“La cavidad verbal.”
de Juan Larrea.
Un día me sucedió
que percibí sin más la existencia de un vidrio intercalado entre los demás y
yo, vidrio más o menos transparente según los agentes psíquicos, de manera que
por claros momentos podía creerme a su lado formado parte de sus mismas
sospechas. Mi vista llegó a englobar la unidad conjunta; constituíamos todos,
un único ramillete aunque contemplado por dos ojos de diferente color. De este
modo se explicaba, siendo el que me miraba oscuro, lo turbio y parcial de mis
sensaciones. Sentía no ser sino en una misma presencia, la presencia de algo
difícil de discernir, y experimentaba el deseo de ser vidrio para convertirme
en ella, haciéndola idéntica a mis profundas ansias.
Mas el vidrio, a veces, amanecía empañado -se hubiera dicho el final de todo-, viéndome entonces obligado a luchar contra el deseo de trazar en el mi nombre con el dedo. Sabía que hacerlo equivalía a decretar mi muerte redactando mi epitafio. Equivalía a dar un nombre a la muerte, llamarla Juan o Pedro o Nicomedes. Al fin empecé a escribir un nombre cualquiera, Felipe, y oí un pequeño crujido como si un pétalo cayera, mientras que, como si formara parte de una balanza, se elevaba un suspiro. A través de esas letras me era dado contemplar.
Y vi que no había
sino un hombre, uno solo, habiendo todos los demás desaparecido. Un hombre que
nunca había visto anteriormente y comprendí que debía tratarse de mí mismo. Era
ese hombre presa de una gran curiosidad e iba de flor en flor mirando a través
de ellas como se mira por el ojo de una cerradura a una mujer que se desnuda.
Contemplaba con tan grande atención, con tan perfecto olvido, que me era
difícil contenerme y no mezclarme a sus diligencias. Sabía yo que ELLA se
encontraba allí y que era mi lugar usurpado. Decía: Yo, yo, yo soy yo… y me
sentía huérfano de algo, como una caja sin tapadera, inacabado no cerrado. Me
volví entonces hacia atrás para hacer compartir mi desventura. Y encontré mil
rostros repetidos como los motivos de papel pintado de una habitación. e
iluminados por una luz que les llegaba de dentro a fuera. Todas las palabras
estaban asimismo allí, pero desprendidas de toda voluntad y sin significación.
Uno de ellos decía: grasa, grasa, y lloraba a raudales. Yo anhelaba saber el
contenido de esa palabra porque tenía celos de sus lágrimas y quería llorar más
que él.
Alguien llegó
diciendo: -Oh, ¿eres tú? -Sí, soy yo, respondí, mas sin saber en realidad lo
que quería decir; -Yo soy yo. Pero otro exclamó: Oh, no es posible! Yo soy yo.
-Qué equivocación, intervino un tercero; Tú no eres Yo, tú eres Tú… -No,
perdón, corrigió aun otro; Yo soy yo.
Pero una voz clamó: -Yo soy el llamado a llorar. (Desde el comienzo se estaba esperando este instante.) Yo va a separarse, yo va a partir, es preciso partir. Soy el llamado a llorar.
Entonces todos se echaron a llorar como si en un día quizá lejano hubieran sido ya ríos.
Y todos se vigilaban envidiosamente como moldes.
***
Juan Larrea. Bilbao 1895-
Córdoba (Argentina) 1980.
***
Larrea…. amputación sonora,
seno verbal, receptáculo de muñones, desarticulante de la retórica, del
idealismo romántico. Desencadenante de impulsos pulverizando el ritmo, no la
lentitud. “En el país de la risa, la
ceniza precede al fuego” (Oscuro Dominio.) Desde el precipicio intensivo aloja la sombra
sobre un bosque enmarañado para obtener el brillo, en su justa y deslumbrante
medida. “Por su propio peso la tristeza baja los grados de la escala social /
entre los gritos profesionales del horizonte” (Metal de voz.)
En un tiempo en
el cual nos obsesionamos por recitar el morbo, lo rocambolesco, la imagen, el
grito, la herida, uno se apercibe de que eso no es literatura ni nada. No cruza
la sustancia del tiempo en el que vivimos con un más lejos, y ensortija en una
dialéctica decimonónica su voluntad de poder, su anhelo desafiante olvida la
acritud de las palabras. En un poema de Luís Martin-Santos escrito “en contra”
de los ultraístas (grupo en que quisieron encasillar a Larrea) extraigo los
siguientes versos.
"No rastrojos: cosecha
idealizada;
no tratados: rupturas y
conquistas;
no sereno: borrascas
bajo el sol."
La disolución del yo
ante el alfabeto, esa irresistible costumbre de identificar las palabras con el
rol del escribiente, permite irónicamente el relajo y deambular entre las
intensidades, las identidades actuantes con el nombre, ese que nos ungió,
tenemos la visión, ciegos, sin versión. En cambio las tribus han alzado
velódromos desterrando cualquier lugar habitable. No existe disponibilidad para
las aves nómadas, el reloj de los tiempos ha suprimido el campanario, la cuerda
rodea otros cuellos y esa cuerda, une los cuerpos. En los intervalos del
tríptico de la verdad de Antonio Méndez Rubio percibo esa realidad, escuálida,
pero no por reducción sino por multiplicidad, adecuación que no busca la verdad
sino la producción,
esquejes.
esquejes.
(CC)
***
“Tríptico de la verdad”
de Antonio Méndez
Rubio.
I
Dentro
de esa inocencia
hay
una parte de secreto
que
habla por ti y por mí, que
calla
sin
encontrar un lugar
fuera
de las palabras. Dentro
nadie
va a despertar
después de
lo
que no nos separó.
Cuando
no iba a ser tarde.
Luego
nunca amanecía.
Los ojos
miraban
el cielo sin
nubes.
II
Por
debajo del cielo,
volando.
He
visto unas cigüeñas
quedarse,
flotar
sin
saber cómo.
Llegan.
El
mundo es inseguro.
Es demasiado
pronto.
III
¿De
verdad que no te acordabas
de
lo difícil que te parecía escribir
con
todas las letras,
hacer
como
si en un hechizo se juntaran
unas
palabras con otras
y,
con los ojos más fuera que
dentro
del mundo,
con
la mano no apartada,
no
sola,
saliendo
ojalá indemne
de
toda mi soledad?
***
Antonio Méndez Rubio. Fuente del Arco, Badajoz,
1967.
***
Dibujo de Laura Giordani |
¿Quién se esconde tras las palabras? ¿Tras el alfabeto? Respuesta difícil, más cuando tampoco somos capaces de definirnos a nosotros mismos. Cuantas pieles usamos, cuantos nos habitan. ¿Cuál de todas ellas nos representa mejor? ¿Interpreta con mayor exactitud la realidad? Si es que la realidad puede definirse. La verdad no es concepto científico, y casi me atrevería a decir que tampoco filosófico. Es mera percepción expuesta a las ilusiones y emociones del ego, del ego cambiante que se mueve entre conciencia e inconsciente. El alfabeto, las palabras pueden usarse para pescar esas intuiciones. Los destellos del intelecto racional e irracional. Al parecer nuevos estudios apuntan a que la conciencia solo evalúa las decisiones previamente decididas y tomadas por el inconsciente, una simple estrategia para convencernos a nosotros mismos que la opción escogida es fruto del raciocinio y no una simple intuición no meditada. La mente, el yo, esa lejana frontera desconocida que nos define y define nuestra visión del mundo, sus realidades. ¿Serán las palabras capaces de expresar su estructura y los sentimientos que en ella tienen lugar? La música, la pintura, la danza, la ciencia, cada arte es un intento, una vía para liberarnos, entendernos. Y todas ellas con sus limitaciones.
ResponderEliminarUna vez me dejo llevar por mis cavilaciones a partir de tus textos, y me alejo demasiado de la materia. Perdona Rider. Un texto muy sugerente, el original y tu reflexión sobre el mismo. Textos intuitivos, así los entiendo yo.
Un gran abrazo
Responder a tantas alternativas divide desde el momento inicial cualquier causa, es decir, el tratamiento mínimo que se hace de un espejismo, por persona. Divagar, a la luz de una lámpara de alambique.
Eliminar“El mundo es inseguro.
Es demasiado pronto.” [Tríptico…]
dejoun poema suyo más /
Poética
“Arena libre de lo visto:
paciencia de una lejanía
perdida en el obrar común.
Ave salvada de lo visto:
duración para reencontrar
el calor sellado de los vientres.
Umbral negado de lo visto:
trayecto de sol movedizo
siempre en mitad de la tarea.””
Cambiamos los estantes, los estatutos siguen violados, siglos en signos, nadie es ajeno a su identidad, dividida más que por imposición por pre-origen. En un modo racional las percepciones refieren a una astucia espacial de la conservación, endurecer la superficie de cada cosa aprehendida. El talismán es la música, pero no porque la música sea una mera reproducción. La poesía no ha de satisfacer siempre al perfume irresistible de alguna mujer encantadora. Ha de ser el intervalo a ese perfume. Según el cuestionario básico de la sociedad privilegiamos lo instantáneo, el remedio, un catálogo de miembros amputados. La percepción está imbuida en una fragmentación, su lenguaje hace círculos en barrena buscando el alfabeto sediento. Es imposible no pensar cuando se escribe por ejemplo. Escribir para mí es una tertulia sosegada, con el viento moviendo las cortinas, los libros y los muebles esparcidos, la gente cruzando el pasillo, las voces de la calle, y se oye, perfectamente la indignación. Establecida en un más allá indecible.
[Amanece] Laura Giordani.
Amanece porque hay ojos que se rinden de madrugada
y manos que la desnudan otra vez, tan blanca, tan impúdica,
amante desperezándose en las cuencas con su perfume de pan recién hecho y ese toque de rocío en los labios. Amanece como una promesa incumplida
eternamente, como si un dios se alzara y de hiciera más frondoso con la música de nuestra caída.
¿Qué dioses reverdecen sobre tanta hoja seca?
Amanece porque fue ordenado desde antes,
desde mucho antes de esta madrugada, antes de los huesos que se incorporan obedientes cuando tocan las luces su diana.
Amanece porque toca, como la muerte: a pesar nuestro y
sobre todo, sobre las cabezas.
Amanece porque toca, como la muerte: a pesar nuestro y
sobre todo, sobre todas las cabezas.
[Amanece]
/
Esta poesía la.
Esta poesía.
Esta.
Un abrazo y excusa que no haya contestado antes. Hay días en los que leo cosas magníficas (además de tus textos) y también me gusta compartirlas en su momento. Si considero que no tengo nada que decir, callo.
Escribir con todas las letras de todas las cosas es magia, y tú lo logras siempre.
ResponderEliminarQuisiera pensar que no es lo más importante aunque inevitablemente a veces creo que no hay palabra que no tenga un lugar invariable. Sería una estaca. Pero es más probable decir estafa que estaca. Pero en esa fragilidad es inevitable demorarse, arrancar la autocomplacencia y el derrotero que no corresponde. El orden se ceba como un hermoso cerdo de cuaresma, la neurastenia es la consecuencia, el orden es occidental y desde la primera antorcha, se encendió el rebate supuestamente credencioso de no comer carne en semana santa, esa carne tan rica y saludable como la de cerdo. Para recordar a cristo no hace falta abstener, aquello, ni sangre. Me gusta que digas que escribo con las letras de las cosas, es complicado para alguien que no sabe manejarse en la vida poder escribir con las palabras, es cierto, algún día suelto me siento en la esquina de la butaca pero habitualmente el tiempo constituye un elemento flojo en la perseverancia, ahora miro un momento la calle, ahora miro un libro sobre el que reposa un objeto a modo de ancla.
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