7 de marzo de 2012

Dear Old Stockholm




"Es difícil llegar a uno mismo. Tal vez 
porque también es difícil hallarse en situaciones 
desacostumbradas en las que sentirse absolutamente desamparado. 
Este es el problema: todo se nos ha hecho demasiado habitual, 
todo está siempre dispuesto.” 
Chantal Maillard

*

La etnología ortodoxa no ha sido más que una tentativa
 y harto acrítica para aplicar la teoría darwiniana de la evolución a los hechos de la experiencia social. 
No se conseguirá ningún progreso en etnología
 hasta que los doctos se desembaracen de una vez por todas de la curiosa idea de que todo tiene historia;
 hasta que se den cuenta de que ciertas ideas y ciertos conceptos
 son tan finales para el hombre, en cuanto ser social, como determinadas reacciones fisiológicas son finales para el mismo en cuanto ser biológico”. 

Dr. Paul Radin
La religión primitiva. Su naturaleza y origen.” Dover, Nueva York, 1937.


Philippe Petit : Admitámoslo. Usted ya no cree en la historia como concepto nacional, ya no cree en las promesas de la historia. Pero ¿sigue creyendo, como decía Adorno, en la crítica del mundo en nombre de sus propias promesas? ¿Sigue creyendo, de acuerdo con Gilles Deleuze, “no en otro mundo, sino en el vínculo del hombre y el mundo, en el amor o en la vida”?

Jean Baudrillard : Si se toma tal cual es, el mundo no tiene historia. Como máximo tiene un destino, pero ¿cómo saberlo? ¿Cómo saber si lo que está en juego es el destino del género humano tal como ha nacido al comienzo de su historia, un género humano cuya genealogía se puede seguir, un género humano en perpetuo ascenso? Lo que ha cambiado es que las apuestas se han desplazado al nivel de la especie y no del género. Lo que está en juego es el destino de la especie. Ahora bien, es mucho más difícil en un proyecto de la especie. Incluso en nuestros días, las nueve décimas partes de la humanidad están al margen de la historia, al margen de un sistema de interpretación y de inscripción que ha nacido con los tiempos modernos y que desaparecerá. La historia es una especie de lujo que se han permitido las sociedades occidentales. Es “su” historia. Que ésta parezca desaparecer es una desgracia para nosotros, pero permite ceder sitio al destino, que siempre ha sido patrimonio de las demás culturas. Las otras culturas jamás han carecido de destino, mientras que nosotros, en nuestras sociedades occidentales, no lo teníamos.

Jean Baudrillard.
“Le paroxyste indifférent” París, 1997.
 
De ordinario, se inclina uno a creer que el siglo XIX prestó, por razones en su mayor parte políticas y sociales, una atención más aguda a la historia humana, que se abandonó la idea de un orden o un plan continuo del tiempo y también la de un progreso ininterrumpido, y que, al querer relatar su propia ascensión, la burguesía volvió a encontrar, en el calendario de su victoria, el espesor histórico de las instituciones, la pesantez de los hábitos y de las creencias, la violencia de las luchas, la alternancia de los éxitos y los fracasos. Y se supone que a partir de allí se extendió la historicidad descubierta en el hombre hasta los objetos que había fabricado, al lenguaje que hablaba y, más lejos aún, hasta la vida. El estudio de las economías, la historia de las literaturas y de las gramáticas, a fin de cuentas la evolución de lo vivo no serían más que el efecto de la difusión, sobre playas del conocimiento cada vez más lejanas, de una historicidad descubierta primero en el hombre. Lo que pasó fue en realidad lo contrario. Las cosas recibieron primero una historicidad propia que las liberó de este espacio continuo que les imponía la misma cronología que a los hombres. Tanto que el hombre se encontró como despojado de lo que constituía los contenidos más manifiestos de su Historia: la naturaleza no le habla ya de la creación o del fin del mundo, de su dependencia o de su juicio próximo; no habla más que de un tiempo natural; sus riquezas no le indican ya la antigüedad o el próximo retorno de una edad de oro; no hablan más que de las condiciones de la producción que se modifican en la Historia; el lenguaje no lleva ya las marcas de antes de Babel o de los primeros gritos que pudieron resonar en el bosque: lleva las armas de su propia filiación. El ser humano no tiene ya historia o más bien, dado que habla, trabaja y vive, se encuentra, en su ser propio, enmarañado en historias que no le están subordinadas ni le son homogéneas. Por la fragmentación del espacio en el que se extendía en forma continua el saber clásico, por el enrollamiento de cada dominio así liberado sobre su propio devenir, el hombre que aparece a principios del siglo XIX está “deshistorizado”.

Michel Foucault
 “Las palabras y las cosas” Une archéologie des sciences humaines” 1966.

No se puede decir absolutamente que las masas no razonan y que no pueden ser influenciadas por razonamientos.

Sin embargo, los argumentos que emplean y los que son capaces de influenciarlas son, desde un punto de vista lógico, de una clase tan inferior que sólo por vía de analogía se las puede describir como razonamientos.

El raciocinio inferior de las masas se basa, al igual que el raciocinio de un orden superior, en la asociación de ideas, pero entre las ideas asociadas por las masas hay sólo vínculos aparentes de analogía o sucesión. El modo de razonar de las masas se parece al del esquimal quien, sabiendo por experiencia que el hielo – un cuerpo transparente – se disuelve en la boca, saca como conclusión que el vidrio – un cuerpo igual de transparente – también debería disolverse en la boca; o al del salvaje que se imagina que comiéndose el corazón de un enemigo valiente adquirirá su valentía; o al del obrero que, habiendo sido explotado por un empleador, inmediatamente concluye que todos los empleadores explotan a sus hombres.

Las características del razonamiento de las masas son, por un lado, la asociación de cosas disímiles que poseen una conexión meramente aparente entre sí, y por el otro, la inmediata generalización de casos particulares. Son argumentos de este tipo los que ofrecen a las masas quienes saben cómo manejarlas. Son los únicos argumentos por medio de los cuales las masas pueden ser influenciadas. Una cadena de argumentos lógicos es totalmente incomprensible para las masas y es por eso que está permitido decir que no razonan, o que razonan falsamente y no pueden ser influenciadas por medio de razonamientos. Al leer ciertos discursos, a veces uno se asombra de su debilidad siendo que, a pesar de ello, los mismos han tenido una enorme influencia sobre las masas que los han escuchado. Lo que se olvida es que su intención fue la de persuadir colectividades y no la de ser leídos por filósofos. Un orador, en íntimo contacto con la muchedumbre, puede evocar imágenes que la seducirán. Si tiene éxito, su objetivo estará logrado y veinte volúmenes de disertaciones – siempre el resultado de la reflexión – no valen lo que unas pocas frases que apelan a los cerebros que había que convencer.

Sería superfluo agregar que la impotencia de las masas para razonar correctamente les impide manifestar rastro alguno de espíritu crítico, esto es, les impide ser capaces de discernir la verdad del error o formarse un juicio preciso en cualquier materia. Los juicios aceptados por las masas son meramente juicios impuestos sobre ellas y jamás juicios adoptados después de una discusión. En esta materia, los individuos que no sobrepasan el nivel de una masa son numerosos. La facilidad con la que ciertas opiniones obtienen una aceptación general resulta más especialmente de la imposibilidad experimentada por la mayoría de las personas de formarse una opinión íntima y singular basada sobre un razonamiento propio.
Gustave Le Bon
“Psicología de las masas” 1895
 

       Queridos lectores. Creo que ya es hora de leer poesía de Maillard. También confieso que mi actual estado me impide escribir un relato y menos un poema. Un estado de respiración estática y por tanto deseo que transitorio. Anhelando dejar atrás mi yo y mi circunstancia, pequeño síndrome de Estocolmo, en pos del viso interior, del encuentro con uno mismo. Decirse.  Pero de momento…

Este será mi primer libro-poema que lea de Maillard...

***

 
1

Un hombre es aplastado.
En este instante.
Ahora.
Un hombre es aplastado.
Hay carne reventada, hay vísceras,
líquidos que rezuman del camión y del cuerpo,
máquinas que combinan sus esencias
sobre el asfalto: extraña conjunción de metal y tejido, lo duro con su opuesto
formando ideograma.
El hombre se ha quebrado por la cintura  y hace una reverencia después de la función.
Nadie asistió al inicio del drama y no interesa:
lo que importa es ahora,
este instante
y la pared pintada de cal que se desconcha
sembrando de confetis el escenario

[Tuerzo la esquina. Apresuro el paso. 
Se hace tarde y aún no he almorzado.]

2

¿Debo añadir que el viento ululaba
como un perro salvaje
tras la puerta embestida?
No lo haré.
No me pregunten por el viento:
yo no sé si lo había.
Y aunque si así fuese, en todo caso,
sería irrelevante.

[Acabo de encontrarme con un viejo amigo.
                 Me ha pedido consejo
acerca de unos poemas que está escribiendo.]

3

Su rostro es muy delgado y dirige hacia el cielo
el mirar casi obsceno de un gran ojo azul
y otro ojo al que ciega
el guano que ha estampado una paloma
al modo en que sellan
las cartas con el lacre.

[Le ha puesto al libro un título extraño:
           Matar a Platón.]

4

¿Y qué hay del sentimiento?
¿Debería haberlo?
¿Es poesía el verso que describe
fríamente aquello que acontece?
Pero ¿qué es lo que acontece?

[Trata de una mujer que es aplastada por el
impacto de un sonido,]

Chantal Maillard
“Matar a Platón”, 2004
V.O. Subtitulada.
***

10 comentarios:

  1. 24 horas, sin historia precedente, ni futura...ser...vivir. todo lo que colgaste me interesa, me absorve el pensamiento a diario y me cuestiono. Un beso

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  2. Los poemas de Chantal, son en sí, una forma de hurgar demasiado profundo, sin definir hipótesis, ni metodologías, ni marcos. Son maravillosos y eso me place.

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  3. Si te interesa el tema del ser social, te recomiendo que te leas algún libro de Aronson, como "El animal social". Quedarás repleto de información.

    Un saludo.

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  4. Fiorella
    El secreto del mundo está en la mirada. Mal me temo que mi actual estado de astronauta entre estos autores arranca dolor, martillea las flores y me deja también gravitando. Pero hay que dar el paso, representar la acción, vivir la incertidumbre, vivir en una consciente inocencia. Besos.

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  5. Joven Cuervo
    Hurga el exterior con la entraña. Nombra el acontecimiento. Para definirla haría falta el tacto, el extrañamiento a la filosofía. Poco conozco de filosofía, por eso me empapo ahora de ella para poder golpearla y convertirla en un arrecife de coral. De momento lo que leo de “matar a Platón” se asemeja a un tejido, una fertilidad de coral extendiéndose a las veredas del alfabeto andante.

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  6. Noctívaga
    Vamos como insectos de luz hacia tantas direcciones que se nos partirán las alas. Intentaré conseguir el libro recomendado pero me temo que apelar en demasía a esas lecturas será algo así como intentar alcanzar una estrella ya extinta. Para quedarnos afónicos holmienses como enhilas en tu entrada.
    Un abrazo.

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  7. Asi se resume todo, en el misterio de vivir, todos hablan de los mismo, la musica,los filosofos, las peliculas, siempre se cae en el mismo punto.Pero si tan solo cada dia que amanece decimos "me entrego a tal o cual cosa" esto cambie, vivir creyendo, vivir dejandose al viento.Vivimos cuestionandonos todo, esto es simple, la palabra es tan chiquita--> VIVIR.

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  8. Ceniza siempre inacabada. Viviremos con algo desconocido siempre delante de nuestros ojos, y en cambio al cerrar el día. Volvemos a la penumbra y los destellos de las estrellas que nos recuerdan, en el sueño, que tal vez el mundo nos ama. Un vínculo muy fino pero no menos importante.--VIVIR-amar-soñar.

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  9. publique mi comentario con el blog del trabajo, un saludo.

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