Alejandra
Puesto que hades no existe, seguramente estás allá,
último hotel, último sueño,
pasajera obstinada de la ausencia.
Sin equipajes ni papeles,
último hotel, último sueño,
pasajera obstinada de la ausencia.
Sin equipajes ni papeles,
Dando por óbolo un cuaderno
O un lápiz de color.
- Acéptalos barquero: nadie pagó más caro
el ingreso a los Grandes Transparentes,
al jardín donde Alicia la esperaba.
Este poema de Julio Cortazar fue
publicado en la revista Desquicio, en el otoño de 1972, en París.
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* Alejandra Pizarnik
Transcripto de Prosa completa
Edición a cargo de Ana Becciú
Buenos Aires, Lumen, 2003
* Hoja mecanografiada corregida a mano. Probablemente de 1970.
APRENDIZAJE *
-Admiré sólo la
ejecución de los muñecos –dijo.
Cuanto más lo miraba, más fuerte era
mi certidumbre de que nunca formularía, en mis poemas, signos iguales o
parecidos a los que emitían esos muñecos. Y en verdad, ¿cómo comparar una
paciente serie de pequeños actos con el impulso desenfrenado de la materia
verbal errante?
-Ya
no hay más nombres –dije a la loca.
-Si se
queda unos años en el hospicio, le enseñaré a hacer muñecos como éstos –dijo.
¿Acaso
es nada la vida? ¿Por qué conceder tanto tiempo a tan inútil aprendizaje?
-No
quiero quedarme –dije-. De lo que se llama la locura, he oído hablar; como todo
el mundo, pero no basta querer estar loca.
Se señaló a sí misma.
Se señaló a sí misma.
-No
la abandone. No la deje sola.
Empezamos
a llorar. Entró el médico. La señalé a ella y dije:
-Lo
he dado todo y ahora me dejan sola.
Así aprendí cómo hacer un muñeco.
Pero ustedes admiren sólo la ejecución de los muñecos.
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mañana
nunca
para vos alejandra
siempre
“hablar del
tiempo
es hacer una herida
en la carne sana” [ dijo el niño
pariendo una muñeca ]
pariendo una muñeca ]
Aprendizaje
Adaptar
el silencio al espanto del sol escombrándose
en el horizonte preciso
como eco de un paisaje suicida
fatigada espera, la materia verbal, justo esto que
solcito, sol-i-cito, solicito.
Sean cuales sean tus motivos.
Sean cuales sean tus tareas a domesticar.
Ella escribía a toda hora casi invisible, sin materia; la
rotación de ser digamos
fósil/hilo
encarnándose en la melodía rota de
un pupitre ajeno.
Un dictado. Al retirar los restos
con larvas entrelazándose, como el sepulturero
entre las piernas vivas de moratones
y vertebrados en auxilio opalino.
La piel, se aloja en esta repugnancia
de reflejos.
La respiración se hace más
uniforme
y alejándose del laberinto
este inmenso piélago
este inmenso piélago
que hubimos de drenar por miedo al
tributo y al pecho de las caracolas.
El privilegio puro e inocente juega
con albatros desanidados al náufrago
perplejo,
el niño
desuella mi párpado y derrama su
desorden obstinado
haciendo cruces que difunden, el día
que muera
nuestra acordada culpa
con el arte de un roedor invidente
con el arte de un roedor invidente
- ¿Es esto? –le pregunto.
en mi refugio calcinado
la dispersión de la sal en papel
pautado.
- El reloj ha tenido la culpa
–responde
y así sucesivamente.
No escribía nada que pudiera ser
leído.
Tampoco deseaba nada que pudiera ser
imaginado.
Pero al arrancar la simiente de mis órbitas
jugó
otra partida
hasta columpiarse en una transparencia inmaterial
ganando al instante el pago de un
alba
cosido
al jardín
del olvido.
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