Henri Michaux |
“La pereza”
Henri Michaux
El alma adora
nadar.
Para nadar es necesario extenderse sobre el
vientre. El alma se disloca y parte. Se va nadando. (Si su alma se va cuando
está usted parado, o sentado, o con las rodillas flexionadas, o los codos, con
cada diferente posición corporal, el alma partirá con un comportamiento y
formas diferentes, es lo que desarrollaré más tarde.)
A menudo se habla de volar. No es eso. Lo
que hace es nadar. Nada como las serpientes y las anguilas, jamás de otra
manera.
Es así que muchas personas poseen un alma que
adora nadar. Se les llama vulgarmente perezosos. Cuando el alma abandona el
cuerpo por el vientre para nadar, se produce tal liberación de no sé qué,
es un abandono, un goce, una relajación tan íntima.
El alma se va a nadar en el hueco de la escalera
o en la calle siguiendo la timidez o audacia de un hombre porque ella siempre
conserva un hilo de ella a él y si este hilo se rompiese (en ocasiones se hace
muy tenso pero es necesaria una fuerza pavorosa para romper el hilo), sería
terrible para los dos (para ella y para él).
Cuando ella está ocupada nadando lejana mediante
este simple hilo que une al hombre al alma se cuelan volúmenes y volúmenes de
una especie de materia espiritual, como lodo, como mercurio o como un gas –goce
sin fin.
Es por esto que el perezoso es incorregible. No
cambiará nunca. Es por esto que la pereza también es la madre de todos los
vicios. Porque… ¿quién es más egoísta que la pereza?
Tiene fundamentos que el orgullo no tiene.
Pero la gente se ensaña con los perezosos.
Mientras ellos están acostados se les golpea, se
les arroja agua fría en la cabeza, rápidamente deben traer su alma. Entonces
ellos los miran con esa mirada de odio que se conoce bien y que se ve sobre
todo en los niños.
“Las máscaras del vacío”
Henri Michaux
se me aparecen las máscaras del vacío.
Las máscaras que adquiere el vacío no son plenas. No le resulta necesario.
Unos rasgos ínfimos procuran enmascararlo; y lo logran. Seguramente allí está, casi podríamos olvidarlo…
Habitualmente esas máscaras vienen de dos a dos
y se imprimen, sutiles aunque duras, en el disco terminado del universo.
Podríamos creer que son gestos, álgebra de gestos detenidos en un
cataclismo pompeyano. Pero no hay huella alguna de cataclismo.
Al contrario, una extraña movilidad,
y por todas partes dentro del mismo Espectro del poder,
la espantosa succión del vacío.
También están los desiertos matinales, tapados de animales muertos…
*
“Michaux o la pasión por lo exhaustivo”
Ciorán
A pesar de que Michaux considera que forma parte de los
seres «fatigados de nacimiento», desde siempre no ha hecho más que huir del
engaño, ahondar, buscar. Es cierto que nada fatiga tanto como el esfuerzo
hacia la lucidez, hacia la visión despiadada. A propósito de un célebre
contemporáneo fascinado por la Historia esa gangrena universal , utilizó
un día la expresión «ceguera espiritual». El es, por el contrario, alguien que
ha abusado de la obligación de ver dentro y alrededor de sí mismo, de ir al
fondo no solamente de una idea (lo cual es más fácil de lo que se piensa) sino
de la menor experiencia o impresión: ¿acaso no ha sometido a cada una de sus
sensaciones a un examen en el que entra de todo: tortura, júbilo, voluntad de
conquista? Esa pasión por aprehenderse, esa toma de conciencia exhaustiva, se
reduce a un ultimátum que no cesa de darse a sí mismo, a una incursión
devastadora en las zonas más oscuras del ser.
Su insurrección contra los sueños debe considerarse a partir
de esta constatación, como también la necesidad que sintió, pese a la hegemonía
del psicoanálisis, de minimizarlos, de denunciarlos, de ridiculizarlos.
Decepcionado por ellos, decidió condenarlos, proclamar su vacío. Pero quizá la
verdadera razón de su furor era menos su nulidad que la total independencia de
él en que se producen, ese privilegio que tienen de eludir su censura, de
ocultarse de él, burlándose y humillándolo con su mediocridad. Mediocres, sí,
pero autónomos, soberanos. Si los incriminó y calumnió, si dirigió contra ellos
una acusación en regla, verdadero deseo a los entusiasmos de la época, fue en
nombre de la conciencia, de la toma de conciencia como exigencia y como deber,
y también por orgullo herido. Desacreditando las hazañas del inconsciente, se
deshacía una ilusión, la más preciosa, que lleva de moda más de medio
siglo.
… y esto es lo que me hace comprender, que los siglos son
fuertes…
texto de c c Rider para perezosos
Habría que buscarse algo así como un no-lugar. Superar a
Dios y dejar de crear. Abandonarse al laberinto como si fuera a la vez una cuna
y una tumba. Una luz y una sombra. De los pocos estados que merecen ser vividos están los
experimentados por Henri Michaux y también llevados al pincel. Una o dos rutas
aparte nace el hueco. La extinción permanente del hombre a merced de las
puertas del más allá. En cambio una nota errónea en el silencio más fuerte que
una tempestad consigue acabar con el rezo y no con el retozo.
Gracias por descubrir a los habitantes y viajeros de este tren la obra del genial Henri Michaux, y sobre todo por su reflexión final, de lo mejor que ha escrito (o al menos publicado aquí, que seguro se guarda más de un buen ensayo en el bolsillo ;))
ResponderEliminarEstá bien eso de buscarse un no-lugar y abandonarse al laberinto, a ese camino que transcurre entre lo profano y lo sagrado, el recorrido de la vida hasta llegar a la iluminación completa, incluidas sus sombras (y también su pereza…) Está claro que para que el hombre se extinga y renazca en no-forma de silencio debe tener una fuerte voluntad y comprender que esta tarea incluye superar el lado oscuro de su naturaleza, su propio yo monstruoso, ese que habita en lo más profundo de su laberinto…………me pregunto si habrá alguien que sea verdaderamente capaz……..mientras, prosigo mi viaje por estas vías tan inestables como duras… no sé muy bien hacia dónde dirijo la máquina, sólo conozco mi naturaleza de amante del camino en sí mismo….
...amante del camino en sí mismo.
ResponderEliminarEncierras así todo aquello que dicen mis textos. Con exactitud meridional.
El coraje de la verdad.
Salto
ResponderEliminarTensar
articulaciones,
músculos,nervios, tendones,
respirar hondo,
y lanzarse...
Sentir
el cuerpo ligero y untuoso,
del agua, y los pulmones
aventados, a la salida a superficie;
nadar, abriendo y seguir,
la estela anónima,
que deja un cuerpo en el agua,
cuando nada.
Sin afuera ni después, nadando,nadar.
¿Hacia a donde ?
Allá donde donde esté, lo común me convoca...