Esta mañana aquí cerca una persona al
llegarle un propietario y un agente judicial al domicilio, decidió entrar en
una habitación y dispararse a la sien. 17/07/2013. Entonces, pensé en la final
locura de Nietzsche, la distancia en el abrazo al caballo de Turín, y también
en la vida del “Sátántango” 1994, de Béla
Tarr. El siguiente texto es una traducción que encontré del único monólogo
de otro film, "El caballo de Turín, 2011". Los fragmentos después adjuntos provienen de un libro y
una revista, del trabajo editorial de www.shangrilaediciones.com —
Me gustaría hablar de los libros
leídos de Jacques Rànciere, y los dos films vistos de Béla Tarr, también del
hace poco libro leído de Gilles Deleuze, (La imagen-tiempo, Estudios sobre el
cine)… pero prefiero no extender la entrada, y dedicarla a la reflexión de
todos aquellos que deciden quitarse la vida de un modo “irracional” dentro de
un mundo “racional”.
Todo ha sido degradado, pero puedo decir
que ellos han arruinado y degradado todo. Porque esto no es algún tipo de
cataclismo, que cae sobre los humanos. Por el contrario se trata del propio
juicio del hombre, su propio juicio en sí mismo, con, por supuesto, la ayuda de
Dios, o me atrevo a decir: con Dios formando parte... o con lo que sea que ha
tomado parte... de la más espantosa creación que puedas imaginar. Porque como
verás, el mundo ha sido degradado. Así que no importa lo que diga porque todo
ha sido degradado por lo que han adquirido como lo han conseguido de una forma
deshonesta y artera, lo han degradado todo. Porque sea lo que sea que toquen, y
ellos lo tocan todo, lo degradan. Este es el camino hasta la victoria final.
Hasta el triunfante fin. Adquirir, degradar. Degradar, adquirir. O de forma
diferente si quieres: Tocar, degradar y así adquirir, o tocando, adquiriendo y
entonces degradando. Ha sido así durante siglos. Sigue y sigue y sigue. A veces
a escondidas o groseramente, a veces discretamente, a veces brutalmente. Pero
ha sido así y sigue siendo. Así, solo de una manera, como ratas atacando en una
emboscada. Porque para esta perfecta victoria era esencial que el otro lado
pensase que todo eso es excelente, grande y de alguna manera noble. No debería
lleva a ninguna clase de lucha. No debería haber ninguna clase de pelea, solo
la repentina desaparición de un lado, significa la desaparición de la
excelencia, lo grande, lo noble. Así que
los ganadores son quienes atacan y emboscan las reglas de la tierra, y
no hay ningún pequeño recoveco donde uno pueda esconderse de ellos, porque todo
lo que ponen sobre sus manos es suyo. Incluso cosas que pensamos que no podemos
alcanzar - ellos si pueden - también son suyas. Porque el cielo ya es suyo y
todos nuestros sueños. Suyo es el momento, la naturaleza, el silencio infinito.
Hasta la inmortalidad es suya. ¿Me entiendes? ¡Todo, todo está perdido para
siempre! Y las nobles, grandes y excelentes personas se pararon aquí, si puedo
decirlo así. Se detuvieron a esta altura, y tuvieron que entender y aceptar que
no hay Dios o Dioses. Y el excelente, el grande y el noble tuvieron que
entender y aceptar esto, desde el principio. Pero, por supuesto, eran bastante
incapaces de entender esto. Ellos lo creían y aceptaban pero no lo entendían.
Ellos solo se pararon aquí, desconcertados, pero no resignados. Hasta que algo
- que despertó en sus cerebros - finalmente los iluminó. Y todos a la vez se
dieron cuenta que no hay ni Dios o Dioses. Todos a la vez vieron que no hay ni
bien ni mal. ¡Entonces todos vieron y entendieron que si esto era así, entonces
ellos mismos ni siquiera existían! Verás, creo que éste fue el momento en que
podemos decir que fueron extinguidos, que se quemaron. Extinguidos y quemados
como el fuego que arde en el prado. Uno era un constante perdedor, el otro era
un constante ganador. Derrota, victoria, derrota, victoria. Y un día – aquí en
esta zona- tuve que darme cuenta, y me di cuenta, que estaba equivocado, estaba
realmente equivocado cuando pensé que nunca hubo y nunca pudo haber algún
cambio aquí en la tierra. Porque, créeme, ahora sé que este cambio ya es una
realidad.
El caballo de
Turín 2011, A Torinói
ló, dirigida por Béla Tarr y Ágnes Hranitzky con guión de László Krasznahorkai
y Béla Tarr
—
( Agradezco a shangrila
la labor de/en estas derivas y ficciones aparte )
408 — Alternativa
Hay caracteres que se encuentran ante
la alternativa de o ser malhechores públicos, o llevar su cruz en secreto.
FRIEDRICH
NIETZSCHE
“
AURORA “
( FRAGMENTOS DEL CONTENIDO… )
Las distancias del cine y el cine de
la experiencia”
Nacho Cagiga
[…]
Para Jacques Rancière, la palabra
clave es “distancia”. El cine se mide por sus distancias, como el arte (y las
imágenes asociadas al arte) se mide por sus separaciones, a diferentes niveles
Auschwitz y lo que ya no queda de su rastro en el mundo contemporáneo, pues
hemos decidido archivarlo, marca la mayor parte de las separaciones que habitan
dentro del arte actual. Por el contrario, en el contra-plano de estas
distancias se encuentra la mezcla total, la yuxtaposición de todo, el collage moderno y la suma posmoderna de
fragmentos. En la mezcla, la distancia se acorta o se diluye, lo que damos
lugar a otros tipos de separaciones. Así llegamos a otra etapa de la historia
de la estética. La fórmula con la que Rancière subvierte la representación
fílmica es el concepto de frase-imagen, que según él resuelve, de manera más o
menos natural, la contradicción entre literatura y cine, entre locura y
discurso lógico. Ya no se tratará de un cine literario, sino de un cine donde
el elemento verbal aparece montado con el visual, en pos de una igualdad que es
siempre cara a sus argumentos y objetivos filosóficos. El cine de Béla Tarr
ilustra perfectamente esta superación de elementos dispares.
Uno de los episodios de Sátántango (Béla Tarr, 1994) nos cuenta
la muerte de una niña, acompañada por su gato difunto. Tras contemplar el mundo
que la rodea, un universo de dislocación, desarrago, sufrimiento y continuo
penar, bajo la apariencia de bailes y cantos que no proporcionan consuelo
alguno, la niña decide suicidarse. Este episodio remite inmediatamente al
suicidio del niño protagonista en el film de Roberto Rossellini, Alemania año cero, 1948. Y lo hace no
solo porque ambos personajes son víctimas del derrumbe moral y político que les
ha precedido (la caída del nazismo en el film de Rosellini ya utiliza, aunque
de manera rudimentaria y hosca, esa frase-imagen que varias décadas después
Tarr…
…]
Hacia la construcción fílmica de la
imagen pictórica”
Jesús García Hermosa
[…]
La insistencia en que la fotografía es
el antecedente directo del cine a veces oculta que su antepasado inmediato es
la pintura y que con ella el cine sigue compartiendo características,
preocupaciones y un largo anhelo: la representación del movimiento. Sin
embargo, en el caso de Béla Tarr puede decirse que, al contrario de lo que les
ocurría a los futuristas y a los vanguardistas, no es la velocidad sino el
movimiento inverso lo que le fascina: la quietud y la detención. Y es
precisamente este afán el que informa sus películas y lo vincula con la
pintura.
A la hora de ejemplificar la presencia
y la sistematización de la “práctica pictórica” en la obra de Tarr no
encontramos un ejemplo mejor que el que ofrece la última obra de su carrera.
Destilado del universo tarriano, El caballo de Turín, 2012, sitúa a sus
personajes en un tiempo impreciso y reduce la presencia humana a su mínima
expresión: dos personajes taciturnos, padre e hija (más un caballo) aislados en
el medio rural (apenas reciben un visitante), rodeados de un paisaje inhóspito
y una naturaleza ventosa y hostil.
La película se estructura de forma
episódica a lo largo de seis días y se pone en imágenes a través de un punto de
vista estático y fluido que observa atenta, pero respetuosamente, espera y se
desliza suave y misteriosamente hacia adelante y hacia atrás, en lentos travellings y panorámicas, atestiguando el advenimiento de una hecatombe
nada estridente, pero implacable. En este entorno adverso, la caída cotidiana
resulta frugal y reiterativa, al borde de la alienación y la emergencia.
…]
La materialidad del encuentro”
Ana Hidalgo
[…]
Uno de los planos más recurrentes de Sátántango es el camino: los personajes
recorren un sendero que nosotros, con nuestra vista, también podemos recorrer.
La escena no se detiene sino que sencillamente tiene lugar, se produce ante
nuestros ojos, un hombre camina, así de simple, sin cortes, sin fracción, y
escuchamos los pasos de los personajes, su respiración, la lluvia. Los
personajes de Sátántango caminan,
transitan de un punto a otro, pero nunca pasean ya que tienen un objetivo, un
ir a; no estamos ante la ociosidad romántica de Rousseau en Las ensoñaciones del paseante solitario,
pues en Sátántango los personajes no
se realizan solo caminan. A menudo en la filosofía y en la poesía hemos
presenciado un camino: el poeta y el filósofo –más próximos de lo que ellos
creen- han salido a pasear y nosotros los hemos acompañado: ese paseo era
pensar, sentir, el triunfo de una conciencia capaz de construir, de apresar,
los signos, el otro como el reverso del ser, porque ellos alcanzaban una
imagen, oían un nombre, y esa imagen, ese nombre, eran el espejo, el lenguaje,
la riqueza. En cambio los personajes de Béla Tarr no piensan, no contemplan,
recorren el sendero para ir a, para buscar la materialidad del desplazamiento,
de manera que, desposeídos, carentes de mística y poesía, solo duran,
transitan, una actividad tan física y sin resortes que es pasividad. Esta
pasividad, que es la pasividad del acto material, la pasividad del hombre que
tiene hambre y come, el hombre que es hombre y roba, débil, nuestros actos
viles e insignificantemente viles, mis actos, esta pasividad es la apertura, la sensibilidad térmica y
desgastada del hombre, su miedo, su abandono, sin conciencia. Los cuerpos son
impermeables y duros, gruesos como la corteza de un árbol, y precisamente por
ello los cuerpos y la tierra están expuestos, son tocados, envejecen, porque no
sabemos, no, no he sabido, nada entró en mí pero la lluvia mojó mi abrigo y
tuve frío.
…]
Niña con gato en Sátántango”
Mariel Manrique
Que tu rostro, no me domine jamás.
[…]
Estike ha hecho, de su hermano, un
héroe, porque su hermano sabe que en
la vida se gana o se pierde y los que ganan provocan envidia y los que pierden,
lástima. Puma agitado dentro de Estike, que cava un agujero en la tierra junto
a Sanyi y le entrega un puñadito de monedas ahorradas, que carga en el bolsillo
de su vestido. Sanyi la incita a regar ese pedazo de tierra, para que se
multipliquen sus monedas y brote y florezca el árbol del dinero. “Y ya no
seremos pobres?”, le pregunta Estike. “¿Y la gente nos envidiará?”. La
esperanza de Estike tiene la forma de un árbol de monedas. Monedas: malas.
Pudren la tierra lamida por el agua. Puma afila las uñas dentro de Estike.
Estike quiere saber cómo es ganar,
quiere ser útil y ser admirada por Sanyi. En su esconde, acaricia el lomo de un
gato, le susurra una canción de cuna. Estike vive en una novela de László
Krasznahorkai, puesta en imágenes en una película de Béla Tarr llamada, como la
novela, Sátántango. Estike está viva,
por ahora. Comienza a rodar por el piso de su guarida, sujeta con fuerza al
gato, que se debate, con desesperación, entre sus manos. Cuerpo pequeño que se
arquea, gato que llora como un niño, niña que vuelve a rodar en un campo…
…]
Tiempo, historia y cronología, en El
caballo de Turín”
Ignacio Castro Rey
[…]
La primera virtud de El caballo de Turín, 2011) es liberarnos
de la banalidad que circula. Los minutos iniciales, un travelling de musculares imágenes de sudor y esfuerzo animal,
travesía campestre con niebla y maleza agitadas al viento, refuerzan la lasitud
inmensa de lo que viene después. Una poética atemporal enseguida borra el
estruendo de la política y la macroeconomía, la metralla periodística de la
actualidad y también los comentarios de C.Boyero sobre el cine. De pronto la
sala donde estás respira, las sienes
laten, la vida se inicia. Mayorías obscenas y minorías de culto se esfuman por
arte de magia ante un minimalismo visual tan felizmente arcaico que hace
indiferente el significado. En verdad, Tarr no parece en esta película
demasiado interesado por la coherencia lineal de la narración, pero el espesor
de su expresionismo lento parece ahorrar esa necesidad.
…]
Caída y perseverancia en El caballo
de Turín”
Alba Ceres Rodrigo
[…]
Abocadas a la extinción, las polillas
son algo muy terco. El lenguaje del que se valen crepita con la perseverancia
en la madera, la ahueca, la pudre, se la come, la va extinguiendo también de
poco en poco y se acostumbra nuestra escucha, con su batir de alas como
chasquidos, al rumor de su compañía, ese murmullo de siempre alrededor, digamos
que parecido al de la vida, pongamos que el de una vida toda igual, toda igual
de apolillada, quiero decir, así de terca por existir, para que nos ocurra,
siempre, bajo un ávido deseo de permanencia. Sin embargo, el mundo podría
empezar a consumirse con la simple desaparición de las polillas, con su
discreto apocalipsis apenas perceptible para nadie. La vida, de la que siempre
esperamos que sucede, podría, al contrario, no suceder, y el mundo, al cual
acostumbramos exigir la claridad de las certezas, podría convertirse en viento
que ululara, indomable, su propia desesperación, en áspero polvo por todas
partes cubriendo días, más días indistintos, días sumidos en la espera de algo
–de qué que nunca llega-, de otra cosa a imagen de la codicia o las
imploraciones.
Sin grandes estrépitos, podríamos
caer. Con la misma paciencia con la que se crean las cosas, la misma lentitud
para deshacerlas, para sumirlas en el silencio opaco de la nada. Ahora la voz
de las polillas, ahora la voz de todos los otros animales, la voz del agua y de
la tierra, la voz de los utensilios, las voces humanas con su algarabía, la voz
que nos corroe despacio, sea nuestra conciencia, sean los dioses, igual de
despacio podría desaparecer. Los indicios del fin nacen con la sutileza de lo
que nunca acontece, se sirven de la degradación muda en la que nos hemos
confinado. En ella podríamos ceder, abandonarnos a la afonía paulatina de un
canto último, nulo, sin esperanza, soplar la luz, despertar a oscuras y, aun
con todo, seguir preguntándonos por qué, no saber a ciencia cierta la respuesta
e insistir, tercos, hambrientos, circulares, en una eternidad que ya hace mucho
que ha acabado.
…]
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Hermosa selección de textos y buen horizonte de meditación.
ResponderEliminarDegradación y quietud. Ensoñación mística del que cree en poder parar el proceso. El moho puede encerrarse en un círculo de aislamiento por el poder de nuestra mente. Ridículo. El moho es carta de triunfo en la partida del espíritu con sus sombras.
Degradación y lentitud. La lentitud como quietud movida "como por" fuerzas geológicas más que históricas. La tentación del mineral solo violentado por el aire y el agua. Degradación es erosión del simún del desierto, el poder que nos convertirá en esfinges sin sexo ni historia.
Degradación y velocidad: artificio de cámara rápida, movimiento histórico dominado por el afán de tocar y poseer, de cercar el claro del bosque para convertirlo en parque nacional, parcela en la sierra, segunda residencia. Lo sagrado era lo intocable, recuerden si pueden, como el sueño y otros curiosos fenómenos. Posesión: movimiento de ojos que al tocar degrada el punto de encuentro de un "nosotros" hasta convertirlo en un "mío".
Aprovecho para ver algunas imágenes de Béla Tarr. Lenta quietud del aire en la estepa y en los árboles.
Un saludo, amigo, y buenas sendas de estío.
quedarse en la estepa hasta cuartear la singladura de un tiempo que no nos pertenece, recapitulizar tal vez como quien ve un destello que empieza a ser absorbido por el negror más lívido. Capitulizar la “portancia”, lo sombrío, lo desolado, lo sutil, capitalizar lo incierto, es el tiempo del ahora, como desbocado. Fuera y dentro de los caminos. Pero al igual que en los cuentos zen, todo lo infinito nos habla ya de lo finito. Lo animado, nos remite a lo inanimado. Como un ritmo, o casi como un latido. Las puertas y ventanas de nuestra voluntad de resistencia de superar los fines del yo se cierran con más fuerza que nunca pero nunca ese ruido ha sido tan sordo e “hiperhistòrico”. La desfragmentación deviene por la erosión social o la erosión del vacío que somos. Danza. El cine de plano contra-plano favorece el embotamiento, lo estático conquista lo extático desplazando el foco de la percepción. Habrá gente que no entienda el cine “tarriano” pero me cuesta demasiado entender la representación divina, televisada veinticuatro horas.
EliminarIncurre el sueño en las preeminencias de un modo bastante tipográfico. La humedad, el mineral, el moho, el… y después volver. La definición de (posesión) que das es el lema que encabeza todo gobierno. Volved todo instinto deseo. La construcción es demasiado frágil para aguantarlo, el instinto baña como un liquen la piedra hasta darle el color que predicen los sueños. Tallarlos en vida sería el único modo de evitar convertirnos en mito/kitsch del poder, o la santa madre que inventó el poder, llámenlo biopolítica, biopolemos, o fascismo fascimilador, fascinante. Tenemos dos huidas, heridas en el tiempo o heridas en el mundo. El ortopeda del espíritu treta el modo de cerrar paso a alguna de ellas pero el resultado es sorprendente pues aquello que somos cuando venimos al mundo se mantiene protegido. La evisceración de lo social nos viene entregada por apuntes puramente cognitivos. In-vitro. Imbricadas en el espejismo urbi-et-orbi…./
Me alegro que te agradara la selección de textos pero esos números, desbautizan el mundo por si solos. Merece la pena sentir la erosión de los paisajes “tarrianos” allí descritos.
un abrazo Luis. que tengas también quietud, sexo, encuadre, historia, y naturalmente disfrutes de las imágenes.