Hay mañanas que
descienden
sin forcejeo con
la noche, gasas
por la rampa de
los párpados.
Nos alumbran de
espalda
a todos los
relojes, mañanas
de harina y
guata, de trino
sosegado y
brotes
de primera hora
asomando
en las sienes-
Mañanas que son
una rambla
recién llovida
reclamando los pies
con sus
baldosas.
[Mañanas]
Hasta
la claridad se extravía
si
no hay cuencas para retenerla
Suspendidos en
la pelvis, dos frutos custodian las semillas
con la luz
opalina de sus llemas. Arca de los nacimientos,
almácigos con
todas las edades a cuestas, resistiendo en la
penumbra la
extenuación de las fuentes con el hálito de
la sangre y la
sola determinación de su seda.
La luna alza sus
racimos en la tierra y hunde en el vientre
de cada mujer
sus esquejes, orbita el sueño de la materia,
el mandato de
nacer y morir desovando veintiocho soles
muertos.
La humanidad
estiba todo su polen: los por nacer, los que
nunca se
asomaron, en dos barcas blandas diminutas como
almendras.
[[1]
Gatos, libros y la poesía de Laura, estupenda combinación. Hermosísimo libro Noche sin clausura.
ResponderEliminarGracias por esta entrada, Rider, voy a dar cuenta de ella en el blog de Candela.
Un abrazo.
No puedo más que asentir, sentir, en la página justa que me toca vivir, atisbando en esa noche sin clausura el ciframiento que me corresponde, como lector y sí, abismado por la vibración de tantas palabras todavía inmedibles, tácitas…
Eliminar“Esas palabras
que sólo se revelan
cuando los pies se impacientan
junto al precipicio”
(Laura G.)
Al romper el día, en la penumbra se yuxtaponen los sonidos y el umbral, frágil e incandescente de nuestro orden vital inciden en el tejido que nosotros ignoramos, pero nos besa al caer, cayendo.
Mariel Manrique
“En su descenso Laura apela a lo orgánico, a los fluidos y a la materia viva, concentrándose en la voz reveladora de lo ínfimo. En su escritura hay sangre, calcio, árboles, semillas, piedras, flores y agua. Hay sal y sed de redención declinada en elementos mínimos, como si el texto se revelara a ser vestido y excavara hasta alcanzar, desnudo, el núcleo irreductible de las cosas (“sin exiliar las palmas del suelo”)”.
Ese núcleo silencioso y oscuro, vivencia de un camino (el de Laura) que se da como vuelta sobre un pasado sobre el cual se intuye el presente, se crea la presencia, es un núcleo cálido, cercano, que atisbo ya en la cuenca de mis órbitas al cielorraso.
Abrazos Mar.