a.
Primera letra del alfabeto. Se pronuncia con los labios muy abiertos,
Primera letra del alfabeto. Se pronuncia con los labios muy abiertos,
y los dientes separados aproximadamente un centímetro;
la lengua, con el dorso elevado hacia la línea de separación
entre el paladar duro y el velo del paladar,
y rozando con la punta los dientes inferiores,
mientras los bordes siguen los molares inferiores.
Tal vez esa sea la razón por la que nos buscamos a nosotros mismos. En el silencio, en esa ciudad invisible y eterna que nos observa. Un niño me dijo una vez que lo esencial es invisible a los ojos. La puerta se abre y aparece un hombre alto que se acerca a la camilla. Sacó un bolígrafo y coge del cabecero mi expediente. Arroja una radiografía a una lámpara azul que parecía el ala de una mariposa y mi cuerpo, se hundió pesado en el colchón como un cachalote. Sobre cubierta, el médico exclama una maldición, entonces, suministra una punzada en mi muslo, vuelve a decir otra maldición. Nada. Las gentes de mar sois gente dura. Entre amable y distante naufraga una sonrisa de misericordia en su diminuta boca. Supongo que ver un paciente como yo rompe su rutina importándole bien poco mi voluntad. Una razón para vivir.
Un cuarto de hora después la noche caía flácida y mis pensamientos fondeaban vagamente, tendiéndose en la bahía, en el abrevadero donde vara el litigio desobediente de nuestra búsqueda. Aún así escuché los pasos de una enfermera. Olí su pelo. Sentí un insecto metálico en una de mis venas. Después era inútil alzar los párpados.
Un cuarto de hora después la noche caía flácida y mis pensamientos fondeaban vagamente, tendiéndose en la bahía, en el abrevadero donde vara el litigio desobediente de nuestra búsqueda. Aún así escuché los pasos de una enfermera. Olí su pelo. Sentí un insecto metálico en una de mis venas. Después era inútil alzar los párpados.
Sentí sed. Entonces me levanté y tanteando sin noción me acerqué al ventanal. No podía abrir los ojos. No podía despertar. No me podía levantar. Pero sentía la estela de unas nubes carnosas acorralando la ciudad. El arpón del cetáceo marcaba un surco formando arterias transidas. Avanzaban las nubes atraídas desde la penumbra con unas poleas quizá insomnes desde los ventanales del hospital. Quería acostarme, o quería despertar. Ya no recuerdo. Pasé mis manos frías por el torso sudado, buscando tal vez la respiración. La presión de la sangre fluctuaba desde la uña de los pies hasta la coronilla. Quienquiera que ose descubrir esta sensación le basta con subir un campanario, y esperar la hora. En mi juventud en cambio, la seña de las campanas significaba la llegada de los botes a puerto. Precisamente la soledad del mar, una discreta supervivencia.
El uno de mayo empezaba la campaña. La faena acababa en la fábrica noruega. Casi nos daba lástima acabar la temporada y abandonar las faenas. Las manos bruñidas acariciaban las proas y mirábamos el mástil desnudo apuntando al cielo. Así de golpe se armaban los inviernos dormidos al arrullo de la brisa. Escuchar los ecos de las montañas y cuidar de nuestros hijos con dulces quejas.
Tenían supongo la obligación de hablarme. Las visitas se espaciaban pero el médico y la enfermera que diariamente me valían, dejaban entrever su estado de ánimo, su malhumor y en un tiempo, la enfermera de algún modo insospechado traía un nuevo perfume, trabajaba no obstante con delicadeza. Ondeaba su cuerpo sin ocultar el bisturí de su felicidad. El amor. Movió el jarrón de flores. Flores, amor. Jamás mi alma se inmutó ante estas prácticas. Y si lo hice, fue en silencio. ¿Porqué es ahora cuando identifico las emociones? La mujer sacudió la cabeza. Entró el médico y sin disimulo le pellizcó una nalga. Ella se arrodilló, desabrochó su cinturón y empezó a chupar su polla. Qué lástima. El doctor tapó mi cabeza con una almohada. Lo último que conseguí escuchar fue un aullido. Una vocal.
No CC, no es casualidad...y qué bien escrito que está esto querido amigo!!!
ResponderEliminarNarras a través de las sensaciones. Y sé que no te gusta que se hable de giros finales...Así que me callo!!! Buen relato. Bicos, Danieloooooo
ResponderEliminarNo me esperaba el desenlace. Pensé que podría ser un relato que se convertiría en una novela por el inicio pero la sorpresa me noqueó. La verdad además de sorpresa, inaudito. Muy bien relatado.
ResponderEliminarSaludos CC.
Hasta pronto.
Tremendo relato C.C. Primero me dejas de piedra con las fotos (por supuesto, lugares que frecuento y he fotografiado; la entrada de "urxencias" más veces que el "ara solis"), y después ese torrente de sensaciones que dejas escapar como quien no quiere la cosa.
ResponderEliminarQuizá hoy no ha sido buen día para acordarme del "hotelito" (el hospital); pero después de tu post, no puedo decirte nada en contra.
¡Biquiños!
Carmen.
es de noche aquí pero mi mente se fue a pasear con tus palabras, acabo de ver una película, me quede con esta frase y te la comparto, xq leerte me distrae.
ResponderEliminar"...si ves el rayo verde comprenderás tus propios sentimientos"
¡Joroba con la vocal! No queda dramáticamente claro el origen del sonido, esa "a" final y como de resistencia. ¿Es gemido de placer o marca del ahogo? En todo caso, existe una "a" ahogada en algunas prácticas sexuales radicalizadas (la erección potenciada con la asfixia). La a del cachalote es otra variante y suena su música a lo largo del océano para mayor gloria de los sordos.
ResponderEliminarLa "a" final de la urgenci-a y de la puert-a que da al mar (que es el morir). "a" negra mosca y corsé velludo de la enfermera que nos enamora cuando estamos débiles (y sin saber nombrar emociones). Decepción porque ciertos cuerpos desnudos se encuentren. Deseo de ser uno el que grite "!a" en la forma sensual en que se describe en el inicio.
Lo esencial es invisible ---- o tan visible que asusta nuestra sonrisa al ser ahogados por la envidia de la fellatio (lejos del mar)
Un saludo CC
- Emma; vos con el poema de Sharon Olds iniciaste mi cuento. Me fui al hospital para hacer una fotografía, pero además, mi alma no tuvo escrúpulos a la hora de entrar en la sala de urgencias y quedarme un rato observando. También me inspiró recordar la vida de los balleneros gallegos.
ResponderEliminar- Vera; no hay otra manera de narrar, ni de vivir. Ultimamente te veo un poco “instantánea” así que no haré balances, jeje… es broma. Pero que sepas, que no suelo valorar la redondez en mis relatos. Es demasiado fácil hacerlos redonditos. Siempre me interesó más hacer espeleología del alma, no de los personajes, de las personas.
- Pluma Roja; gracias por decirme que la construcción inicial asemeja el comienzo de una novela, eso tenía en mente, lo visualicé así, aunque el final se consumó así por tener demasiadas ideas en la cabeza, me decanté por ahogarlo.
- Carmen; no podía ser de otro modo, seguro que sabes mejor que yo aquello de “homes de pedra en barcos de pao”. Un abrazo enorme. Sé que la vida vuestra también es dura. No sabría como describirla, pero aquí me centré en el paciente. Un ser en vida dedicado a su trabajo, un ser práctico. Que volvía a su casa con su mujer guiados por un farol. Que alimentaban a sus hijos para que se fueran a estudiar. Que durante la temporada de captura no descansaba un día. Saludos.
- Guepa; al ver el rayo verde el pasto humano comprende que somos afortunados de habitar un mundo tan rico en sensaciones. Gracias por mencionarme esas palabras. Tornaré a visionar ese rayo tratándose de ese director al que tanto cariño profeso.
- L; …apertura. El alma se escabulle un poco al pronunciarla. Me llevaré tus palabras a la Isla. En verdad dentro de aquella soledad embriagada existe un calor, un ardor profundo y será tópico o more geométrico lo siguiente pero es, la eternidad del instante asolado. Un abrazo.
Qué giro final, inesperado! Ja! No te gusta? Igual...es de los giros finales que me placen...giro lingüístico, esas cosas...
ResponderEliminar