Archie Shepp - "Bleu"
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Desde hace
un tiempo cuando paseo por esta vila tengo la sensación desvelada que podía
sentir Proust al sabor de una magdalena. También huelo la sangre, el asfalto y hormigón
vertidos creando institución de la parodia, la ocasión de uniformar y borrar la
sombra. Socarrar las mentes y los cuerpos de la mayoría en detrimento de una
estructura natural. Pocas gestiones administrativas hacen por mantener un valor
más allá de sus dividendos. Evidentemente el cliente somos nosotros y lo que
antes era soberanía, ahora empresariado, aunque la soberanía se permite en
cuanto a “deuda”. Política, retoricismos adecuados a la sociedad del
espectáculo, al dichoso purgatorio que han de atravesar mis palabras, la
barrera edificada, circo, gallinero, cuartel, universidad, eurocentro, museo,
polígrafo, sumisión. No me extraña que la psicosis y la neurosis individuales sean
la moneda de cambio. El falso desahogo colectivo sucede cada cuatro años. La
sombra de las banderas se extiende a la barricada, pacientemente. Un ideal de
adaptación social, equivalente al monótono narcisismo de diván que se empeñan
en llamar curación y a lo que respondemos con un simple hay que joderse. Una
repetición que simula un efecto y disimula la mentira que de tanto repetir
acaba por hacerse credo. Pero hay un latido que jamás podrá ser eliminado por
completo y hablo de la nostalgia, un punto azul que tiende a alejarse si
tratamos de cogerlo. Nosotros, un sabor enigmático que despierta en un sexto sentido, un
suplemento verídico en continua dispersión. En mi caso elimino las
contingencias, las posibilidades y recuerdo mi ciudad con amor, los tiempos
fragmentados vienen a mostrarse con una sensación limpia, sin juicio formal, en
estado puro, las ruinas de una civilización mutada en asfalto y hormigón, y
también sangre.
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Templo de Poseidón |
El
problema tal vez esté en la falta de reflexividad, en la herencia de la nostalgia,
en la institucionalización de lo perdido sin mostrar su vida interna, la huella
y la escritura. La mera exhibición, las palabras se colocan en el mismo eslabón,
en el mismo grado que la representación, el discurso que habla en nombre de
identidades, abstracciones, intelectualizaciones. Pienso por ejemplo en los
discursos del jefe del partido nazi Rudolf Hess cuando hablaba sin cesar de
Alemania pero Alemania no era más que los propietarios alemanes. La metonimia
se resume en un arma de clase. Tal vez entonces necesitemos usar un lenguaje
distinto, distanciado, con un tiempo propio para proteger la valía y preservar
la significación de un pueblo. Tal vez hemos de cerrar los ojos como el poeta
ciego y comunicar el error del delito, del delirio. En la orilla de la ruina, tras la aniquilación de
una libertad de coexistencias armónicas, cerrar los ojos, expulsar al vidente
para nutrir al precavido. Expulser le voyant pour nourrir le
prévoyant. Si el
arma de la metonimia es usar el todo por la parte, es decir, una parte contra
otra parte, debemos aclarar esta concurrencia de contrasentidos, y proponer un
arte pedagógico insumiso que dote al “niño” de una escritura inconfundible,
isla entre islas. Es decir, estamos en un mundo que en apariencia todo viene,
realmente habría que nutrir el placer de ir a las cosas. Esto fortalecería
la imaginación, el instinto predador si se me permite, y también la
inteligencia individual, no la inteligencia de cómputo social que no es más que
una regulación, una institución modelo que elimina los instintos. El hombre
deja de ser hombre pues renuncia a su especie, se desangra, desaparece, la
tortura se ha estetizado, el espectador se abandona en el vacío de la órbita.
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Java |
Creo que fue al nacimiento de noción
cuando nos sentimos insectos panza arriba
El
lenguaje añorado en el párrafo anterior tal vez sea aquel responsable de los
actos desparasitados, desestirilizados, desfragilizados, mecido en la sombra y
evitando el alarido acusador. La modesta escritura que esta mañana resuena
sobre una pequeña mesa de madera y sigue mi aliento tiene un matiz de ese
lenguaje, esta escritura me observa como si fuera un renglón, vigila mi leve
inconsistencia. La escritura se convierte en mi propio límite al contrario que
en la adocenada docencia donde los señores del límite son quienes conferencian,
reprimen, academizan en nombre de una enseñanza. Se nos dogmatiza con una
tecnología pobre. Vemos pero no contemplamos desterrando así el instinto para
proyectar el tedio, la vulgaridad y la vanidad fraccionándonos interiormente y
mirando al prójimo como a un extranjero de la especie. Desterramos la
escritura, desterramos lo primitivo, desterramos los dibujos de las cuevas. Se
desintegra el signo en pos de un efecto de verosimilitud y el significado
desaparece, su multiplicidad se unifica, el hombre pierde su libertad y su
historia pues ya no se hacen las preguntas ¿quién?¿en qué caso?¿cómo?¿cuándo?,
ahora sólo determina el ¿qué? el valor de cambio, la actualidad. Lo planetario.
acariciando sus retornos
hacia adentro
confeccionando la soledad.
El fin de semana pasado remonté ese camino. El paseo por esa Vila. Una máquina interna que me lleva y me trae. El circo
del ayuntamiento es patético como la mayoría. No me detengo más que el tiempo
de imaginar un cuadro de la revolución o Marat. Creamos también la institución
de la protesta para acabar con la obvia mentira, una elección deliberada (lejos
los colores la profundidad de lo oscuro) en la extensión de la duración y la
repetición de los núcleos y los rizomas. Partiendo de que la repetición es la
conclusión y decir la diferencia. No sin dolor podemos mirar expectantes al
exterior. Mirar guardando. Compartir la mirada y en el caso de poder coser el cordón que mantiene la máscara que siempre cambia con la atadura que nos
desplaza hasta tocar la ausencia, pero la duración permite sanar el futuro y en
el mejor de los casos renunciar al presente. Pero hay una cosa muy clara y es
el capitalismo. La suciedad. Mi mente es incapaz de comprender la represión
usada por ejemplo en la ciudad de Barcelona en las principales manifestaciones.
Quieren que nos parezca un juego y además de que sea juego. Augur ludens.
Claro, dentro de un lenguaje en subasta, un sociolecto. El deseo de un génesis
invariable y estático que se hace capitalismo.
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Cartagena |
El mundo
es azul y si es visto desde el espacio parece un punto que se aleja. Las ondas
de frecuencia del azul en el espacio emiten una longitud más lenta que las
rojas pero llegan antes. El mismo color en varias sensaciones distintas. Debajo
del mar, si encendiéramos una luz como la de un pez abisal veríamos la densidad
del color. Hoy que la luna está más cerca será menos azul. Se verán más
nítidamente otros colores como el verde, e incluso el pardo. Este color sobre
todo en las sillas de los académicos y más oscuro en las de los políticos
llegando al negro hasta perder la conciencia. Leo esa negritud en los
caracteres de la prensa. El juego elimina cualquier interpretación de los
jugadores. Europa, lo digo aquí, tiene la paradoja de lo planetario y ha sido
unir en el mismo color la intrascendencia de la voz de una multitud
esclavizada. La esfinge necesita una pena. Esfinge, obelisco egipcio, mariposa
del antártico, todo nos sirve para engalanar las campanas de cristal de
nuestras instituciones y apagar el azul de nuestra nostalgia. O el conato.
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Jordania |
Anochece,
la luna babeante está cerca, plenitud de perigeo le dicen. Enfocamos el
objetivo y la capturamos en un instante. Pero nadie se para a dialogar. La
anécdota, el accidente, la gramática, están preparadas para rechazar la
respuesta. El goteo ingrávido lunar seduce la palabra innombrable, el instante.
¿Quién soy ahora?
¿Dónde ahora? ¿Cuándo ahora? ¿Quién ahora? Sin
preguntármelo. Decir yo. Sin pensarlo. Llamar a esto preguntas, hipótesis. Ir
adelante, llamar a esto ir, llamar a esto adelante. Puede que un día, venga el
primer paso, simplemente haya permanecido, donde, en vez de salir, según una
vieja costumbre, pasar días y noches lo más lejos posible de casa, lo que no
era lejos. Esto pudo empezar así. No me haré más preguntas.
Samuel Beckett “El innombrable”