“Los ángeles
reaccionarios.”
de E.M. Ciorán.
Es difícil formular un juicio sobre la rebelión del menos filósofo de los ángeles, sin mezclar en él simpatía, asombro y reprobación. La injusticia gobierna el universo. Todo lo que se construye, todo lo que se deshace, lleva la huella de una fragilidad inmunda, como si la materia fuese el fruto de un escándalo en el seno de la nada. Cada ser se nutre con la agonía de otro ser; los instantes se precipitan como vampiros sobre la anemia del tiempo; el mundo es un receptáculo de sollozos… En este matadero, cruzarse de brazos o sacar la espada son gestos igualmente vanos. Ningún soberbio desencadenamiento sabría sacudir el espacio ni ennoblecer las almas. Triunfos y fracasos se suceden según una ley desconocida que tiene por nombre destino, nombre al que recurrimos cuando, filosóficamente desguarnecidos, nuestra estancia aquí abajo o no importa dónde nos parece sin solución y como una maldición que debemos sufrir, irracional e inmerecida. Destino: palabra selecta en la terminología de los vencidos… Ávidos de una nomenclatura para lo irremediable, buscamos un alivio en la invención verbal, en las claridades suspendidas encima de nuestros desastres. Las palabras son caritativas: su frágil realidad nos engaña y nos consuela…
Y así es como el
«destino», que no puede querer nada, es quien ha querido lo que nos sucede…
Prendados de lo Irracional como único modo de explicación, le vemos cargar la
balanza de nuestra suerte, en la cual no pesan sino los elementos negativos, de
la misma naturaleza. ¿De dónde sacar orgullo para las fuerzas que lo han
decretado así y que, es más, son irresponsables de tal decreto? ¿Contra quién
llevar la lucha y a dónde dirigir el asalto cuando la injusticia hostiga el
aire de nuestros pulmones, el espacio de nuestros pensamientos, el silencio y
el estupor de los astros? Nuestra rebelión está tan mal concebida como el mundo
que la suscita. ¿Cómo empeñarse en reparar los entuertos cuando, como Don
Quijote en su lecho de muerte, hemos perdido –en el extremo de la locura,
extenuados- vigor e ilusión para afrontar los caminos, los combates y las
derrotas? Y ¿cómo encontrar de nuevo la frescura del arcángel sediciosos, aquel
que, todavía al comienzo del tiempo, ignoraba esta sabiduría pestilente en la
que nuestros impulsos se ahogan? ¿Dónde beberíamos suficiente verbo y
desparpajo para infamar al rebaño de los otros Ángeles, mientras que aquí abajo
seguir a su colega es precipitarse más bajo todavía, mientras que la injusticia
de los hombres imita la de Dios y toda rebelión opone el alma al infinito y la
rompe contra él? A los ángeles anónimos –acurrucados bajo sus alas sin edad,
eternamente vencedores y vencidos en Dios, insensibles a las nefastas
curiosidades, soñadores paralelos a los lutos terrestres- quién se atrevería a
tirarles la primera piedra y, por desafío, a dividir su sueño? La rebelión,
orgullo de la caída, no extrae su nobleza más que de su inutilidad: los
sufrimientos la despiertan y luego la abandonan; el frenesí exalta y la
decepción la niega… No podría tener sentido de un universo no válido.
(En este mundo, nada está en su sitio, empezando por el mundo mismo. No hay que asombrarse entonces del espectáculo de la injusticia humana. Es igualmente vano rechazar o aceptar el orden social: no es forzoso sufrir sus cambios a mejor o a peor con un conformismo desesperado, como sufrimos el nacimiento, el amor, el clima, y la muerte. La descomposición preside las leyes de la vida: más cercanos a nuestro polvo que lo están al suyo los objetos inanimados, sucumbimos ante ellos y corremos hacia nuestro destino bajo la mirada de las estrellas aparentemente indestructibles. Pero incluso ellas estallarán en un universo que sólo nuestro corazón toma en serio-para-expiar-después-con-desgarramientos-su-falta-de-ironía…
Nadie puede corregir la injustita de Dios y de los hombres: todo acto no es más que un caso especial, aparentemente organizado, del Caos original. Somos arrastrados por un torbellino que se remonta a la aurora de los tiempos; y si este torbellino ha tomado el aspecto del orden sólo es para arrastrarnos mejor…)
***
Emil Mihai Cioran. Resinár
1911 – París 1995.
***
Oswald Cromheecke / From Minah 2011 |
Parece como si debiera
existir una culpa que satisfaga la pena, una fealdad en el devenir tal vez
líquido de redoma, expuesto al triste compromiso de saber quiénes somos. Parece
como si el pensamiento fuera la ant(i)agonía
de la acción y es así como aún “el menos filósofo de los ángeles” siquiera no
mereciera más que desprecio, arroyo, silencio. Han dividido los lenguajes en la
misma proporción que habitantes, o eso han, se ha intentado. En cambio
cualquier instrumento musical puede usar menores, mayores y más. Se ha
potenciado la expresividad sobre el devenir de los signos. Obviamente no puedo
caer en el pesimismo exquisito de Ciorán pero su humor impregna de reversibilidad las palabras, suprime el lastre
sentimental que puedan albergar, la introversión lingüística burguesa, la
decadencia reaccionaria, la comunicación de la interioridad y el mundo en
departamentos estancos, como diría un escritor de tetilla en la crisálida de los días venideros, y tras ese afán unitario, un
aplauso colectivo.
La cultura es el poder
de la generalización. Aprovecharse de esa deformación sería luctuoso, ahincarse
más y cada vez más en el esquema motriz, anulando cualquier intervalo en loor
de una idea general. Eficaz suicidio, integrismo. Revivir y no re-crear. La
verdad es que escribo esto tal vez cansado por lo que leo, las piedras que
levanto en busca del animal, pero no siempre. El decadentismo calla, se me
obsequia con el intervalo, el estallido perceptivo que despierta mi interés por
el acontecimiento. En ese estanque descubro los versos de Olvido como si fueran
larvas balbuceantes provistas del cielo maternal, inmaterial, recuerdo o
semilla y árbol.
(CC)
Oswald Cromheecke / From Family Chronicles 2010 |
“Lo solo del animal.”
de Olvido
García Valdés.
hombres desconocidos, sonoridad
ajena
de la lengua, al otro
lado
del río, junto a los chopos, camisa
clara,
motorcillo de riego, cubiertas
las
lomas de calima, de viento que
zarandea
el calor y no cuaja
en
tormenta
se hacen signos los
seres
cuando
se desconocen, modo
del
desamparo, un perrillo acompaña
de
esas razas enanas que la moda ha traído
***
Habrías de hablarme con esa voz
si
yo sigo, y si no, habríamos
de
poder seguir hablando, tú con esa
voz
y yo escuchando
de
una mano adormecida o
de
la carcasa ósea que clavícula
articula
y que protege
el
ápice izquierdo del pulmón.
Esa
voz como urraca
de
marzo o la mañana, de esta
luz
que trae ramas a la mesa o más
cerca
gusanillos de acacia y trasparente
higuera
esclarecida, esa voz
de
en esta vida hubo luz.
***
porque ahí venía o había
de
venir el sol, aurora, porque
ahí
lloraba y maullaba
raimiento
de sí
(quien aún
lo
bueno del sol, calorcillo
de
invierno, aún no tuviera
quien
supiera
o sufriera y bajara
en
el turbión de los días)
semejante
no
ecuánime sino dado a uno mismo y
uno
mismo supiera, aunque no, que eso así
había
de ser, cielo azul de febrero
casi
el de la gran luz
***
el silencio hizo del mundo un
pozo, que
haya
cesado el canto, que la inquietud
le
impida estar en sí, alzarse en calma
al
tejadillo exagonal, el jardín vibra
como
un pozo
después, casi inaudible
una
música recién
aprendida,
átona casi, llegaba
al
corazón en el consuelo
la inquietud
parece
culpa
y es mal solo de lo que no, mal
de
la vida
***
Olvido García Valdés.
Santianes de Pravia (Asturias) 1950
***
Recomposición de una
anatomía vegetal, animal, sin el sentido opaco de molde, del libro. En la
biblioteca me han levantado el castigo y entre otros saco “lo solo del animal”
para abrir a la sombra de un árbol y desentumecer la hojarasca confiando en el
doble filo de las palabras, en su terquedad, saliva sobre el torno de barro,
que todos empujamos…
(CC)
***
aspereza
estado
terquedad
del
olor animal desespero
en
otros mira
si el fantasma está vivo
hila
que hila el fantasma
entre
lugar y hueco
el
olor no sueña
silba
estigma
formas
de pozo
por
el fantasma viene
con
ojo oblicuo
ahí
´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´
Myeongbeom Kim / Deer taxidermy, branches, leaves |
Ayer me fui a dormir -que casi siempre resulta un intento fallido hasta altas horas de la noche- con el Breviario de Podredumbre de Cioran luego de leer a G.Steiner (de todos mi elegido). Eso fue luego de haberme puesto al día (que bien podría decirle "luego de haberme convertido en noche") con algunos acontecimientos mundiales. Me pregunté entonces nuevamente si podría la felicidad tener lugar en un mundo perfecto, si lo más terrible del hombre no es la incapacidad para ser feliz si no es en comparación. ¿Es posible que un mundo "perfecto" sería el fin de todo deseo y de toda esperanza? ¿No será el mundo, tal cual lo conocemos, lo que dios quiso para nosotros, y si dios no existe, un plan naturalmente comprensible si nos apartamos de nuestros espíritus idealistas? Porque así como los ángeles resultan terribles, el proceso que nos convierte en héroes es en general patético cuando programado y antiheroico si espontáneo. En el silencio se encuentran los verdaderos hombres de bien, aquellos que cambian nuestro destino sin que nos enteremos, los que no figuran, los que no proclaman. El alivio de la palabra es también nuestra enfermedad, esa búsqueda de respuestas un fin en sí mismo: no hay un fin más que la muerte y tal vez siquiera ella. Dios es una pregunta, una incógnita que mantiene ocupados incluso a los que se consideran ateos. No hay forma de escapar a nuestra desesperación y es ella misma, tal vez, sólo tal vez pero concebible si tomo distancia de mí misma, la madre de toda belleza existente.
ResponderEliminarTODO ÁNGEL ES TERRIBLE.
Rainer Maria Rilke
PRIMERA ELEGÍA
¿Quién, si yo clamara, entre las cohortes de los ángeles
Me oiría?
Y aun cuando uno de ellos, de pronto, me estrechara contra su corazón,
¿no me desvanecería bajo su existencia poderosa?
Porque lo bello
No es más que ese grado terrible que todavía podemos soportar,
Y si lo admiramos tanto es solo
Porque impasible, desdeña destruirnos.
Todo ángel es terrible. Así pues, me contengo
Y ahogo el clamor de mi oscuro sollozo.
(…)
Un abrazo, querido CC.
Convertirse en noche. Verter lo oscuro en el alma, al abrir la puerta, al redimir la realidad. Pero sucede para bien y para mal que el ser humano tiende, contiende los límites, ambición y aniquilación. Las muertes por narcotráfico en Méjico, rebeliones en Sudán, Yemen, insurgencias en oriente medio, el hambre y la pobreza, Armenia, Mali, Libia, el susurro de males por venir, por no hablar de la estupidez de los países “desarrollados”. Escribir debiera ser como el hablar. Sin detención. Rodeando cada paso como si fuera el decisivo, es decir; eventualizando el icono. El mal de la publicidad. Al final acabo fumando escuchando una película antigua en vez de apantallarme. Describo en un papel lo que no logra totalizar la realidad si no lo hace en una sola hoja. Ver la sombra como lo hace un gato. Hace una semana me ha llegado [Descartes de Mariel Manrique] y me hace pensar que lo mejor está todavía por decir, tal vez, ver, caminar sean la misma cosa, erradicar y errar aunque para ello se nos caigan los párpados a los pies y volteen la infamia.
ResponderEliminarLa infancia
La rica anfitriona me conduce
a una habitación poblada de juguetes.
Una isla de tesoros. Un mundo paralelo.
Puedo elegir el que quiera.
Cada niño invitado a la casa
elige su regalo y se lo lleva.
(Alguien lo escribirá, siglos después.
Sabrá que entre nosotros y un juguete
sobrevuela
la mariposa evasiva del presagio.)
Señalo sin dudar la marioneta
de tela, con costuras
imperceptibles, bien disimuladas.
Un paje cortesano.
Sus hilos son casi invisibles.
Oscila entre el aliento y la impostura.
Mi juguete fascinante y temible.
Lo tomo entre las manos;
como si fuera un ramo de flores
recién cortadas.
Me aterra que se mueve, que respire.
Que se deslice y se aparte;
que me ignore y me aleje.
Me aterra que me mire
como a un par.
En mi cuarto y a puertas cerradas
aprendo el diccionario de sus desplazamientos.
Hace lo que le pido.
Es una cuestión de cálculo.
Posiblemente sea mi primer
deslumbramiento.
Que si aplico ciertas reglas sencillas,
haré caminar a un fantasma inmóvil.
Le daré voz a un muerto.
Uno, dos, tres- Cuatro, cinco, seis.
Y al revés. Me reverencia.
Una vez. Otra vez.
Durante cierto tiempo
Hasta que intuyo que un misterio revelado
puede esconder, sigiloso, otro misterio.
Me intriga y me pone nervioso.
Quiero saber lo que se esconde adentro
de mi obediente compañero enano.
Lo sacudo y lo arrojo contra la pared.
Me impaciento, me enojo.
Me concentro en la afanosa labor
de convertirlo gradualmente
en un despojo.
Lo rasgo y lo desgarro,
lo amputo y lo destripo.
Hasta quedarme
con un tendal de hilachas
y un montón de puñados de estopa
inertes y revueltos. No era así.
Retrocedo espantado. No quisiera gritar.
Cierro los ojos y sigo viendo y grito.
Porque quisiera decirme que sí.
Y grito de rabia porque no,
porque había esto,
y esto tan desencantador,
esto tan miserable y pobrecito,
definitivamente no puede ser
el alma.
El Rey
ResponderEliminarCierto es, que casi nunca,
tuve un gran deseo de ser,
-lo que fuera-
como no fuese, el de ser, uno más,
que empuja las mareas y atardeceres,
de los mundos que inventamos cada día.
Circunstancialmente,
cazador de ratones,
- ya van más de veinte
y a sí, poder decir,
que soy primero en esta nueva aventura:
el matador, el rey,
exterminador de roedores.
¿Que nuevas experiencias, me promete la vida?
joe