"Pareja de Takasago en el hueco de un pino"
Se desarrolló un nuevo estilo de
poesía, menos formal, denominado haikai (sucesión de poemas) en las
localidades de Kioto, Osaka y Edo del Japón del siglo XVII. El haikai también
era una actividad social: se realizaban normalmente fiestas de sucesión de
poemas en hogares o en restaurantes. Estas reuniones de poetas daban lugar a
encargos privados de xilografías, denominadas surimono (tema grabado),
que ilustraban los poemas representativos del círculo. El objetivo de ambos,
por lo general, era distinguir el conocimiento de cierta «información
privilegiada» por parte de una audiencia culta e instruida. Debido a que los
surimono no eran concebidos para la venta sino como regalos, los artistas,
grabadores e impresores los producían con extremo cuidado. Los productos
finales se encuentran, en muchos casos, entre los más bellos ejemplos del arte
de la xilografía. Este grabado de Katsushika Hokusai (1760-1849), maestro de
ukiyo-e, alude al mítico relato tradicional del pino en el santuario de
Takasago. Se decía que el árbol se dividió en dos troncos grandes de una misma
raíz, que, a la vez, se transformaron en las dos deidades de la creación según
la fe sintoísta, Izanagi e Izanami. La pareja predicaba las formas en las que
se podía lograr un matrimonio próspero y, en adelante, el árbol se convirtió en
el símbolo de la unidad entre las parejas casadas.
un árbol abierto
Se abría la puerta
la baba caía
el credo
el círculo
de los destinos
demorando el sentido
En la calle resuena el carrillón y
los gritos de los niños atrapando el silencio de los coches hasta que alguien
viene a advertirlos. Ajedrezada la camisa del que vuelve a entrar en la iglesia
donde están tocando y cantando flamenco. Todo se va consolidando mientras bebo
un mate. Metal fortuito y aire suave. Treinta páginas más adelante, describo el
estañado atardecer con dos trazos. Un muro de treinta páginas de tabús
y al retén
a la réplica
a la sombra balanceada
de cuyos márgenes va surgiendo el
rostro claro
y destacado de los esfuerzos por
titilar
como el tálamo de un frágil tronco.
En la oscura piel
nacen
los dientes atravesando el cielo
hasta
la sustancia socavada
hasta
la última huella
y
después de todo
atildando
el silencio de la noche
hasta
el frío más lejano
el
traqueteo constante
en la tráquea
constatación
el
marco con el pompón para el gato
que
tiene en mente al pájaro
cuadernos
en
el cuenco del árbol
derivando
acudiendo
al lazo
*
Las
informaciones tomadas de “Pareja de Takasago en el hueco de un pino” vienen de
la bib. dig. mundial
No conocía en absoluto esta tradición de los haikai y me parece preciosa y misteriosa como todo lo que viene de Japón.
ResponderEliminarEl concepto del grabado es una maravilla: habitar un árbol que se ha dividido en dos pero sigue conservando la raíz (una metáfora del amor que va más allá de la tradicional media naranja, somos dos y a la vez sólo uno por esa fusión de la base).
De tu poema me quedo con lo de la tráquea por eso de las divisiones.
Un abrazo.
Japón ha mantenido intacta su forma poética, tal vez debido a su tipo de humildad, perder el ego en favor de las cosas, aquello que nos rodea, inmóvil y cambiante. El poema y el grabado que están en la misma hoja, datan de hace muchos siglos. Y hace poco asistí a un recital de un poeta japonés y la experiencia es similar, simplemente despertar nuestras percepciones para ver, contemplar, nada más.
Eliminarabrazos
Me resulta hermosa esa idea del árbol abierto en dos. La cultura japonesa es enigmática y me atrae mucho, es tan misteriosa. Y tus letras tienen para mí esa misma sensación, hermosas y enigmáticas.
ResponderEliminarUn beso Daniel
Reconozco que poco conozco de la cultura oriental, quisiera encontrar aquello que parece un estimado afecto por la trasparencia, aquello que creo dice. Las mitologías occidentales en cambio, donde tanto se habla de sacrificios y héroes archivadores de batallas y mujeres me parecen un poco limitadas pues imitan nuestra condición humana. Que además riega nuestra cultura. No quiero decir que debamos destruir sin más aquellos sobre lo que nos sirve de base pero sería hermoso, entender el enigma, sentir el árbol en el interior. El árbol no nos acompañará al desierto, en cambio sí su impresión.
Eliminarbesos y espero no ser tan “enigmático” de aquí en adelante
No dejes de ser tú, esa escritura enigmática eres tú, :))
EliminarBesos.
En los márgenes se halla la claridad, por sus esquinas se deslizan las propiedades necesarias para que se cumpla el teorema, y es allá, en sus filos, donde mutan éstas y se convierten las leyes físicas en cualquier cosa menos rígidas conclusiones. Todo se vuelve fenoménico en la mente del gato, allí donde habita el sueño del pájaro. Todo. Incluso un árbol puede acoger en su raíz el nacimiento de dos troncos, amantes y hermanos en felino juego y armonía.
ResponderEliminarAbrazo.
¿Por qué será que lo desconocido tiende a alejarse? ¿Cuántos márgenes son necesarios para hallar un centro? ¿Por qué la unidad cuando el placer o el dolor? ¿Por qué hacer márgenes, cercos, a nuestro pensamiento? ¿Cómo ser libres ignorando las causas de nuestros actos? ¿Por qué no reconfortarnos con el calor, silencioso, suave y tibio del tronco de un árbol?
EliminarUn beso.
...la información interesante, curiosa. :)
ResponderEliminarMe gusto mucho los versos finales. ¿Son los que acompañan al grabado con el que enmarcas la entrada, o es cosecha propia?
Un saludo
Hola. Tras el grabado las letras impresas son de cosecha propia, propia de una estación que cultiva cerca de las palabras sin absorberlas, buscando también el deslizamiento y la proximidad de los pájaros. Los versos del grabado,¿? ahora que lo mencionas… haré por conseguirlos.
EliminarSaludos.
Me encanta tu trabajo. Y además, transmitís lo que querés transmitir, rescatás del cuenco del árbol una tradición maravillosa. Acceder a esta cultura, es también esta miga que aportás, el poema es realmente conmovedor, abrazador. Constatación. Un abrazo.
ResponderEliminarNos aplicamos a un diminuto fragmento, hacemos un trazo e imaginamos la otra línea. Sin forzar sus trayectorias, desde el diminuto fragmento. Partimos hacia otras, es decir, derivamos en otras estructuras pero creemos que lo trascendente son aquellos dos trazos así conjuramos el infinito, la nada, nos curamos de espanto en el miedo que alimentamos. Pero realmente lo trascendente es el fragmento, o el cuenco, el yo que intermitente desprendemos. En esos lapsos, sin palabras, se gesta la resonancia, en esos huecos desprendidos. Digamos que el árbol, es el perfecto transmisor. Aceptar su fruto, la gravedad de su fruto. Abrazos .
EliminarTus entradas son un poco así como ese árbol. Tienen una raiz, pero se dividen en uno, dos, tres troncos,o lo que se tercie. Ilustras tus poemas con imágenes, músicas, o bien una historia tan delicada como esta. Por eso sé que tengo que tomarme mi tiempo para leerte como te mereces, y reconozco que no es sólo tiempo, sino que últimamente soy una completa cabeza de chorlito. Pero me encanta lo que estás escribiendo, y ya estoy ávida de más(tranquilo, esto no es presión...ou sí?). Pero creo que esta vez es la buena. Bicos fraternais!!
ResponderEliminarMuchas veces son las que me viene a mente Sartre cuando voy a responderte, no por tener suficientes conocimientos sobre su obra, sino por ser vos quien alentaba su lectura hace unos años. Y bien, retomar su lectura no es mal ejercicio, ni mal ejemplo. No un modelo a seguir pero su cuestionamiento a la representación, al trámite que se hace del arte o la literatura son buenas constataciones para observar la decadencia de esta era, la del sentimentalismo, establecida en la filosofía de Platón. En la nausea el protagónico inmóvil Sartre encuentra una raíz que se extiende a los últimos confines. Y lo expresa. Nada más. Te digo que no se trata tanto de tener mucho tiempo para leer o escribir, en mi caso, escribo poco y tampoco leo tanto. La nausea por ejemplo recordarás hube de dejar a medias…
EliminarNo. No es la buena. Es otra. xD. Bicos a moreas irmanciña.
Visualmente hermoso el poema, o haikai, sucesión de versos y textos de estructuras diferentes, fuera de formalismos y que se prestan al juego gráfico con versos cortos, textos narrados, etc... Una cultura delicada la japonesa, en ocasiones, llena de refinamiento. El dibujo que acompaña la historia del árbol es una delicia, y más con la grafia japonesa al lado, que a mis ojos deja de ser texto para ser simple objetos gráficos de gran estética.
ResponderEliminarEl poema al leerlo me traslada a una tarde tranquila, reposada en una villa vacía con el tiempo estancado alterado por el sueño de unos gatos callejeando, soñando con esos gorriones que se dejan caer desde el tejado de la iglesia hasta la fuente en el centro de la plazoleta... alma de gorrión es la que se esconde bajo el pelaje felino de los meninos que holgazanean a la sombra de los portales.
Un fuerte abrazo
El tema grabado o surinomo tenía un añadido de delicadeza al tratarse de un regalo. Este árbol abierto, en el santuario de Takasago no es para nada, el ágora en el que se erigieron las iglesias occidentales. En la calma del santuario pueden observarse el amor por los árboles, la pureza de unos gatos tallados en piedra… y aquello que también podemos imaginar, evocar, gracias a esta xilografía-poema “matsu no hora no Takasago no jö to uba” estilo del que derivó luego el “haiku”. Poesía que deja hablar, al silencio. En ese cuenco, raspé mi “tiempo estancado” depositando el lazo, la caricia o texto que traspasa.
EliminarGracias por tus palabras lírico amigo ártico.
Mi abuela diría que este lugar es una alhaja. Lo digo yo, tratando de acamodarme en el hueco del árbol. Saludos.
ResponderEliminarEl mimo para recibir el regalo del hueco es imán, sino, átomos, moléculas, partículas, genes… vendrán a pudrir tu brote.
EliminarSaludos, tratándose de tu abuela diría que también merece cierto mimo.
Llegué de casualidad a este post, por el facebook.
ResponderEliminarTu espacio es un árbol de raíces múltiples, hay que deslizarse con el corazón desnudo.
Hermoso poema Daniel.
Beso