TÉCNICA
PARA TEJER TELARAÑAS ORBITALES
En su
mayoría, las arañas Argiopes tejen
una telaraña al día y vuelven a comenzar exactamente en el lugar de la
precedente, o en las proximidades inmediatas. Se guían por un instinto
extremadamente preciso que determina su comportamiento durante el proceso. Se
encaraman y sueltan un hilo que las lleva hasta un obstáculo próximo. Se crea
un eje de salida en forma de palangana. Cuando llegan al punto más bajo de este
cable flexible fijarán un hilo y se
dejarán caer devanándolo hasta tocar un obstáculo en la parte inferior. De esta
maniobra se obtiene una estructura en forma de “Y” que es el punto de partida
clásico. Las tres primeras ramas forman las secciones de salida. El insecto
coloca sus secciones a partir del centro y las alterna a fin de no acabar un
lado antes que otro, algo que desequilibraría la estructura debido a la tensión
e los hilos. Tras colocar el marco y las secciones, la araña recorre en espiral
“espiral provisional” hacia el
exterior. Es un hilo no adherente que sirve para fijar una estructura sólida y
termina, al alcanzar el exterior de todas las secciones, y da media vuelta. A
medida que retrocede destruye la espiral primaria y la restituye por una “espiral captadora”. Excepto en la zona
central, donde se suele agazapar. A menudo surge la pregunta de por qué la
araña no cae en su propia red. Pues bien, las células epidérmicas de las
extremidades secretan un líquido graso que le impide adherirse. Su construcción
media una hora y no da lugar a ninguna vacilación puesto que dichas tareas
están inscritas en los genes de la araña. No podemos resistirnos al placer de
indicar con orgullo que nuestras tejedoras también son unas excelentes
cosmonautas, ya que dos arañas de jardín lograron tejer telarañas orbitales en
condiciones de ingravidez durante la misión Skylab de 1973.
…del
libro [el fascinante mundo de los artrópodos,
insectos,
mariposas, arañas y mariquitas]
Yves Masiac
Arabella Y Anita en misión espacial |
Me parece en ocasiones como si el ojo
del tiempo —una mirada severa, inquisitiva, difícilmente soportable— reposara
sobre la existencia de muchos poetas igual que sobre una visión extraña e inquietante. Y como si los poetas sintieran esa mirada sobre sí, y sintieran
su pluralidad, su comunidad y el encadenamiento de sus destinos, todo cuanto en
su actitud hay de incomprensible y, a la vez, su oscura necesidad. No hay
fórmulas para esta tarea, pero se halla bajo la ley de necesidad, y es como si
todos ellos trabajaran en la construcción de una pirámide, en la enorme y
angustiosa morada de un rey muerto o un dios no nacido.
Hugo
von Hofmannsthal
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EL DONCEL Y LA ARAÑA
—EL DONCEL
(inclinándose con
ebriedad creciente)
¡Ella me ama! Y el mundo, tal lo poseo ahora,
es, sobre todas las palabras, todos los sueños:
como si desde cada cumbre oscura
las nubes calmas arrastraran espacios
iluminados en lo hondo, y todo concebido
tal un sueño inquietante e inmenso:
algo así me lleva —y espero no perderme
para la hermosa vida, huésped de Mar y Tierra.
¡No! Como un sueño en la mañana
cae el durmiente, y en la pálida realidad se desvanece,
así por primera vez me es clara la verdad:
no vivo en la deriva como un huésped;
soberano me hicieron, demoníacamente,
razones del destino: muchachos hay
que aprendieron de mí seriedad y juego,
veo a muchos tomar mis mismos ademanes;
de manera enigmática me emociona verlos
cosechar. Y en orillas, y en colinas,
siento, como la lejana imagen de ensueño,
plena de maravilla, que mi interior más hondo
descorre sus cerrojos por la mirada
que los actos de ellos me dirigen.
Al cielo alzo los ojos, vasto imperio de nubes
que para mí en ingravidez refleja
lo ansiado, lo que me es devuelto, el Todo.
Me rodea una vida tan grande
que con el gran brillar de las hermosas estrellas
cercana tengo una ebriedad de parentesco.
¿Por tomar qué futuro extiendo ebrio mi mano?
Ingrávido da vueltas, rozarlo debería:
pues hacia las estrellas lo que ocurrió hace tiempo
se eleva y otras, otras corrientes alzan
lo nunca sucedido, la tierra hacia lo alto
lo envía a través de puertas invisibles,
sometido por el gesto de la súplica.
Avanza hacia la ventana abierta, colmada
de clara luz de luna, flanqueada por las sombras de las hojas de parra salvaje.
Mientras tanto surge ante sus ojos,
desde la oscuridad de una hoja, una gran araña que avanza con paso veloz y
apresa el cuerpo de un pequeño animal. En
el silencio de la noche, suena un ruido increíblemente bajo, pero también lastimero,
y parece oírse el forcejeo de los miembros apresados con violencia.
—EL DONCEL
(da un paso hacia
atrás)
Qué angustia y qué necesidad aquí se encuentran.
Mi sangre, una marea, al verte ahí,
tú, violencia odiosa, tú, animal, tú, Muerte.
La cercanía, toda prodigio, de los grandes sueños
decrece y se atenúa, como en algún lugar el retumbar
lejano
de un salto de agua que escuché hace tiempo,
y me pareció crecido y peligroso,
y ese tronar ahora se hunde; ya la alta lejanía,
que era toda presagios, se vuelve hueca y vana:
ahora aprendo que el mundo se posee a sí mismo.
No puedo contener las figuras adversas,
tan poco como el curso de los hermosos astros.
Actúa ante mis ojos la violencia,
actúa con dolor dentro de mí,
se aferra a cada una de mis fibras.
Puedo —y no quiero huir ante ella:
tal como si fueran caminos que a la patria llevasen,
algo me arrebata, con todos mis sentidos,
hacia lo ignorado, y ahora noto
una satisfacción, enorme, inconcebible,
en tal presentimiento. Esto ganaré:
padecer el dolor y causar el dolor.
Noto entre escalofríos que algo me rodea,
algo que se eleva hasta alcanzar altas estrellas,
y ahora sé su nombre:
la
vida.
***
Hugo
von Hofmannsthal (Viena, 1874-1929)
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PARA UN DIOS NO NACIDO
ED. PRETEXTOS 2005
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edición y traducción de Fruela Fernández
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