18 de marzo de 2014

razón de más / antonio mèndez rubio

RAZÓN DE MÁS
ANTONIO MÉNDEZ RUBIO








Prólogo de Eduardo Milàn
PALABRAS PARA ANTONIO MENDEZ RUBIO
I
Pasión es la palabra que define la actitud literaria de Antonio Méndez Rubio (1967): una pasión de discernimiento entre lenguajes. Méndez Rubio no ve el lenguaje poético como momento privilegiado sobre otras formas de lenguaje: lo ve como momento específico, no exclusivo. El rechazo a lo excluyente no subyace sino que se evidencia en esta poesía que, operativamente, bifurca su modo de acción en reflexión y creación. La reflexión denuncia estadios de falsa claridad: por ejemplo, la luz (Trasluz se titula uno de sus libros de poesía) es para Méndez Rubio más una herramienta que un estado — “iluminación”- al que se llega por una búsqueda de “pureza” o como intento pseudontológico de desvelar “lo que no es”, epifenómeno de un cuerpo, el lenguaje poético, que no existe sin esa cobertura de superficie. El oscurecimiento referencial, la incomunicabilidad gnica, no sólo como función del lenguaje sino como algo distinto de la “mentira de ser verdad” (Adorno), no necesariamente constituye un requisito de fidelidad a un proyecto de liberación social. ¿Hablaríamos de poesía como liberación oscura? Una provocación, tal vez, pero ¿en honor a qué claridad? “La luz no: la lucidez…” decía Severo Sarduy.
[ … ]
II
Asomarse a los poemas de Razón de más es caer atraído en un espacio de tensión del lenguaje que intenta crearse o re-crearse a pesar de lo que sabe —en especial de lo que sabe del lenguaje. La tensión gana: es la imposibilidad LA QUE DICE SU NOMBRE, la que está pidiendo lugar entre la conciencia y su objeto, esa herida que no deja de manar y que posibilita, por eso mismo, la escritura. Ninguna resolución: de poemas abiertamente reflexivos a poemas abiertamente descriptivos la escritura sigue abierta. No hay cierre posible. Méndez Rubio pertenece a esa tradición de la poesía crítica que absorbe o no, nunca como imperativo de legitimidad política, la crítica del mundo de manera explícita, manifiesta. Se trata de la convicción de que la poesía real –poesía crítica de su lenguaje- constituye un acto crítico a toda dimensión de poder o toda tentación totalitaria del lenguaje. Por eso cualquier “oscuridad” de sentido no puede resultar encontrada con la apuesta inicial, que acepta el lenguaje poético como contradictorio. La poesía es un cuerpo extraño no en las entrañas —ya hay quienes lo quisieran así- pero sí en las villas de lenguaje —en la realidad, esas Villas Miseria en donde Zizek ubica a un posible sujeto de transformación en el capitalismo tardío. Seres que se parecen a la poesía en esto: tienen y al mismo tiempo no tienen lugar.


                            MUNDO

QUERENCIA en el horror
consiste. Se desentierra. Es
como si nada estuviera de más
el sin que asume: es por fin el milagro
de suerte contra el aire

                                   donde
lo que vemos sin olvidar
nos desdice.
Más mundo o menos, de otro mundo.
Sube la hiedra negra, pero sube
hacia el único cielo
que, hecho de azar, nos
asiste.


                   HISTORIA EL DAÑO

LAS hojas transparentes,
las más embelesadas
me hacen daño.



                     RAZÓN DE SER

1/
EN un descuido, entonces, le escrutaron el rostro que no tenía y pensaron que lo estaban ocultando. Había vuelto el calor. Los nogales mecían el aire exhausto. Mientras casi sonaba el sueño de los pájaros, como una negación que no se olvida, presintió alzarse de la tierra una luz polvorienta, reseca.
            Nada se oyó después. No era suyo, pero siguió el camino.

1I/
AQUELLA noche habría sido una huella que no hace nada de ruido. El sol de la mañana estaba más sereno.
            Miró sin comprender, pero eso le avivaba el deseo de mirar: había soldados hablando con la gente, un silencio de fondo, un desconcierto mal disimulado. Se encaminó hacia la espesura, donde pasaban pequeñas mariposas negras. Y se paró un momento. Agachó la cabeza, como para ayudarse a despertar:
            ¿A quién dar la razón que había perdido?

3/
ESTUVO junto al pozo del que –se llegó a decir- volvían sin oírse los desaparecidos de cuando la guerra. Los matojos cubrían la tierra oscura, la protegían de nada. Era agosto. La visión de aquel paisaje infértil le removió los pasos: ningún regreso es más fiel que el del miedo: espera más que reconocimiento.
            La luz se dispersaba de otra forma. El límite de la ciudad podría ser otro, otra silueta de las casas, la sensación de sudor. Se levantaba cerca un aire nuevo. Pero el cielo seguía siendo im-
posible.

[Teruel, 1.005 fusilados, 1936]




         A TODAS LAS PREGUNTAS

HUNDIÉNDOSE  esa voz.
Haciendo un agujero
en la tierra inocente, entre la hierba fresca,
con la mano que existe. Presintiendo
neblina que, mientras desciende, fulge.

¿Habrá además semillas
    sin costumbre
inventadas con una sien de frío?
¿Es desdicha o piedad lo que se oye?
¿Es cierto que hay palomas
que no vuelan sin sueño? ¿Y  adónde van?

Aquí sigue la mano,
la insegura.
Haciendo un agujero
en tierra con silencio.

          RIFIRRAFE

-LA desaparición ¿de qué se acuerda?
-¿De lo que saben los ojos?
-¿Cómo dices? ¿nada más?
-¡Lo saben de memoria!
-La luz se vence en ramas que no existen.
-¿Qué ramas desprovistas? ¿de qué luz?
-Si no tiene lugar no será un alba.
-De la que se va en los ojos.

-Sí, puede que sea así…


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