“Israele”, publicado en Nuovi Argomenti, abril-junio
de
1967.
PIER PAOLO PASOLINI
Israel
Sé
que el viejo Ben Gurión
(corredor
de carreras campestres
que
ha recorrido a pie por última vez
el
camino del Parlamento)
está
en su kibutz, en el exilio,
como
un niño escapado de casa.
A
los heridos no les intimidan los heridos.
Es
más, pueden acusarlos: “Decid, vosotros, en lo íntimo
heridos
por una gloriosa, milenaria timidez...
¿por
qué os habéis evadido del mundo,
para
reconstruirlo según los viejos amores
que
tanto os han intimidado?
¿Cómo
podéis soportar, minoría
de
víctimas antiguas,
ser
ahora, en el kibutz, en las ciudades,
una
mayoría llena de la dignidad de ser?
Vosotros,
que habéis vencido con la Razón
a
la No-Razón, a cuyo mito tanto, por otra parte,
habíais
contribuido, ¿por qué?
¿Por
qué os dejáis hoy vencer por sus fábulas
más
marchitas – este regreso a la tierra?
He
visto en una calle de las provincias
del
norte, entre reforestaciones y depósitos
de
un mundo desnudo, todavía, como una colonia,
pero
ya profundamente trabajado, a un pequeño
hebreo,
uno de vuestros subproletarios, nada más
que
un sombrío pastorcillo lucano... o sirio...
¿Qué
os empuja a la experiencia de la pobreza?
He
visto, con blancas manos de intelectual
a
un hebreo utilizar herramientas de agricultor.
¿Qué
sentido tiene hacer esta experiencia
ahora
que precisamente el mundo campesino muere,
desde
la prehistoria hecho historia (con todo
lo
que vosotros, con griegos, florentinos,
europeos
habéis
dado,
para que fuera historia del hombre)
para
dar paso a una Nueva Prehistoria?
¿Acaso
es una solución exorcizar
la
cueva familiar –la institución
de
la pobreza y del terror?
¿Por
una cueva colectiva consagrada
por
los mitos de las religiones industriales,
para
aterrorizados?
¿No
fue esta tierra, tierra prometida
cuando
estaba en el centro del mundo?
Ahora
está en sus márgenes: ¿y vosotros creéis
que
es siempre la misma, elegida por Dios
para
vosotros?
¿Cómo
podéis vosotros, laicos más que cualquier laico,
fundar
el más laico de los Estados
sobre
una promesa de Dios?
Pero
estoy en vuestra absurda patria
como
uno de vuestros conciudadanos”.
Agotada
la primera mirada, Tel Aviv ------- (Esaurito il primo sguardo)
no
es más que una ciudad con su vida.
Con
la vida de una mayoría.
Con
su destino que puede no interesar,
que
puede no conmover. La vida
que
sigue adelante, adelante siempre
de los demás, como en
todo el mundo.
Una
ciudad cerrada, perdida en sí misma,
huraña,
carente de aquella ternura,
aquella
necesidad de ayuda, aquella necesidad
de
liberarse vehementemente, para regalar
su
propia historia.
Mis
ojos, inconscientemente, culpablemente,
son
para los pocos árabes que reconozco
no
tanto por el paso como por los ojos.
Muchos
hebreos se asemejan a ellos (venidos
de
Marruecos, del Yemen pastoral): pero
se
distinguen enseguida, como por elección.
En
los ojos de los hebreos se lee, en efecto,
la
lucha contra el deseo de no ser,
en
los de los árabes en cambio se lee la estúpida,
la
adorada voracidad de ser.
El
desierto (conquistado metro a metro,
por
arbolitos alineados), la aparición
de
Berseva, el Desert Inn, la llegada a Sodoma,
el
encuentro con alguna tribu de beduinos...
¿Cuál
es la historia de los caros a Dios?
¿La
de los hebreos que ha adquirido
la
enormidad de locos esqueletos industriales,
o
la de los beduinos, solos con sus ojos
de
alegres serpientes entre los harapos?
Terminado
mi día de fiesta, cansado
petulante
turista (investigador
neurótico
para un panel capitalista,
finalmente)
me doy cuenta de que ninguno de los chicos
que
he visto en las turbias orillas de Tiberíades
–pasando
su día de fiesta,
haciendo
autoestop, de pesca, en el esquí acuático,
centroeuropeos
rechazados al sol de las colonias–
ha
levantado nunca la voz o sonreído.
Llegado
quizá de Córdoba, de Sevilla,
donde
la sangre árabe y latina
le
dan a un muchacho hebreo la absurdidad
de
una belleza cocida por tres soles,
se
finge aquí perdido tocando un instrumento,
guitarra
o banjo, patiabierto en vilo
sobre
la acera, la entrepierna del pantalón
americano
que parece reventar, consumido
por
suprema elegancia, como es. Loca
por
él, una muchachita le llama,
vuelve
a llamarle, finge no querer saber nada de él,
y
tener otras rabias en su alma.
Él
no sabe lo que significa ser amado,
niño
salvaje, con hombros de atleta,
o
lo sabe... y arrecia su timidez,
en
la payasada del canto, y si por azar
le
hace caso a ella, ya es un padre, o una tierna
madre:
viene de los países en los que el hijo
sabe
que debe ser un rey. Y los compañeros
inquietos
sobre la acera mellada
delante
de un nuevo cine de Jerusalén,
sobre
la calle color de las vísceras, del polvo
de
las pestes, ellos también tienen para el juego del amigo
ojos
risueños y consternados, deshechos
por
aquel regazo donde reina el pudor
ahora locamente tenso como el de los
héroes
griegos
cuando se batían los muslos riendo.
Son
tan puros
porque
en Jerusalén habrá nuevas matanzas,
su
sangre ya corre, su carne
ya
está martirizada, su ceniza recogida,
víctimas
que, sin embargo, ríen, de una elección
que los ve libres
sólo de ser futuros muertos.
“Gaza”,
publicado en TheNation, 19 Noviembre 2012.
1967 y el poema sigue tan actual.
ResponderEliminar"Cuando se despoja de su vieja piel
Eliminarla serpiente proclama la resurección
a todos los creyentes
aunque hay quienes se cansan pronto
de nacer y renacer..."
Retomo estos versos de tu espacio, de Margaret Atwood que también intuye el horror, el renacer pero de un no-nacer del todo. Pueblos anclados con la gracia de las grandes potencias, cuyo reconocimiento es el de tirear. Supongamos que el tiempo avanza, supongamos que algo cambia, o queramos que el tiempo avance, anhelemos que algo cambie.
Abrazos.
duele
ResponderEliminary odioso ver que los más débiles soportan las nuevas prehistorias, las de los descalzos sonriendo al sol, no sabemos donde duermen hasta que los descubrimos de los escombros.
Eliminarun abrazo
Tel Aviv sin ternura, yo diría que es apenas un margen de la sin ternura. Apenas el punto del mapa donde ubicar la inmisercordia. Esa niña que está abajo puede ser mi hija, y ya estoy a punto de ponerme a llorar. Y ni siquiera he visto una gota de esa sangre de inocentes. Un abrazo.
ResponderEliminarTerrible. La guerra planificada entre estos dos países vecinos además de acabar con la vida de los niños, también vinculca odio al kibbutz de la no-razón. Un abrazo Darío.
ResponderEliminarNacer aquí o allí y estar marcados de por vida.....somos cada vez más inhumanos. Terrible. Y duele, duele como dice Emma.
ResponderEliminarUn beso, Darío
Seguramente todo lo ocurrido responde a intereses ocultos, o no tan ocultos. Bastará fijarse un poco. Demasiado humanos.
Eliminarabrazos carmela
Y según la mayoría de países ricos, los israelíes NO son los culpables.
ResponderEliminarQué bien todo.
No nos forjemos idea mínima según dicen los "media" dominantes, ni un tantito así!
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