Euridice
H.D.
trad ;
Rubén Martín
I.
Así
que me has forzado a regresar,
a
mí que podría haber caminado entre las almas vivas
sobre
la tierra,
a
mí que podría haber dormido entre las flores vivas
por
fin;
así
que por tu arrogancia
y
tu inflexibilidad
he
sido regresada
a
donde líquenes muertos vierten
pavesas
muertas en musgo de ceniza;
así
que por tu arrogancia
estoy
destrozada por fin,
yo
que había vivido en la inconsciencia,
que
casi había olvidado;
si
me hubieras dejado esperar
habría
crecido desde la indiferencia
hasta
la paz,
si
me hubieras dejado descansar con los muertos,
te
habría olvidado a ti
y
al pasado.
II.
Aquí
tan solo llama sobre llama
y
negro entre centellas rojas,
rayos
de negrura y luz
que
se tornó incolora;
¿por
qué te diste la vuelta,
qué
infierno tenía que ser repoblado
con
mí misma así
barrida
hacia la nada?
¿por
qué miraste hacia atrás?
¿por
qué vacilaste en ese momento?
¿por
qué volviste el rostro,
prendido
por la llama de la tierra superior,
hacia
mi rostro?
¿qué
fue lo que cruzó mi rostro
con
el fulgor del tuyo
y
tu mirada?
¿qué
fue lo que viste en mi rostro?
¿la
luz de tu mismo rostro,
el
fuego de tu misma presencia?
Qué
tenía que ofrecer mi rostro
salvo
el reflejo de la tierra,
color
de jacinto
prendido
en la cruda fisura de la roca
de
donde cae la luz,
y
el color de iridáceas celestes
y
la brillante superficie de iridáceas doradas
y
la de la anémona,
rápida
en sus venas como relámpago
y
como blancura.
III.
Rosa de azafrán del
borde de la tierra,
azafrán
silvestre que se inclinó
sobre
las afiladas aristas de la tierra,
todas
las flores a cortar a lo largo de la tierra,
todas,
todas se han perdido,
todo
está perdido,
todo
está mezclado con negro,
negro
sobre negro
y,
peor que el negro,
esta
luz sin color.
IV.
Borde sobre borde
de
iridáceas azules,
iridáceas,
amuralladas contra su propio azul,
azul
de aquella tierra superior,
azul
de la hondura sobre hondura de las flores,
perdidas;
flores,
si
hubiera podido tomar de ellas mi aliento,
una
vez, lo suficiente,
más
que la tierra,
incluso
más que de la tierra superior,
hubieran
podido pasar conmigo
bajo
la tierra;
si
hubiera podido arrancarlas de la tierra,
todas
las flores de la tierra,
si
solo una vez hubiera aspirado en mi interior
las
muy doradas iridáceas
y
las rojas,
los
muy dorados corazones del primer azafrán,
toda
la dorada masa,
toda
la gran fragancia,
me
habría atrevido a perder.
V.
Así que por tu
arrogancia
y
tu inflexibilidad
he
perdido la tierra
y
las flores de la tierra,
y
las almas vivas sobre la tierra,
y
a ti que cruzaste por la luz
y
que llegaste
a
inflexible;
tú
que posees tu propia luz,
que
eres tú mismo una presencia,
que
no necesitas presencia;
pero
por toda tu arrogancia
y
tu mirada,
te
digo esto:
tal
pérdida no es pérdida,
un
terror así, tales filamentos y bucles y precipicios
de
negrura,
tal
terror
no
es pérdida;
el
infierno no es peor que tu tierra
sobre
la tierra,
el
infierno no es peor,
no,
ni tus flores
ni
tus venas de luz
ni
tu presencia,
una
pérdida;
no
es peor mi infierno que el tuyo
aunque
pases entre las flores y hables
con
los espíritus sobre la tierra.
VI.
Frente a lo negro
tengo
yo más fervor
que
tú en todo el esplendor de aquel lugar,
frente
a la negrura
y
el inhóspito gris
tengo
más luz;
y
las flores,
si
hubiera de hablarte de ellas,
volverías
tus pasos desde tus estables caminos
hacia
el infierno,
te
volverías otra vez y volverías tu mirada
y
me hundiría en un lugar
aún
más terrible que este.
VII.
Al menos tengo las
flores de mí misma,
y
mis pensamientos, ningún dios
puede
quitármelo;
tengo
el fervor de mí misma como presencia
y
mi propio espíritu como luz;
y
mi espíritu con su pérdida
lo
sabe;
aunque
pequeña frente a lo negro,
pequeña
frente a las rocas informes,
el
infierno ha de romperse antes que yo me pierda;
antes
de que me pierda,
el
infierno ha de abrirse como una rosa roja
para
que pasen los muertos.
‘¡’¡’¡’¡’¡’¡’¡’¡’
Hilda
Doolitle
"Eurydice“ (Egoist, May 1917)
traducción;
Rubén Martín
...que acaban siendo falso oropel que la lluvia,
_Black Orpheus_ -Stanley Grosse |
Todo lo que nace ha de morir.
Contrariar esta ley, jugueteando con sombras, persiguiendo al escarabajo que dunea en los desiertos, o bien amando,
como de costumbre, es la imperfección que soportamos, o bien, dibujamos en nuestras
espaldas a modo de ala. Lira que el eterno romántico hace sonar para evocar,
proyectar lo ausente. Aquí, lo ausente, el cuerpo de Eurídice.
Escrito en el umbral de la primera
guerra mundial, umbral de la década de los años veinte, tan similar a la década
de los años ochenta y noventa en cuanto a autismo hedónico, tan nómada, tan
estepario, tan frágil ropaje…
‘¡’¡’¡’¡’¡’¡’¡’¡’
Maurice Blanchot; “Quien profundiza el
verso debe renunciar a todo ídolo, debe romper con todo, no tener la verdad por
horizonte, ni el futuro por morada, porque de ningún modo tiene derecho a la
esperanza: al contrario, debe desesperar. …
…o como diría Nietzsche de “El ocaso
de los ídolos” en el “Ecce Homo” Un ventarrón sopla a través de los árboles y por todas partes
caen al suelo esos frutos que son las verdades…
Orfeo impaciente, la mirada de la
razón, cabizbaja, adecua el objeto al pensamiento para calificarlo como tal,
huella, pútrida verdad.
.
Hilda des sources |
Azuloscurocasinegro o negro total.
ResponderEliminarNo la conocía y me gustó mucho.
Besos.
Realmente maravilloso. Este es el desgarro en el pecho. Un abrazo.
ResponderEliminarBlue;
ResponderEliminara mí me ha encantado, si no llega a ser por la traducción de Rubén seguramente no la llegaría a conocer. Espero poder encontrar pronto en las librerías algún poemario de esta autora.
Bico.
Darío;
desgarro y veraz fuga de las meras formas, creo que nos está invitando a amar lo que hay en las palabras para destejer el servilismo... la separación del cuerpo y el deseo. Fijarnos menos en el horizonte tan capitalizado.
Abrazos.