—CONTRA
TIEMPO—
Hace
unos días mientras se jugaba el “clásico” y todos los bares atendían al berrido
popular, me dedicaba a mi infusión y a mi libro en una cafetería; G. Deleuze me
hablaba sobre el ritornello, sobre el grito múltiple en Berio, sobre una
música- filosofía no como juicio sintético sino como sintetizador de
pensamientos. Así rodeado por un generador de emociones artificiales podía
sentirme como perfecto nómada, de piernas cruzadas, concentrado. Está claro que
las colectividades pueden vivir sin la verdad pero no sin la identificación, no
sin el amparo del árbol, la genealógica ficción que reviste la indiferencia. Al
acabar mi tiempo de lectura me levanté y atravesé la muchedumbre hasta que
sentí una mano en mi hombro. Era un señor japonés de mediana edad que con cara
horrorizada empezó a contarme su historia. Varios días sin dinero pues su
equipaje, París…, el amigo que lo esperaba tardaría unos días en llegar…,
necesitaba dinero para volver al aeropuerto y pasar una noche al menos en un
hotel…, a lo que directamente ofrecí mi hospitalidad. Hace una semana Eisei
Kimura me dijo que iba a reponer el préstamo que tanto trabajo, por su
condición de japonés, le costó pedir. Ni por un instante durante las dos horas
que estuvimos dialogando pude imaginar que no me lo devolvería. ¿ Aún me
pregunto por qué me ofrecí de un modo tan desinteresado?, ¿ tal vez por ver
apretar entre sus dientes la esperanza?
¿Debería
sentirme indignado, o acaso avergonzado? La vergüenza frenaría este escrito, la
indignación no. En cambio si sintiera indignación haría constar que tengo
conciencia o esperanza, de que aquel señor me devolverá el dinero. Y no es así.
También
es cierto que últimamente por mi condición de soltero con tentativas, no
tentaciones, para ahuecarme en un abrazo cálido están propiciando encuentros
más que precarios. Es decir; conocer a una persona, conjugar tiempos hasta resaltar
una red a la que arrojarse. Sin embargo escuchar decirme un “especial, diferente”… para al cabo
escuchar un “desequilibrado”, o
escuchar un, “estamos reprimiendo
continuamente el inconsciente…” y otras lindezas que se pueden leer en
cualquier revista de decoración de interiores o de psicología barata. A lo que
observo un delirio en la manera de actuar más que en la manera de pensar;
dejarse llevar por unos enunciados inseguros de la insignificancia de las
opiniones, sin un mínimo de análisis. Sabemos que un terrorista ha cometido un
atentado matando a equis personas, pero no conocemos sus décadas de “vida” en un campo de concentración
rodeado de alambradas. Hoy, ¿qué diferencia de relación hay con el ayer?
¿Estamos tan amputados, alienados por la tecnología, por la sobredimensión, o
sobrecodificación que no podemos discernir la noche del día? Acaso son tan
violentas las fronteras, los segmentos que los muertos son para nosotros los
descartados. Antes, no hace mucho era vital para los seres vivos alcanzar la
experiencia de los muertos. Ellos, que carecen de memoria, y que nosotros
también les negamos con la solidificación de un territorio cada vez, más
estrecho, nicho domesticable…
Aún lo sólido, invisible…
Recientemente
leí que en unas exhumaciones de la guerra civil se vieron privados de poder
hacer las pruebas de adn por falta de ayuda económica, faltan más de 47.ooo cuerpos por exhumar. No es bueno para la sociedad
saber por qué dieron la vida los exhumados, no, no sea que despierten instintos de
libertad. Hoy se recortan las becas al alumnado en el extranjero, es bueno tal
vez que dejen esa manía de estudiar y se conviertan en mano de obra barata para
el extranjero. Está claro que transformar a los individuos en sujetos es la
premisa del aparato ideológico del Estado. Controlar las condiciones materiales
de producción es esto, hacer del individuo sujeto, y del sujeto un
representable. Ser diferente, un desequilibrado. Todo lo “idéntico a lo
no-articulado” Dôgen, un imposible amado. Y sí, en mi conversación con aquel
señor, Eisei Kimura, hablamos de amor y filosofía. Lo que no hablamos es de que
las deudas, sería honesto pagarlas.
A pesar que por mucho la hospitalidad preceda a la propiedad… la consecuencia de un contratiempo. Otro más.
A pesar que por mucho la hospitalidad preceda a la propiedad… la consecuencia de un contratiempo. Otro más.
Bienaventurados los que internalizan su precariedad, Rider, porque de ellos y de nadie más, es el reino de la vida. Maldición eterna al que se encierra detrás de los muros, para aislarse de lo "atroz", que de todas formas, tarde o temprano, lo hará carne de cañón. Un abrazo.
ResponderEliminar..desde el momento que uno hace el muro, se convierte en carne de ese muro. Dejemos los cañones para los que intentamos al menos internalizar. Desconozco el reino que nos habita. Nosotros que tan poco sabemos de los sujeto-predicado-verbo tal vez por hacer núcleo del mundo lo tolerable. Resistencia. Lo atroz, la banalidad del mal, va endureciendo los territorios y pareciera que sólo tenemos dos opciones, o tomar parte o estar en contra, a la contra. Mi contra es un mero apoyo. Mi contra es una respiración que intenta ensanchar el nido aunque al mismo tiempo sondee, ¿será consecuencia? en mi interior.
ResponderEliminar…tal vez sea hora de despertar, mirar desde nuestra navegación la orilla y ver que la orilla no se mueve, que está ahí, que está pero desapareciendo, mientras nosotros vagamos tan ufanos y tranquilos sobre nuestro cauce…. nuestra dominación atenazada
un fuerte abrazo joven cuervo
No sé si te ofende el que haya leído tu texto siempre con media sonrisa en el morro, que no es que sea comedia lo que cuentas, pero sí que hay algo como de distorsión irónica y cómica. Sin obviar la tragedia, claro. La precariedad es también señora de mis días y, pro fin, una idea mía se ha hecho real como pedía el tal Hegel. Quiero decir que ya en el pasado hablaba de la precariedad de lo real pero no vivía en ella o vivía en el ensueño de que no hay precariedad sino préstamos hipotecarios, en la época en la que estos entes eran kamis o el cielo mismo. Por cierto: si no hay verguenza ni indignación, ¿dónde nos colocamos conceptualmente?
ResponderEliminarOtra cosa: ¿la hospitalidad precede a la propiedad? No es vano el tema. Reflexionando éticamente, podríamos decir que la ética del cuidado es anterior a la ética del contrato. La ética del contrato, desde luego, no puede aplicarse en todos los casos, por ejemplo con el desvalido (el huérfano y la viuda, en la tradición judía, exigen atención sin esperar reciprocidad). Por igual motivo, no cabe reciprocidad contractual en la atención a la naturaleza o a las generaciones del futuro o a los grandes discapacitados.... Pero, ¿renunciamos al individuo y su propiedad, a quid pro quod, al pacto entre iguales?.
ResponderEliminarQué extraña estética la de la ética.
Salud!!
querido Luis,… la duda ofende, se dice, tal vez mejor ofender la duda, endurecer su piel hasta que se hienda en la verdad y hacerla viva. La insensible universal verdad del quid pro quo… renunciar a la esclavitud del hombre por el hombre podría ser un comienzo ético tal vez. “no cabe reciprocidad contractual…“ pues no hay inmediatez. No hay experiencia. Después vendría una vez habilitada la vida la vergüenza y la indignación. El problema si lo hay, a mi entender, es dotar a ese después de un cariz judeo-cristiano-romano, de expulsión al mundo. “La hospitalidad precede a la propiedad”… viene de un texto de Derrida que recién comencé a leer, sobre Lévinas. Y así es, la ética del cuidado antecede a la ética del ciudadano, al “tener-lugar del don de la ley”.
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…resignarse sería aceptar el duelo, rechazar la propia sensualidad y adaptarse al desprendimiento, autodesprendimiento de un proceso revolucionario (todo-sigue) en un aún-no. Renunciar al individuo no bastaría si no nos desligamos de los lugares comunes….
te traigo un texto un poema
Diario de Duelo – R. Barthes
24 Junio 1978
En el duelo interiorizado, ya no hay muchos signos.
Es el incumplimiento de la interioridad absoluta.
Todas las sociedades “sabias”, no obstante han prescrito
y codificado la exteriorización del duelo.
Malestar de la nuestra en lo que ella niega al duelo.
/*/
Paul Klee
Sensualidad- Sinnlichkeit
es la maleabilidd de la carne
bajo una coerción superior
.
ojos cegados por colores
oídos bañándose en sonidos
narices en perfumes
Y también los órganos del amor
/
…aquí tal vez el cuidado de sí, el “sorge”, cierta ética…
abrazos,