Miles Davis - Dear Old Stockholm
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"Es difícil llegar a
uno mismo. Tal vez
porque también es difícil hallarse en situaciones
desacostumbradas en las que sentirse absolutamente desamparado.
Este es el problema: todo se nos ha hecho demasiado habitual,
todo está siempre dispuesto.”
porque también es difícil hallarse en situaciones
desacostumbradas en las que sentirse absolutamente desamparado.
Este es el problema: todo se nos ha hecho demasiado habitual,
todo está siempre dispuesto.”
Chantal Maillard
*
La etnología ortodoxa no ha sido más que una tentativa
y harto acrítica para aplicar la teoría darwiniana de la evolución a los hechos
de la experiencia social.
No se conseguirá ningún progreso en etnología
hasta
que los doctos se desembaracen de una vez por todas de la curiosa idea de que
todo tiene historia;
hasta que se den cuenta de que ciertas ideas y ciertos
conceptos
son tan finales para el hombre, en cuanto ser social, como
determinadas reacciones fisiológicas son finales para el mismo en cuanto ser
biológico”.
Dr. Paul Radin
“ La
religión primitiva. Su naturaleza y origen.” Dover, Nueva York, 1937.
Philippe Petit : Admitámoslo. Usted
ya no cree en la historia como concepto nacional, ya no cree en las promesas de
la historia. Pero ¿sigue creyendo, como decía Adorno, en la crítica del mundo
en nombre de sus propias promesas? ¿Sigue creyendo, de acuerdo con Gilles
Deleuze, “no en otro mundo, sino en el vínculo del hombre y el mundo, en el
amor o en la vida”?
Jean Baudrillard : Si se toma tal
cual es, el mundo no tiene historia. Como máximo tiene un destino, pero ¿cómo
saberlo? ¿Cómo saber si lo que está en juego es el destino del género humano
tal como ha nacido al comienzo de su historia, un género humano cuya genealogía
se puede seguir, un género humano en perpetuo ascenso? Lo que ha cambiado es
que las apuestas se han desplazado al nivel de la especie y no del género. Lo
que está en juego es el destino de la especie. Ahora bien, es mucho más difícil
en un proyecto de la especie. Incluso en nuestros días, las nueve décimas partes
de la humanidad están al margen de la historia, al margen de un sistema de
interpretación y de inscripción que ha nacido con los tiempos modernos y que
desaparecerá. La historia es una especie de lujo que se han permitido las
sociedades occidentales. Es “su” historia. Que ésta parezca desaparecer es una
desgracia para nosotros, pero permite ceder sitio al destino, que siempre ha
sido patrimonio de las demás culturas. Las otras culturas jamás han carecido de
destino, mientras que nosotros, en nuestras sociedades occidentales, no lo
teníamos.
Jean Baudrillard.
“Le
paroxyste indifférent” París, 1997.
De ordinario, se inclina uno a creer
que el siglo XIX prestó, por razones en su mayor parte políticas y sociales,
una atención más aguda a la historia humana, que se abandonó la idea de un
orden o un plan continuo del tiempo y también la de un progreso ininterrumpido,
y que, al querer relatar su propia ascensión, la burguesía volvió a encontrar,
en el calendario de su victoria, el espesor histórico de las instituciones, la
pesantez de los hábitos y de las creencias, la violencia de las luchas, la
alternancia de los éxitos y los fracasos. Y se supone que a partir de allí se
extendió la historicidad descubierta en el hombre hasta los objetos que había
fabricado, al lenguaje que hablaba y, más lejos aún, hasta la vida. El estudio
de las economías, la historia de las literaturas y de las gramáticas, a fin de
cuentas la evolución de lo vivo no serían más que el efecto de la difusión,
sobre playas del conocimiento cada vez más lejanas, de una historicidad
descubierta primero en el hombre. Lo que pasó fue en realidad lo contrario. Las
cosas recibieron primero una historicidad propia que las liberó de este espacio
continuo que les imponía la misma cronología que a los hombres. Tanto que el
hombre se encontró como despojado de lo que constituía los contenidos más manifiestos
de su Historia: la naturaleza no le habla ya de la creación o del fin del
mundo, de su dependencia o de su juicio próximo; no habla más que de un tiempo
natural; sus riquezas no le indican ya la antigüedad o el próximo retorno de
una edad de oro; no hablan más que de las condiciones de la producción que se
modifican en la Historia; el lenguaje no lleva ya las marcas de antes de Babel
o de los primeros gritos que pudieron resonar en el bosque: lleva las armas de
su propia filiación. El ser humano no tiene ya historia o más bien, dado que
habla, trabaja y vive, se encuentra, en su ser propio, enmarañado en historias
que no le están subordinadas ni le son homogéneas. Por la fragmentación del
espacio en el que se extendía en forma continua el saber clásico, por el enrollamiento
de cada dominio así liberado sobre su propio devenir, el hombre que aparece a
principios del siglo XIX está “deshistorizado”.
Michel Foucault
“Las palabras y las cosas” Une archéologie des
sciences humaines” 1966.
No se puede decir absolutamente que
las masas no razonan y que no pueden ser influenciadas por razonamientos.
Sin embargo, los argumentos que
emplean y los que son capaces de influenciarlas son, desde un punto de vista
lógico, de una clase tan inferior que sólo por vía de analogía se las puede
describir como razonamientos.
El raciocinio inferior de las masas
se basa, al igual que el raciocinio de un orden superior, en la asociación de
ideas, pero entre las ideas asociadas por las masas hay sólo vínculos aparentes
de analogía o sucesión. El modo de razonar de las masas se parece al del
esquimal quien, sabiendo por experiencia que el hielo – un cuerpo transparente
– se disuelve en la boca, saca como conclusión que el vidrio – un cuerpo igual
de transparente – también debería disolverse en la boca; o al del salvaje que
se imagina que comiéndose el corazón de un enemigo valiente adquirirá su
valentía; o al del obrero que, habiendo sido explotado por un empleador,
inmediatamente concluye que todos los empleadores explotan a sus hombres.
Las características del razonamiento
de las masas son, por un lado, la asociación de cosas disímiles que poseen una
conexión meramente aparente entre sí, y por el otro, la inmediata
generalización de casos particulares. Son argumentos de este tipo los que
ofrecen a las masas quienes saben cómo manejarlas. Son los únicos argumentos
por medio de los cuales las masas pueden ser influenciadas. Una cadena de
argumentos lógicos es totalmente incomprensible para las masas y es por eso que
está permitido decir que no razonan, o que razonan falsamente y no pueden ser
influenciadas por medio de razonamientos. Al leer ciertos discursos, a veces
uno se asombra de su debilidad siendo que, a pesar de ello, los mismos han
tenido una enorme influencia sobre las masas que los han escuchado. Lo que se
olvida es que su intención fue la de persuadir colectividades y no la de ser
leídos por filósofos. Un orador, en íntimo contacto con la muchedumbre, puede
evocar imágenes que la seducirán. Si tiene éxito, su objetivo estará logrado y
veinte volúmenes de disertaciones – siempre el resultado de la reflexión – no
valen lo que unas pocas frases que apelan a los cerebros que había que
convencer.
Sería superfluo agregar que la
impotencia de las masas para razonar correctamente les impide manifestar rastro
alguno de espíritu crítico, esto es, les impide ser capaces de discernir la
verdad del error o formarse un juicio preciso en cualquier materia. Los juicios
aceptados por las masas son meramente juicios impuestos sobre ellas y jamás
juicios adoptados después de una discusión. En esta materia, los individuos que
no sobrepasan el nivel de una masa son numerosos. La facilidad con la que
ciertas opiniones obtienen una aceptación general resulta más especialmente de
la imposibilidad experimentada por la mayoría de las personas de formarse una
opinión íntima y singular basada sobre un razonamiento propio.
Gustave Le Bon
“Psicología
de las masas” 1895
Queridos lectores. Creo que ya es
hora de leer poesía de Maillard. También confieso que mi actual estado me
impide escribir un relato y menos un poema. Un estado de respiración estática y
por tanto deseo que transitorio. Anhelando dejar atrás mi yo y mi circunstancia,
pequeño síndrome de Estocolmo, en pos del viso interior, del encuentro con uno
mismo. Decirse. Pero de momento…
Este será mi primer libro-poema que
lea de Maillard...
***
1
Un hombre es aplastado.
En este instante.
Ahora.
Un hombre es aplastado.
Hay carne reventada, hay vísceras,
líquidos que rezuman del camión y del
cuerpo,
máquinas que combinan sus esencias
sobre el asfalto: extraña conjunción
de metal y tejido, lo duro con su opuesto
formando ideograma.
El hombre se ha quebrado por la
cintura y hace una reverencia después de
la función.
Nadie asistió al inicio del drama y
no interesa:
lo que importa es ahora,
este instante
y la pared pintada de cal que se
desconcha
sembrando de confetis el escenario
[Tuerzo la esquina. Apresuro
el paso.
Se hace tarde y aún no he almorzado.]
2
¿Debo añadir que el viento ululaba
como un perro salvaje
tras la puerta embestida?
No lo haré.
No me pregunten por el viento:
yo no sé si lo había.
Y aunque si así fuese, en todo caso,
sería irrelevante.
[Acabo de encontrarme con un
viejo amigo.
Me ha pedido consejo
acerca
de unos poemas que está escribiendo.]
3
Su rostro es muy delgado y dirige
hacia el cielo
el mirar casi obsceno de un gran ojo
azul
y otro ojo al que ciega
el guano que ha estampado una paloma
al modo en que sellan
las cartas con el lacre.
[Le ha puesto al libro un
título extraño:
Matar a Platón.]
4
¿Y qué hay del sentimiento?
¿Debería haberlo?
¿Es poesía el verso que describe
fríamente aquello que acontece?
Pero ¿qué es lo que acontece?
[Trata de una mujer que es
aplastada por el
impacto
de un sonido,]
…
Chantal Maillard
“Matar
a Platón”, 2004
V.O.
Subtitulada.
24 horas, sin historia precedente, ni futura...ser...vivir. todo lo que colgaste me interesa, me absorve el pensamiento a diario y me cuestiono. Un beso
ResponderEliminarLos poemas de Chantal, son en sí, una forma de hurgar demasiado profundo, sin definir hipótesis, ni metodologías, ni marcos. Son maravillosos y eso me place.
ResponderEliminarSi te interesa el tema del ser social, te recomiendo que te leas algún libro de Aronson, como "El animal social". Quedarás repleto de información.
ResponderEliminarUn saludo.
Fiorella
ResponderEliminarEl secreto del mundo está en la mirada. Mal me temo que mi actual estado de astronauta entre estos autores arranca dolor, martillea las flores y me deja también gravitando. Pero hay que dar el paso, representar la acción, vivir la incertidumbre, vivir en una consciente inocencia. Besos.
Joven Cuervo
ResponderEliminarHurga el exterior con la entraña. Nombra el acontecimiento. Para definirla haría falta el tacto, el extrañamiento a la filosofía. Poco conozco de filosofía, por eso me empapo ahora de ella para poder golpearla y convertirla en un arrecife de coral. De momento lo que leo de “matar a Platón” se asemeja a un tejido, una fertilidad de coral extendiéndose a las veredas del alfabeto andante.
Noctívaga
ResponderEliminarVamos como insectos de luz hacia tantas direcciones que se nos partirán las alas. Intentaré conseguir el libro recomendado pero me temo que apelar en demasía a esas lecturas será algo así como intentar alcanzar una estrella ya extinta. Para quedarnos afónicos holmienses como enhilas en tu entrada.
Un abrazo.
Asi se resume todo, en el misterio de vivir, todos hablan de los mismo, la musica,los filosofos, las peliculas, siempre se cae en el mismo punto.Pero si tan solo cada dia que amanece decimos "me entrego a tal o cual cosa" esto cambie, vivir creyendo, vivir dejandose al viento.Vivimos cuestionandonos todo, esto es simple, la palabra es tan chiquita--> VIVIR.
ResponderEliminarCeniza siempre inacabada. Viviremos con algo desconocido siempre delante de nuestros ojos, y en cambio al cerrar el día. Volvemos a la penumbra y los destellos de las estrellas que nos recuerdan, en el sueño, que tal vez el mundo nos ama. Un vínculo muy fino pero no menos importante.--VIVIR-amar-soñar.
ResponderEliminarpublique mi comentario con el blog del trabajo, un saludo.
ResponderEliminarSaludos Guepa.
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