producen, ese privilegio que tienen de eludir su censura, de ocultarse de él, burlándose y humillándolo con su mediocridad. Mediocres, sí, pero autónomos, soberanos. Si los incriminó y calumnió, si dirigió contra ellos una acusación en regla, verdadero deseo a los entusiasmos de la época, fue en nombre de la conciencia, de la toma de conciencia como exigencia y como deber, y también por orgullo herido. Desacreditando las hazañas del inconsciente, se deshacía una ilusión, la más preciosa, que lleva de moda más de medio siglo. 









 

… y esto es lo que me hace comprender, que los siglos son fuertes…


texto de c c Rider para perezosos



            Habría que buscarse algo así como un no-lugar. Superar a Dios y dejar de crear. Abandonarse al laberinto como si fuera a la vez una cuna y una tumba. Una luz y una sombra. De los pocos estados que merecen ser vividos están los experimentados por Henri Michaux y también llevados al pincel. Una o dos rutas aparte nace el hueco. La extinción permanente del hombre a merced de las puertas del más allá. En cambio una nota errónea en el silencio más fuerte que una tempestad consigue acabar con el rezo y no con el retozo.




Poema jamás escrito


Foto y texto de c c Rider


( I )

En el agua negra que bebo esta noche
siento la estrella estigia
tostando mi lengua

Para borrar, la angustia
coso mi sombra a los pies,
el infinito está inmóvil
teme

Un mendigo dice que el mundo no existe
coso entonces de sus ruinas los residuos
a los pies, también
para borrar la angustia, lo sé
es una bofetada ponerse a su lado
una boca sellada
un nudo
que marca un retroceso

La vida no es un sueño definitivo
es un nudo en la garganta.

Riego mi tristeza al mendigo
incapaz de la fortaleza del alma
caridad
al recibir
menguante
mi tristeza
su pulpa pútrida
iluso
cree ver altos edificios desde los que lanzarse
coso entonces sus cornisas
a los pies,
soporto la deformación de la realidad
somigrar en el abismo
abstenerse

detengo el poema.

Giro el reloj de arena y hago un agujero
cae el pájaro de fuego
primero los ojos
luego el rencor
es uno con la música,
con el pendular del reloj
un hacinar de días sobre la tierra.

Tenue
una esperanza de saber
atonal.

Los muertos se santiguan

El gusano repta las cenizas
y restablece el equilibrio
asegura
que el mundo no se esfuma
cuando la luz se apaga
¿luz? ¿qué luz?

El horizonte se desvanece
alejándose del poema.

El horizonte
mañana
me acompañará en cada fuga
con
tristes ocupaciones.

Olvidamos que morimos
como quien espera el alba,
no hubo combate dirán
sólo yermo
se representa el infierno.

La crítica coincide en el efecto;
reinventa
traga tierra para traer un cadáver.

Pero ha de ser mañana.

Esta noche vuelan los ángeles
ellos
que pasan y respiran el aire envenenado
y caen
¿tierra prometida? ¿tierra inalcanzable?
¿infierno? ¿qué infierno?.
Abro bien los ojos
Anatomizo sus cuerpos
Di-secciono
Busco un hueco en el que vivir
y no lo encuentro

En la solapa de mi próximo libro
he de escribir
nací en una casa vacía que todavía me habita.





Henri Michaux







 *



Corto documental sobre la creación de piezas de vidrio.

Artesanía

Fluido

un gato llamado Marcel

Bedri Rahmi Eyüboglu

Marcel Proust


Superioridad del arte sobre la vida...
La decepción que causan al principio las obras maestras puede atribuirse, efectivamente, a un debilitamiento de la impresión inicial, o al esfuerzo requerido para dilucidar la verdad. Dos hipótesis que se plantean en todas las cuestiones importantes, las cuestiones de la realidad del Arte, de la Realidad misma, o de la Eternidad del alma, entre las que debe elegirse; en la música de Vinteuil, esta elección se planteaba a cada momento bajo distintas formas. Por ejemplo, su música me parecía algo más auténtico que todos los libros conocidos. A veces pensaba que se debía al hecho de que, como lo que sentimos en la vida no es en forma de ideas, su traducción literaria, es decir intelectual, da cuenta de ello, lo explica, lo analiza, pero no lo recompone como la música, donde los sonidos parecen adoptar la inflexión del ser y reproducir esa punta interior y extrema de las sensaciones que nos da una embriaguez específica.
La prisionera


Esencia como alma cautiva...
Encuentro muy razonable la creencia céltica de que las almas de los seres perdidos están cautivas en algún otro ser inferior, en un animal, un vegetal o una cosa inanimada, perdidas para nosotros hasta el día, que para muchos nunca llega, en que pasamos junto al árbol o nos apoderamos del objeto que lo aprisiona. Entonces se estremecen, nos llaman, y en cuanto las reconocemos, se rompe el maleficio. Liberadas, vencen a la muerte y vuelven a vivir con nosotros. Así ocurre con nuestro pasado. Es trabajo perdido tratar de evocarlo, e inútiles todos los esfuerzos de nuestra inteligencia. Se oculta fuera de su dominio y de su alcance, en un objeto material (en la sensación que nos daría ese objeto material) que no sospechamos. Del azar depende que topemos con ese objeto antes de morir o que nunca demos con él.
Por el camino de Swann

Sólo hay intersubjetividad artística...
Unas alas, otro sistema respiratorio, que nos permitieran cruzar la inmensidad, no nos servirían de nada. Pues si fuéramos a Marte o a Venus conservando los mismos sentidos, revestirían con el mismo aspecto de la Tierra todo cuanto pudiéramos ver. El único viaje verdadero, el único baño de juventud, no sería ir hacia nuevos paisajes, sino tener otros ojos, ver el universo con los ojos de otro, de cien otros, ver los cien universos que cada uno de ellos ve, que cada uno de ellos es. [...] Y así como ciertos seres son los últimos testigos de una forma de vida que la naturaleza abandonó, me preguntaba si la música no era el único ejemplo de lo que podría haber sido-de no haberse inventado el lenguaje, la composición de las palabras, el análisis de las ideas-la comunicación de las almas. Es como una posibilidad sin continuidad; la humanidad ha tomado otros caminos, el del lenguaje hablado y escrito.
La prisionera
 
Marcel Proust


*
**
***

Podredumbre

Todo se pudre, hermano mío, en este mundo,
hasta los recuerdos.
Esos mismos recuerdos escondidos
En el lugar más fuerte del cráneo.

Esos recuerdos más ligeros que las plumas,
Más  puros que el azul del cielo,
Están lejos ya de la carne y de los huesos.
Viven en una época totalmente distinta,
Vienen sin que se les llame,
Se van sin que se les despida
Llegan días en que se desarrollan
Como un aro de luz,
      Y otros
En los que se lamentan como el sonido de la sangre
Que corre gota a gota.

Todo se pudre y se va, hermano mío en este mundo
Una cosa tras otra,
Una cosa dentro de otra.

A veces cercano, a veces lejano,
Un sabor persiste en los labios,
Una voz en los oídos.
Tú te pudres, hermano mío, debajo de la tierra,
Y yo, sobre ella.
Bedri Rahmi Eyüboglu

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17 de diciembre de 2011

Una Velada Especial

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Estabas en el catre contemplando las volutas del incienso cercando la lámpara de cristales descabalados, tonos ambarinos y escarlata que rebotaban una luz apacible en las paredes del estudio. Podías abandonarte a dos impulsos, al que nacía de tus destartaladas honduras que descubrían la reminiscencia, o a la otra, que para tranquilizar la conciencia venía vagamente de afuera. Mientras barajabas estas dos operaciones te limitabas al trabajo de catalogación en el laboratorio farmacéutico. Era un mes gris de invierno donde las complicidades del blog habían sido deliberadamente olvidadas. Una sutil armonía entre personas de un mundo de acción-ficción, comentarios amables a lo que estaba por asomarse concediendo muchas veces escasa importancia a la memoria. Tampoco estimabas esta facultad que consideras un detrito de la conciencia con el cual aderezar el presente. Aderezos con vocación trascendente que avanza y retrocede deshaciendo poemas o descomponiendo en anécdotas los saltos aparentes de ciertos objetos, la naturaleza o el movimiento con el que trabajan pintores y filósofos. Espasmos que rendían pleitesía a un origen, a un signo retroactivo, consecuencia invisible de una nostalgia anterior al origen y a cualquier individuo o civilización. En cambio aquella fría tarde de invierno recostado en el catre, escuchando el sonido profundo de la sirena de los barcos zarpando y arribando mientras te sentías islote anheloso de hacerse a la mar. El animal de tu mente brillaba.

Un hombre se sentó a tu lado mientras el tren se ponía en marcha. Le temblaba un poco un párpado. Parecía feliz, parecía un viejo de treinta años. Miró la hoja en blanco que soportaba  sin queja el peso de tu mano muerta hasta que dijo a modo de reproche ¿Escribes? y reprimiste la materia risible con educación. Y entonces tu fantasía dirigió la conversación mencionando una desazón y falta de motivación al dar rienda a la escritura. Una voluntad truncada tras varios años gloriosos y aquí hubiste de torcerle la mirada, años de excelentes libros interrumpidos por un sentimiento extraordinario. Desconocías el impulso que venía de afuera, el estereoscopio interés de las personas que te leían y te paralizabas angustiosamente. Entonces conmovido por tu relato te habló con satisfacción de su novia que impartía clases en un taller de escritura. No contabas con esa jugada del destino pero la vida no tiene reglas e ibas a aceptar la reseña. Ainara, calle de Falperra número cuatro entresuelo, muy cerca de casa. Demasiado. Pero él no se lo merecía, ella también sabía que no se lo merecía. Pero la primera vez que la tomaste no hubo objeción, aunque se resistía le clavaste la mirada atenazando en sus ojos de azul imposible escapatoria alguna. Lo de ojos de un azul imposible venía de una brillante alumna del taller que odiabas por supeditar la creatividad a términos mecanicistas y a la estricta teoría como un virus deconstructor. Cuando ibais los tres al teatro tenía la manía de desnudar los gestos de los actores con suma corrección política. El resto de compañeros del taller sufrían una enfermedad similar. Un niño moría en su interior en el proceso y tú no podías sacrificar el animal mental ni dejar entumecer sus zarpas por más tiempo.

Tenías que comprender y aún más sentir aquellos mundos simultáneos y ajenos. Pieza a pieza entraban en tu reloj. Aunque el movimiento era difuso. Intentabas fijar la amalgama de unos perfiles ostensibles que no se dejaban aprisionar por palabras. Aquel taller daba demasiada importancia al hecho de escribir y simultáneamente ser leído. Convertir en espectáculo cualquier acto comunicativo. Entonces viste la presa adecuada, no había concesión a la duda. Resplandecía al fin tu pieza. La mueca de caimancito al estrechar la mano de aquella reputada eminencia de las letras, que tras una ligera y estricta conferencia, moderna y, con un estilo periodístico pseudoprogre plagado de cacofonías mediáticas, colmado de varias larvas hábiles escociendo los intelectos de los alumnos. El método Levreriano, las funciones de Vladimir Propp y el aire de los cuentos de hadas. Apoyada por un amplísimo prestigio C.P. satisfizo la ambición de Ainara pero pusiste a prueba su paciencia. Sabías que no se lo merecía. Sabías que el hábito de pensar cohíbe e inmuniza el contacto real y querías sentir con aspereza todo aquel muestrario de piezas. Casi añorabas a aquellos desconocidos acompañantes de blog con los que coagulabas mundos solitarios como el tuyo. Transmitiendo con más precisión y encarnizamiento que aquel simulacro de docencia, amancebamiento y obediencia de funciones predestinadas a acabar en una última cena. Te brindaban la ocasión.

Obligado por la ventaja de tus artes culinarias volviste a estrechar la mano y besar a la eminencia, frenando la nausea ante la fachada del diálogo, cruzaste el edificio y a decir verdad empezaste a embriagarte antes de derramar una sola gota. Ella estaba muy interesada en la elaboración de la cena que habías fijado para esa noche. Además no era indiferente al desvelado interés por su tesis de lenguas migratorias en la antigüedad. Así que le anunciaste a Ainara la necesidad de quedaros a solas para profundizar y aprovechar las horas de cocina. Hizo un ademán con el índice dibujando un arco del que colgaba su confianza. Percibía una inusitada alegría en tu temperamento e ignorabas si explicaba el enfriamiento de la relación y esperaba sencillamente la cuadratura del círculo. Te volviste como un trompo mientras anunciabas a las once personas que había esa tarde en el taller la extensión de una velada. Irían. En casa a solas los botones de su blusa se dispararon y respiraste una delirante secuencia de golpes desconcertantes. Quedaban cinco horas para encontrar la recta y exacta fórmula que encumbrara la velada. La habitación se movía y aprovechaste su sofoco para ir al mueble bar, sacar un ron y poner en su vaso unas gotas de dietilamida que sustrajeras del laboratorio químico. La velocidad del acontecimiento reducía la pavura. Tras beber la tercera copa la golpeaste más pero su rostro sin sobresalto cedía terreno a la ansiedad y se integraba al demonio convulso del sexo que no aflojabas mientras endurecías los nudos y su humanidad se hacía pedazos con un breve sollozo. La danza acabó.

Una fuerza sobrehumana te impulsó a besar su boca extinta y apreciaste un ardor en la garganta que casi te estranguló. La droga suministrada todavía fluía en su carne. Un breve instante de indecisión te proporcionó el secreto del banquete, y eso bastaba. La fusión onírica de una realidad ingenua con sus sombras. Cortar para ver. Serraste ambas piernas. Decapitación, marcar la superficie, desollar, obviar pies y manos, los trozos tiernos iban directos a la gran cazo, sal, pimienta blanca, cayena, ajo y pimentón dulce. Con precaución abres desde el esternón hasta el ano retirando los intestinos. Un corte en la axila y rompes la articulación del codo. Aquí obtendrás una deliciosa carne. Del tronco extraes la espina dorsal serrando desde el cuello hasta las nalgas. Un espectáculo maravilloso sobre el fuego pero el cuarto de baño necesitaba una limpieza exhaustiva. Quedaba una hora. De modo que al llegar los invitados, los arrastraste a disponer y acomodar el comedor. Ainara te preguntó por la ausencia de C.P. e improvisaste un compromiso que retrasaría su presencia dejando un espacio vacío momentáneo, un hueco que habría de ocupar más tarde dijiste. No sospeches que estará. Observaste el vaho en la ventana adhiriendo en tono de queja un liquen creciente. Cerraste los batientes. Ya estaba lista la carne mientras tus compañeros literarios disentían sobre los juicios emitidos en el taller. Sentados, vieron llegar las primeras fuentes y objetaron con tono apodíctico la sorpresa de tu extraño asado. Disfrazado en la embriaguez les acusaste jubiloso de ser animales impíos, meros consumidores, incapaces de producir alimento. Ni leche, ni huevos. Débiles para llevar un simple arado y en cambio sin vergüenza alguna para someter a los animales. Así que dad gracias y disfrutad dijiste.

Fue una velada especial.


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11 de diciembre de 2011

sin eco sin conciencia sin nombre

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           Mi poesía consistirá, sólo, en atacar por todos los medios al hombre, esa bestia salvaje, y al Creador, que no hubiera debido engendrar semejante basura.
Canto II
“Les Chants de Maldoror”       Isidore Ducasse


                             
                                     
                         Un olor a carne chamuscada se guinda por la comisura de sus bocas recién nacidas frenetizada en una barahúnda de pira incontenible. Cada vez más tenaces destruyen el altar de la memoria con asentamientos fabriles invadiendo el pasado y exterminando el lugar con una insípida sombra monótona de adjetivos engarzados en el libro de una realidad de edición ilimitada guareciendo los Ocasionantes la historia de un pueblo en un hormigón que se levanta como un laberinto alejando nuestra parcela de inmortalidad convicta azuzando nuestra potencia migratoria que nos pronuncia con los dientes emparedados ensordeciendo la fuga del hombre descarriado huyendo de la inmunda farsa acostada en la garganta de la humanidad como un escollo jamás frustrado por la piel esquiva de tajos memorables porque no hay posible vuelta atrás prolongando con iglesias y sinagogas tu dolor fosilizado tan deteriorado con el ajetreo cotidiano y las verdades prudentes mancillando puntualmente la delicadeza del que procura conquistar su libertad aunque sea una ficción para escapar de abismos retorcidos en la confusión del devenir un zaherido despropósito que es pisar el templo de un sueño que tú no quisiste por ser querencia del osado imprudente puesto en ficha y anonimato y sin cumplir el crimen para migrar y concluir su itinerario Ocasionantes de hilos entes y usos fúnebres que tú contemplas tan cerca palpitante como un corredor de fondo paciente alineado al espejo esperando el testigo como el mar en un acantilado juntando paraísos sin distancia pulidos por el enigma del tiempo vertiendo en el reflejo la nostalgia migratoria tan meditada en las fauces de tus adentros para coronar en un instante la carantoña latente del juicio final y el génesis ultimado en un escritorio que sabes a la deriva felizmente porque no hay asilo ni hábito en tu vagarosa exhibición tan sólo márgenes abiertos circundando el encubrimiento y el dictamen unánime como parásitos trepando la sentencia inspeccionan el paladar y la gruta del reloj de arena hasta la sombra de las entrañas consumiéndose carcomidos por la clarividencia sin pulso para moldear la noche feliz de las ilusiones con una sonrisa fantasmagórica aireando los harapos del rey aceptada la saciedad y el roce deliberado de tus tres contradicciones diarias como virajes de charrán exhalados al viento por las lindes de los picachos sin mayor propósito que enjaular las atalayas y los costados de tu lengua jadeante en trance cuarteada por la pavura de sentirse sin eco  sin conciencia sin nombre sin prolongación sin dedos sin música sin ojos sin boca ni migas que la sepulten en eucaristía como a una magdalena pero una lengua remolcando la inerte experiencia de la palabra sobre los escombros de la mansedumbre es la necesaria ternura del pájaro posándose sobre la rama del órgano cálido y palpitante que fueron rescatando de aquel montón de ruinas polvorientas infinitas veces de la desigualdad aferrada a la esperanza para enseñar de su viaje los frágiles deleites que poseen las imágenes y el aleteo voraz de su cautiverio en el tedio del poeta que busca perpetuarse inyectando cómodos mimetismos en la penumbra pues el pájaro cantará hasta en la desnuda oscuridad del árbol de la vida.


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Queridos Riders

on the road


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