CÓMO
LA NO-VIOLENCIA
PROTEGE AL ESTADO
Peter Gelderloos
ed.
descontrol
Capítulo 4:Cómo La No-Violencia
Protege al Patriarcado
El patriarcado es una forma de
organización social que produce lo que reconocemos comúnmente como sexismo.
Pero va más allá del prejuicio individual o sistémico contra las mujeres.
Consiste, en primer lugar, en la falsa división de las personas en dos categorías
rígidas (hombre y mujer) que se afirman como naturales y morales. (Mucha gente
perfectamente sana no encaja en ninguna de estas categorías fisiológicas, y
muchas culturas no occidentales reconocen -y todavía lo hacen, si no han sido
ya destruidas- más de dos sexos y géneros.) El patriarcado intenta destruir,
social e incluso físicamente, a cualquiera que no encaje en una de estas dos
categorías o que rechace este “binarismo de género”. El patriarcado continúa
definiendo roles claros (económicos, sociales, emocionales, políticos) para los
hombres y las mujeres y afirma (falsamente), que estos roles son naturales y
morales. Bajo el patriarcado, la gente que no encaja o que rechaza estos roles
de género es neutralizada mediante la violencia y el ostracismo. Se les hace
parecer y sentir fexs, sucixs, temibles, despreciables, inútiles. El
patriarcado es dañino para todxs, y es reproducido por cualquiera que viva en
él. Haciendo honor a su nombre, pone a los hombres en una posición dominante y
a las mujeres en una posición sumisa. Las actividades y características que
están tradicionalmente asociadas al “poder”, o al menos al privilegio,
pertenecen mayoritariamente a los hombres(1). El patriarcado otorga casi
exclusivamente a los hombres la habilidad y derecho al uso de la violencia.
( 1 )Para
más información sobre el patriarcado, recomiendo encarecidamente las obras de
bell hooks así como las de Kate Bornstein (por ejemplo Gender Outlaw) y Leslie
Feinberg (por ejemplo Transgender Warriors). También para un acercamiento
histórico y antropológico The Creation of Patriarchy de Gerda Lerner (New York:
Oxford University Press, 1986) tiene buena información aunque Lerner se limita
mucho a sí misma dentro de una perspectiva binaria del género aceptando ticia y
rezar para que la divina Autoridad intervenga. (Esta prescripción es parecida a
la fe que tiene el pacifismo en que los medios de comunicación diseminen
imágenes del sufrimiento dignificado para motivar a las autoridades a que
ejecuten la justicia). Injustas categorías de género como naturales, perdiendo
así el primer y más importante paso en la creación del patriarcado, que es la
creación de dos rígidas categorías de género. Interesante información
corrigiendo esta omisión puede encontrarse en Moira Donald y Linda Hurcombe,
eds. Representations.
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Con el género, como con la raza, la no
violencia es una posición inherentemente privilegiada. La no violencia asume
que en lugar de defendernos a nosotrxs mismxs de la violencia, podemos sufrir
la violencia pacientemente hasta que una parte suficiente de la sociedad pueda
ser movilizada a oponerse a ello pacíficamente (o que podamos esperar a
“transformar” cualquier agresión que nos amenace individualmente.) Muchas de
lxs que proponen la no violencia no la presentarán meramente como una práctica
política acotada, sino como una filosofía que merece penetrar en el mismísimo
tejido social y arrancar la violencia de raíz en todas sus manifestaciones.
Pero el pacifismo parece no haberle dado a la violencia del patriarcado su
consideración justa. Después de todo, en las guerras, en las revoluciones
sociales y en la vida diaria, las mujeres y las personas transgénero son,
dentro de la sociedad patriarcal, las receptoras primarias de la violencia.
Si sacamos esta filosofía fuera de la
impersonal arena política y la ponemos en un contexto más real, la no violencia
implica que es inmoral que una mujer se defienda de un atacante o que estudie
autodefensa. La no violencia implica que para una mujer maltratada es mejor
marcharse que movilizar a un grupo de mujeres para darle una paliza y echar al
marido maltratador de casa(2). La no violencia implica que es mejor ser violada
que sacar un bolígrafo del bolsillo y hundirlo en la yugular del agresor
(porque hacerlo supondría alimentar un supuesto ciclo de violencia y animar
futuras violaciones). El pacifismo simplemente no resuena en las realidades
diarias de la gente, a menos que esta gente viva en una extravagante burbuja de
tranquilidad en la que toda forma de reactiva y pandémica violencia civil haya
sido expulsada por la violencia sistémica y menos visible de la policía y de
las fuerzas militares. Desde otra perspectiva, la no violencia parece capaz de
tratar con el patriarcado. Al fin y al cabo la abolición del patriarcado
requiere formas de resistencia que enfaticen la curación y la reconciliación (3).
La concepción occidental of Gender from Prehistory to Present (St Martin’s
Press, 200), de la justicia, basada en la ley y el castigo, es totalmente patriarcal.
Ya los primeros códigos legales definían a las mujeres como propiedades, y las
leyes fueron escritas para hombres que ostentaran bienes, que a su vez fueron
socializados para no tratar con emociones; “los delitos” eran corregidos a
través del castigo más que mediante la reconciliación. Y es más, al patriarcado
no lo sostiene una elite poderosa que deba defenderlo por la fuerza, sino que
lo sostiene todo el mundo.
(2) La última estrategia que ha sido
aplicada con éxito por numerosas sociedades antiautoritarias a través de la
historia, incluyendo Igbo, en Nigeria, a día de hoy. Por ejemplo, ver Judith
Van Allen, “‘Sitting on a Man’, Colonialism and the Lost Political Institutions
of Igbo Women”, Canadian Journal of African Studies, Vol. 2, (1972): 211-219.
(3) Para una justicia más reconstituyente una
forma básica para tratar con el daño social a través de la curación y la
reconciliación (así, un concepto de justicia conveniente para tratar muchos
“crímenes” que tienen su raíz en el patriarcado), ver Larry Tifft, Battering of
Women: The Failure of Intervention and the Case for Prevention (Boulder:
Westview Press, 1993) and
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Dado que la distribución del poder
dentro del patriarcado es mucho más difusa que en el estado o en el capitalismo
(por ejemplo, un General que asesora a una empresa armamentística, posee un
poder significativo dentro del estado y del capitalismo, pero no extrae
específicamente del patriarcado mucho más poder que cualquier otro hombre,
excepto quizás el de representar un rol modélico de virilidad), luchar contra
los poderosos o máximos responsables juega un papel mucho más pequeño. En su
lugar, las personas debemos construir una cultura que nos permita tener una
identidad propia en términos de género y que nos apoye mientras construimos
relaciones saludables y sanamos de generaciones de violencia y trauma. Esto es
perfectamente compatible con el entrenamiento en autodefensa para mujeres y
gente transgénero y ataca a las instituciones económicas, culturales y políticas
que ejemplifican el patriarcado o son responsables de una forma especialmente
brutal del mismo. Matar a un policía que viola a trabajadoras sexuales o a
personas transgénero sin techo; prenderle fuego a la oficina de una revista que
conscientemente publicita un estándar de belleza que conduce a la anorexia y a
la bulimia o secuestrar al presidente de una empresa que trafica con mujeres.
Ninguna de dichas acciones priva de la construcción de una cultura de libertad.
Sino que más bien es la gente con poder que conscientemente saca provecho del
patriarcado, la que impide activamente la emergencia de esta cultura. Valorar
relaciones más libres se complementa con una oposición militante a las
instituciones que propagan relaciones explotadoras y violentas. Atacar a los
más notables y probablemente incorregibles ejemplos del patriarcado es una
manera de educar a la gente en la necesidad de una alternativa. La mayoría del
trabajo requerido para superar el patriarcado probablemente será pacífico,
centrado en la construcción de alternativas y la cicatrización de las heridas
provocadas por éste. Pero una práctica pacifista que olvida el uso de cualquier
otra táctica deja sin opción a la gente que necesita protegerse de la violencia
aquí y ahora.
En el caso de la violación y otras
formas de violencia contra las mujeres, la no violencia implica las mismas
lecciones que el patriarcado nos ha enseñado durante milenios: glorificar la
pasividad -“poner la otra mejilla” y “dignificar el sufrimiento”- frente a la
opresión. Todas las historias, mandamientos, parábolas y leyes contenidas en el
Antiguo Testamento, uno de los textos más lúcidos que define cómo conservar y
poner en práctica el patriarcado, aconsejan a las mujeres sufrir pacientemente
la injusticia y rezar para que la divina Autoridad intervenga. (Esta
prescripción es parecida a la fe que tiene el pacifismo en que los medios de
comunicación diseminen imágenes del sufrimiento dignificado para motivar a las
autoridades a que ejecuten la justicia). Dado que el patriarcado prescribe
claramente una violencia masculina unilateral, las mujeres estarían
interrumpiendo esta dinámica de poder, no reforzándola, sino reapropiándose de
su capacidad de ejercer violencia (4).
(4)
Bell Hooks presenta un análisis más complejo, tratando también con el problema
de la violencia de las mujeres, en muchos libros incluido The Will To Change:
Men, Masculinity, and Love (New York: Atria Books, 2004). Sin embargo la
violencia de las mujeres que hooks discute no es política, violencia consciente
contra agentes del patriarcado, sino, más bien un impulsivo desplazamiento del
maltrato dirigido contra lxs niñxs y a otros que se sitúan más abajo de la
jerarquía social. Este es un ejemplo de un verdadero ciclo de violencia, que
las pacifistas suponen que es la única forma de violencia. Y mientras todas las
formas traumáticas de violencia se convierten en cíclicas (esto es, la manera
en la que la gente reacciona al trauma de la violencia inicial perpeuándola ),
las jerarquías violentas se mantienen a través del uso sistemático de violencia
unilateral. La resistencia violenta dirigida contra las jerarquias y sus
ingenieros, lejos de perpetuar el ciclo de la violencia, lo debilita. El mundo
no es un campo de juego en el que los diferentes agentes sociales estén en
igualdad de condiciones (en cuanto a poder y responsabilidad) para ejercer la
violencia. La violencia que se origina en otros niveles de lajerarquía y con
fines distintos tiene también, lógicamente, resultados distintos. Para ser más
específicos, si las mujeres se organizan colectivamente para atacar
enérgicamente y oponerse a los violadores, violaciones concretas serán
impedidas. El trauma de violaciones pasadas será exorcitado de una forma
constructiva y empoderadora, los hombres descartarán la opción de violar con
impunidad y futuras violaciones serán desmotivadas. O, con otro ejemplo, negros
y latinos de las ciudades que llevan a cabo ataques de guerrilla contra la
policía no motivan un ciclo de violencia. La policía no mata gente de color
porque estén traumatizados por pasadas situaciones de violencia; lo hacen
porque el sistema de supremacía blanco lo requiere y porque les pagan por ello.
La actividad revolucionaria, por supuesto, tendrá como resultado un aumento de
la represión, pero este es un mero obstáculo para la destrucción del Estado,
que es el mayor agente suministrador de violencia. Tras de la destrucción del
Estado, del capitalismo y de las estructuras patriarcales la gente aún estará
traumatizada, aún tendrá puntos de vista autoritarios y patriarcales, pero los
problemas individuales que no son reforzados estructuralmente pueden ser
abordados de formas cooperativas no violentas. Los ejércitos no tendrán cabida.
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En este sentido, el hecho de que las
mujeres reclamen la habilidad y el derecho al uso de la fuerza no pone fin por
sí mismo al patriarcado, pero es una condición necesaria para la liberación de
género, así como una forma útil de empoderamiento y de protección a corto
plazo. Las pacifistas y las feministas reformistas han señalado a menudo que
son las personas que practican el activismo militante las que son sexistas. En
muchos casos específicos, dicha acusación ha sido válida. Pero la crítica
frecuentemente se extiende a sugerir que el uso activista de la violencia es
sexista en sí mismo, masculino, o por lo menos privilegiado (5). Como Laina
Tanglewood explica: “Algunas ‘feministas’ recientes critican que el anarquismo
ha condenado a la militancia a ser sexista y a no incluir a las mujeres... Esta
idea es en realidad la más sexista” (6). Otras anarquistas señalan que “De
hecho, la masculinización de la violencia, con su velada concomitancia sexista
y la feminización de la pasividad, realmente se debe más a aquellas personas
cuya noción del cambio no incluye la revolución o la aniquilación del Estado”.
(5) Por ejemplo, Robin Morgan The Demon
Lover: On the Sexuality of Terrorism, (New York: W.W. Norton, 1989). The Rock
Block Collective’s pamphlet, Stick it to the Manarchy (Decentralized publication
and distribution, 2001), realiza críticas válidas contra el machismo en
círculos anarquistas blancos pero sugiere que la militancia en sí misma es
machista, y que las mujeres, gente de color, y otros grupos oprimidos son, de
algún modo, demasiado frágiles para participar en una revolución violenta.
(6) Laina Tanglewood, “Against the
Masculinization of Militancy”,citado en Ashen Ruins, Against the Corpse
Machine: Defining a Post-Leftist Anarchist Critique of Violence (Decentralized
publication and distribution, abril 2002). Disponible el texto entero en
http://www.infoshop. org/rants/corpse_last.html
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De igual forma, ¿qué noción de
libertad no incluye la capacidad de las mujeres para defenderse a sí mismas?
Respondiendo a la suposición de que las mujeres sólo pueden ser protegidas por
unas amplias estructuras sociales, la activista Sue Daniels nos recuerda: “Una
mujer puede deshacerse de un atacante por sí misma... No es en absoluto
cuestión de quién sea físicamente más fuerte; es una cuestión de entrenamiento”
. The Will to Win! Women and Self-Defense, un panfleto anónimo, añade lo
siguiente:
Es
ridículo que haya tantas organizaciones de apoyo y orientación para mujeres que
han sido violadas, atacadas y maltratadas, y apenas ninguna que trabaje para
preparar y prevenir que estas cosas
sucedan. Debemos rechazar ser víctimas y deshechar la idea de que debemos
someternos a nuestros agresores para mantenernos alejadas de una violencia aún
más extrema. En realidad, someternos a nuestros agresores solo contribuirá a
una violencia futura contra otras.(9)
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La idea de que la violencia es masculina, o
que el activismo revolucionario excluye necesariamente a las mujeres, queers y
gente trans está, como otras premisas de la no violencia, basada en un olvido
histórico (10). Se ignoran las mujeres nigerianas ocupadas en sabotear los
yacimientos de petróleo; las mujeres mártires de la intifada palestina; las
guerreras queer y transgénero de la Stonewall Rebellion; las miles de mujeres
que lucharon con el Vietcong; las mujeres líderes de la resistencia Nativa al
genocidio europeo y norteamericano; Mujeres Creando, un grupo de
anarco-feministas de Bolivia; las sufragistas británi- cas que generaron
disturbios y lucharon contra la policía. Se olvidan también las mujeres que
ocuparon los más altos niveles de liderazgo al frente del Black Panther Party,
las zapatistas, las Weather Underground, y otros grupos militantes. La idea
de que defenderse de algún modo excluye a las mujeres es absurdo. Ni siquiera
la historia del blanco y pacificado “Primer Mundo” lo corrobora, porque ni el
patriarcado más efectivo que pudiéramos imaginar jamás sería capaz de impedir
que toda la gente transgénero y todas las mujeres lucharan de manera militante/violenta
contra la opresión.
10 El autor en el texto original utiliza
el término anglosajón “whitewashing”, que se traduce literalmente por
“blanqueamiento”; con él se refiere al acto de borrar interesadamente de la
historia y de la memoria toda huella que sea “incómoda” para el estado, el
patriarcado, el capitalismo o la supremacía blanca [N.Trad].
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La gente partidaria de la no violencia
que hace una limitada excepción con la autodefensa porque reconoce hasta qué
punto es erróneo decir que las personas oprimidas no pueden o deben protegerse
a sí mismas, no tiene estrategias viables para tratar con la violencia
sistémica. ¿Sirve la autodefensa para defenderse de un marido maltratador, pero
no para hacer saltar por los aires una fábrica emisora del dióxido que intoxica
tu leche materna? ¿Qué hay acerca de una campaña más coordinada para destruir
la empresa a la que pertenece la fábrica y es responsable de liberar los
contaminantes? ¿Es autodefensa matar al general que envía a los soldados que
violan a las mujeres en una zona de guerra? ¿O deben las pacifistas permanecer
a la defensiva, solo respondiendo a ataques individuales y sometiéndose a sí
mismas a la inevitabilidad de tales ataques hasta que la táctica no violenta
haga cambiar de alguna forma al general o provoque el cierre de la fábrica, en
un futuro incierto? Aparte de proteger al patriarcado de la oposición
militante, la no violencia también ayuda a preservar las dinámicas patriarcales
dentro del movimiento. Una de las mayores premisas del presente activismo
anti-opresión (nacido del deseo común de promover movimientos más libres y
empoderados y de evitar el cuerpo a cuerpo ampliamente contenido por dinámicas
de opresión y de descuido que invalidó las luchas de liberación de las
generaciones previas) es que las opresivas jerarquías sociales existen y se
reproducen a sí mismas en el comportamiento de toda persona y deben ser
superadas tanto interna como externamente. Pero el pacifismo prospera evitando
la autocrítica (11). La mayoría de nosotrxs estamos familiarizadxs con el
estereotipo parcialmente justificado de la auto-complacencia, la
auto-celebración de activistas no violentxs que “personifican el cambio que
desearían ver en el mundo” (12) hasta tal grado que en sus mentes ellxs
personifican todo lo correcto y bonito.
(11) El conservador aforismo pacifista
de que “el cambio tiene que venir de dentro” no debe confundirse con la
autocrítica. Funcionalmente, tal filosofía solo incapacita a lagente para
desafiar al sistema y combatir opresiones estructurales; es análogo a la noción
cristiana de pecado, como una barrera para la rebelión y otras acciones
colectivas para la opresión. En los pocos casos en los que el “cambio des de
dentro” principal significa más que un simple mandamiento hacia la no
violencia, es una forma impotente de auto-mejora que pretende que las
opresiones sociales son el resultado de extendidos fracasos de personalidad que
pueden ser superados sin la supresión de las fuerzas externas. La auto-mejora
del activismo anti-opresión, por otro lado, suponeadmitir que las fuerzas
externas (que son las estructuras de la opresión) influencian incluso a
aquellxs que luchan contra ellas. Así, tratar con los efectos es un complemento
conveniente para combatir las causas. Antes que el acto como complemento, la
auto-mejora pacifista intenta ser una sustitución.
(12) “Ser el cambio que desearías ser en
el mundo” o “Personifica el cambio...” son eslóganes pacifistas comunes que se
pueden encontrar al menos en un par de pancartas en cualquier gran protesta
pacifista en los Estados Unidos.
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Un seguidor de una organización
pacifista exclamó, en respuesta a críticas entorno al privilegio, que el líder
de raza blanca y género masculino perteneciente a un grupo, posiblemente no
podía ejercer un privilegio por ser blanco y por ser hombre ya que se trataba
de una buena persona, como si la supremacía blanca y el patriarcado fueran
asociaciones enteramente voluntarias. En tal contexto, ¿con qué facilidad
podría un grupo con un liderazgo predominantemente masculino, entendido como la
personificación del ideal no violento, a resultas de su participación en un
impresionante número de huelgas de hambre y sentadas, ser movilizado contra
comportamientos opresivos, contra la transfobia o contra el abuso sexual?
La tendencia del pacifismo a evitar la
autocrítica no es solo típica, es funcional. Cuando tu estrategia para vencer
proviene de “capturar y mantener la superioridad moral como una ventaja frente
a nuestros oponentes” 14 es necesario retratarte a tí mismx como moral y a tu
enemigo como inmoral. No cubrir fanatismos y dinámicas opresivas frente a
líderes y miembros del grupo es simplemente contraproducente para tu estrategia
escogida. Cuánta gente sabe que Martin Luther King Jr. trató a Ella Baker
(quien es la responsable general de la construcción de la -Southern Christian
Leadership Conference [SCLC], mientras King era todavía inexperto como
organizador) como a su secretaria; y se rió en la cara de algunas mujeres de la
organización cuando sugirieron que el poder y el liderazgo deberían ser
compartidos; dijo además que el rol natural de las mujeres era la maternidad, y
que ellos, desafortunadamente, se veían “forzadas” a ocupar las posiciones de
“maestro” y “líder” (15); y echó a Bayard Rustin de su organización porque
Rustin era gay(16)? Pero entonces, ¿por qué estos factores, ampliamente
disponibles cuando convertimos a King en un icono, conllevarían el encubrir tales
faltas retratándolo como un santo? Para el activismo revolucionario, de todos
modos, la victoria llegará a través del empoderamiento y del uso de mejores
estrategias para combatir el estado y sobrevivir a la represión. Tal vereda
requiereconstante evaluación y autocrítica(17).
(16) La historia de Bayard Rustin
teniendo que dejar la SCLC porque Rustin era gay se puede encontrar en Jervis
Andersen, Bayard Rustin: The Travells I’ve Seen (New York: HarperCollins
Publishers, 1997) y en David Dellinger, From Yale to Jail: The Life Story of a
Moral Dissenter (New York: Pantheon Books, 1993).
(17) Sin embargo, la gente cuyas
estrategias cuentan con la formación de partidos u organizaciones centralizadas
similares, tanto revolucionarias como pacifistas, también tienen un interés no
expresado en la autocrítica. Pero las activistas revolucionarias de hoy
demuestran una marcada tendencia alejada de la política de partidos, sindicatos
y otras organizaciones que desarrollan el ego, la ortodoxia y el interés en una
misma.
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A menudo preexisten asunciones
sexistas que pintan a los grupos militantes más sexistas de lo que en realidad
son. Por ejemplo, las mujeres eran, efectivamente, excluidas de las posiciones
de liderazgo en el SCLC de King, cuando por el contrario las mujeres (por
ejemplo, Elaine Brown) a veces alcanzaron las más altas posiciones en el Black
Panther Party [BPP]. Aún así es el BPP, y no el SCLC, el que se alzó como el
paradigma del machismo. Kathleen Cleaver lo refutó cuando dijo: “En 1970, el
BPP tomó una posición formal en la liberación de la mujer19. ¿Hizo el congreso
de los Estados Unidos la más mínima declaración acerca de la liberación de la
mujer?” . Frankye Malika Adams, otra Pantera, dijo: “Las mujeres organizaron
bastante la BPP. No sé cómo consiguieron ser un partido de hombres o pensaron
como si lo fueran” . Resucitando una historia más rigurosa del Black Panther
Party, Mumia Abu-Jamal documenta que fue, de alguna forma, “un partido de
mujeres”.
No obstante, el sexismo persistió
entre los Panteras, como persistió en cualquier ambiente revolucionario, y en
cualquier otro segmento de la sociedad patriarcal de hoy en día. El patriarcado
no puede ser destruido de la noche a la mañana, pero puede ser gradualmente
vencido por grupos que trabajan para destruirlo. El activismo debe reconocer al
patriarcado como el principal enemigo y abrir espacios en los movimientos
revolucionarios para mujeres, gente queer y gente transgénero para constituirse
como fuerzas creativas a la hora de dirigir, asesorar y reformular la lucha
(mientras también se da apoyo a los esfuerzos de los hombres para entender y
contrarrestar nuestra propia socialización). Una evaluación honesta muestra que
no importan nuestras intenciones, queda mucho trabajo por hacer para liberar el
movimiento del control de las manos de los hombres y para encontrar formas más
saludables y reconfortantes para tratar con patrones de abuso en las
relaciones, sociales o sexoafectivas entre miembrxs del movimiento.
Casi todas las discusiones tácticas o
estratégicas en las que he participado, fueran éstas militantes o pacifistas,
han sido atendidas y dominadas abrumadoramente por hombres. Lejos de mantener
que las mujeres y la gente transgénero son de algún modo incapaces de participar en un amplio espectro de
opciones tácticas (o incluso de discutirlas), haríamos bien en recordar las
voces de aquellas que han luchado -violentamente, de manera desafiante,
efectivamente- como revolucionarias. Por ejemplo, Mujeres Creando, un grupo
anarco-feminista de Bolivia. Sus componentes se han dedicado a campañas de
grafitis y campañas antipobreza. Protegen a la gente de la violencia policial
durante las manifestaciones.
En su acción más dramática, se armaron
con cócteles molotov y cartuchos de dinamita y ayudaron a un grupo de granjeros
indígenas a tomar un banco para demandar que les perdonaran la deuda que les
estaba matando de hambre a ellxs y a sus familias. En una entrevista, Julieta
Paredes, una miembra fundadora, explica los orígenes del grupo: “Mujeres Creando es una “locura” iniciada por
tres mujeres [Julieta Paredes, María Galindo y
Mónica Mendoza] desde la
arrogante, homofóbica y totalitaria izquierda de la Bolivia de los ochenta...
La diferencia entre nosotras y aquellos que hablan acerca del derrocamiento del
capitalismo es que todas sus propuestas para una nueva sociedad provienen del
patriarcado de izquierda. Como feministas, en Mujeres Creando queremos
revolución, un cambio real del sistema... He dicho ya antes y quiero repetir
que no somos anarquistas por Bakunin o la CNT, sino más bien por nuestras
abuelas, y esta es una hermosa escuela de anarquismo” (22).
Sylvia Rivera, una drag queen puertorriqueña,
habló acerca de su participación en la rebelión de Stonewall en 1969, provocada
tras la redada policial, en el Stonewall Bar en Greenwich Village de la ciudad
de Nueva York, con el fin de acosar a la clientela trans y queer:
No aceptaremos más mierda de ésta. Hemos hecho
mucho por otros movimientos. Llegó el momento. En primera línea estaban los
gays de las calles de Village y la gente sin techo que vivía en el parque de
Sheridan Square frente al bar, después las drag queens y todo el mundo detrás
nuestro... Estoy encantada de haber estado en los disturbios de Stonewall.
Recuerdo que cuando alguien lanzó un cóctel Molotov, pensé: ‘¡Dios mío, la
revolución finalmente está aquí!’ Siempre creí que tendríamos que defendernos.
Estaba segura de que nos defenderíamos. Solo que no sabía que iba a ser esa
noche. Estoy orgullosa de mí misma por haber estado allí aquella noche. Si me
hubiera perdido ese momento, me habría sentido de algún modo dolida porque fue
entonces cuando vi cómo cambiaba el mundo para mí y para mi gente.
Aunque
claro, todavía queda ante nosotras un largo camino por recorrer.(23)
(22) Julieta Paredes, “An Interview With
Mujeres Creando”, en Quiet Rumours: An Anarcha-Feminist Reader, ed. Dark Star
Collective (Edimburgh: AK Press, 2002), 111-112.
(23) Leslie Feinberg, “Leslie Feinberg
Interviews Sylvia Rivera”, Workers World, 2 de Julio, 1998,
http://www.workers.org/ww/1998/sylvia0702.php.
__________________
Ann Hansen, una revolucionaria canadiense,
cumplió siete años de condena en prisión por estar involucrada en 1980 en los
grupos clandestinos Direct Action y la Wimmin’s Fire Brigade, que, entre otras
acciones, pusieron una bomba en la fábrica de Litton Systems (fabricante de
componentes para misiles navales) y lanzaron bombas incendiarias en una cadena
de tiendas de pornografía que vendía vídeos retratando violaciones. De acuerdo
con Hansen:
Hay muchas formas diferentes de acción
directa, algunas más efectivas que otras en diferentes momentos de la historia,
pero en conjunción con otras formas de protesta la acción directa puede hacer
más efectivo el movimiento por el cambio abriendo caminos de resistencia que no
son ni fácilmente absorbidos ni fácilmente controlables para el estado.
Desgraciadamente, la gente dentro del movimiento debilita sus propias acciones
cuando fracasa en el entendimiento y el apoyo de las diversas tácticas
disponibles... Nos hemos vuelto pacíficxs.(24)
Emma Goldman, nacida en Rusia, -la anarquista
americana más famosa-, participó en el intento de asesinato del empresario del
acero Henry Clay Frick en 1892; partidaria de la Revolución Rusa y una de las
primeras críticas con el gobierno leninista, escribe así acerca de la
emancipación de las mujeres:
“La
historia nos cuenta que toda clase oprimida se gana la verdadera liberación de
sus amos a través de sus propios esfuerzos. Es necesario que la mujer aprenda
esta lección, que se dé cuenta de que no alcanzará su libertad hasta que
alcance el poder para realizarla”(25).
24 Ann Hansen, Direct Action: Memoirs of
an Urban Guerrilla, (Toronto: Between The Lines, 2002), 471.
25 Emma Goldmann, “The Tragedy Of
Woman’s Emancipation”, en Quiet Rumours, ed. Dark Star Collective, 89.
Mollie Steimer fue otra inmigrante
anarquista rusa en América. Desde muy joven, Steimer trabajó con Frayhayt, un
periódico anarquista en yiddish de Nueva York. En la portada del mismo aparece
este lema: “La única guerra justa es la revolución social”. Desde 1918 en
adelante, Steimer fue arrestada y encarcelada repetidamente por hablar claro en
contra de la Primera Guerra Mundial o en apoyo de la Revolución Rusa, que, en
aquel tiempo, antes de la consolidación leninista y las purgas, tenía un
componente significativamente anarquista. En un juicio declaró: “Para el cumplimiento de esta idea (el
anarquismo), consagraré toda mi energía y, si es necesario, daré mi vida por
ello” 26.
26 Paul Avrich, Anarchist Portraits
(Princeton: Princeton University Press, 1998), 218.
______________________________
Steimer fue deportada a Rusia y luego
encarcelada por los Soviets por su apoyo a lxs anarquistas presxs allí.
Anna Mae Pictou-Aquash fue una mujer
Mi’kmaq y una activista del American Indian Movement (AIM). Después de enseñar
y orientar a la juventud Nativa, y “trabajar con las Boston’s African American
and Native American Communities” (27), se unió a la AIM y se involucró en la
ocupación de 71 días del Wounded Knee en la reserva de Pine Ridge en 1973. En
1975, en relación a un periodo de brutal represión, durante el cual al menos 60
miembros y partidarixs de la AIM fueron asesinadxs por paramilitares equipados
por el FBI, Pictou Aquash estuvo presente en un tiroteo en el que dos agentes
del FBI fueron asesinados.
27 Yale, “Anna Mae Haunts the FBI”,
Earth First! Journal, Julio-Agosto 2003: 51. 28 Ibid. 29 “Interview With Rote
Zora”, en Quiet Rumours, ed. Dark Star Collective, 102.
_____________________
En noviembre de 1975, fue declarada
fugitiva por evadir comparecencias ante el juzgado con los cargos de tenencia
de explosivos. En febrero de 1976, fue encontrada muerta con un disparo en la
nuca; el forense apuntó como causa de la muerte “hipotermia”. Tras su
fallecimiento, se supo que el FBI la había amenazado de muerte por no delatar a
otrxs activistas del AIM. Durante toda su vida, Pictou-Aquash fue una activista
y revolucionaria muy comprometida.
Esta
gente blanca piensa que el país les pertenece -no se dan cuenta de que si están
ahora en el cargo correcto es solamente porque son más numerosos-. El país
entero cambió con sólo un puñado de peregrinxs harapientxs que vinieron aquí en
1500. Se puede coger a un puñado de indixs harapientxs para hacer lo mismo; yo
intenté ser unx de esxs indixs.28 (Ibid)
Rote Zora (RZ) fue un grupo alemán de guerrilla
urbana de feministas antiimperialistas. Junto a las aliadas Células
Revolucionarias, llevaron a cabo más de doscientos ataques, mayoritariamente
poniendo bombas, durante los 70 y 80.
Apuntaron hacia pornógrafos; empresas
explotadoras; edificios gubernamentales; compañías que traficaban con mujeres
para ser esposas, esclavas sexuales y trabajadoras domésticas; entre otras
cosas. En una entrevista anónima, integrantes del Rote Zora explicaron: “las mujeres del RZ empezaron en 1974
poniendo una bomba en el Tribunal Supremoen Karlsruhe porque queríamos la
abolición total de la ‘218’ (la ley del aborto)”. A la pregunta de si
la violencia daña al movimiento tanto como sus bombas, respondieron:
Zora 1: ¡Que daña al
movimiento! Hable en todo caso de la instalación de la represión. ¡Las acciones
no dañan al movimiento! Todo lo contrario, pueden y deben apoyarlo de una forma
directa. Nuestro ataque contra los traficantes de mujeres, por ejemplo, ayudó a
exponer a la luz pública sus negocios, a amenazarlos, y ahora ellos saben que
tienen que anticiparse a la resistencia de las mujeres si quieren seguir
adelante con sus negocios. Estos ‘caballeros’ saben que tienen que prever la resistencia. A esto
lo llamamos el fortalecimiento de nuestro movimiento.
Zora 2: Hace
ya mucho tiempo que la estrategia de la contrarrevolución ha comenzado a
dividir totalmente al ala radical del resto del movimiento aislándolos para
debilitar al movimiento entero. En los 70 tuvimos la experiencia de lo que
significa que sectores de la izquierda adopten la propaganda del estado, cuando
empiezan a presentar a aquellxs que luchan de manera autónoma (30) como lxs
responsables del estado de persecución, destrucción y represión. No solo
confunden la causa con el efecto, sino
que implícitamente justifican el estado de terror. Por lo tanto, son ellxs
mismos quienes debilitan sus propias posiciones. Estrechando el marco de las
protestas y las resistencias...
La entrevista prosiguió planteando la
siguiente cuestión:
¿Cómo pueden las mujeres
no autónomas, no radicales, entender lo que queréis? Las acciones armadas
tienen un efecto “ahuyentador”.
Zora 2: Quizás es
temible que la realidad del día a día sea cuestionada. Las mujeres a las que
desde pequeñas se les ha machacado la cabeza con la idea de que son víctimas se
vuelven inseguras si tienen que enfrentarse al hecho de que las mujeres ni son
víctimas ni son pacíficas. Esto constituye una provocación. Aquellas mujeres
que experimentan su falta de poder con rabia pueden identificarse con nuestras
acciones. Dado que cada acto de violencia en contra de una mujer crea una
atmósfera de amenaza contra todas las mujeres, nuestras acciones contribuyen,
incluso si sólo apuntan al responsable individual, al desarrollo de una
atmósfera de ‘¡La resistencia es posible!’ (31).
30 Entendiendo “de manera autónoma”
como un activismo que no trata con las instituciones. [N. de Trad]. 31 Ibid.,
105.
(31) Ibid.
_________________________
Hay, sin embargo, mucha literatura
feminista que niega los efectos empoderadores (e históricamente importantes) de
la lucha militante en el movimiento de mujeres y en otros movimientos,
ofreciendo en su lugar un feminismo pacifista. Las feministas pacifistas
apuntan al sexismo y al machismo de ciertas organizaciones militantes de
liberación, a las cuales deberíamos dirigirnos para que lo reconozcan. El
argumentar en contra de la no violencia y en favor de una diversidad de
tácticas no debería implicar en absoluto un acuerdo con las estrategias o
culturas de grupos militantes del pasado (por ejemplo, la postura machista del
Weather Underground o el anti-feminismo de las Brigatte Rosse) (32).
Pero el hecho de tomarnos seriamente estas
críticas no impide que señalemos la hipocresía de las feministas que censuran
encantadas el comportamiento sexista de lxs militantes y a la vez lo cubren
cuando son pacifistas lxs que lo cometen -por ejemplo, deleitándose con el
cuento de que Gandhi aprendió de su mujer la no violencia, obviando los
inquietantes aspectos patriarcales de su relación-(33). Algunas feministas van
más allá de las críticas específicas y tratan de forjar un enlace metafísico
entre el feminismo y la no violencia: esta es “la feminización de la pasividad”
antes mencionada. En un artículo publicado en el periódico de Berkeley Peace
Power Carol Flinders cita un estudio de los científicos de la Universidad de
California (UCLA) afirmando que las mujeres están programadas hormonalmente
para responder al peligro no con el mecanismo del “ataca o corre”, el cual se atribuye a los hombres, sino con el
mecanismo de “cuida o entabla amistad”.
De acuerdo con estos científicos, las mujeres, en un estado de amenaza, “calman a lxs niñxs, alimentan a todo el
mundo, difuminan la tensión y conectan con otras mujeres” (34).
32 Para el sexismo del Weather
Underground, ver Tani y Sera, False Nationalism; y Dan Berger, Outlaws Of
America: The Weather Underground and the Politics of Solidarity (Oakland, CA:
AK Press, 2005). Para la oposición al feminismo de las Brigatte Rosse, al que
denunciaron indiscriminadamente por ser burgués en vez de abrazar su
radicalidad, ver Chris Aronson Beck et. al., “Strike One To Educate One
Hundred”:The Raise Of The Red Brigades In Italy In The 1960’s1970’s (Chicago:
Seeds BeneathThe Snow, 1986). 33 Carol Flinders, “Nonviolence: Does Gender
Matter?” Peace Power: Journal Of Nonviolence and Conflict Transformation, vol.
2, no 2 (Verano 2006); http://www.calpeacepower. org/0202/gender.htm. Flinders
utiliza este mismo ejemplo de Gandhi, incluso alabando el innato pacifismo de
“la devota esposa hindú”. 34 Ibid.
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Este tipo de ciencia sensacionalista
ha sido una herramienta favorable para reconstituir el patriarcado mediante la
supuesta prueba de la existencia de diferencias naturales entre hombres y
mujeres; la gente está demasiado predispuesta a olvidar principios matemáticos
básicos con tal de poder entregarse a un mundo tan bien ordenado. A saber,
dividiendo arbitrariamente a la humanidad en dos partes (hombre y mujer)
basadas en un número muy limitado de características invariablemente producirán
diferentes resultados que funcionan como cánones para cada parte. La gente que
no sabe que un resultado extraído a través de tal operación aritmética no
expresa, sino que oscurece la diversidad de las partes, declara felizmente que
dichas partes son categorías naturales y continúan haciendo sentir a la gente
como antinatural y anormal si no encajan con el cánon de la parte que les
corresponde (No quiera Dios que encajen con el resultado de la parte opuesta.
¡Hagamos una pausa para brindar por la imparcialidad de la Ciencia!).
Pero Flinders no se contenta con
detenerse aquí, con el estudio implícitamente transfóbico y esencializador del
género (35) de la Universidad de California. Prosigue hurgando en “nuestro
remoto pasado pre-humano. Entre lxs chimpancés, nuestras más cercanas
relaciones, los machos patrullan el territorio en el que las hembras alimentan
a las crías... Las hembras raramente están en estos frentes; ellas se dedican
más al típico cuidado directo de su descendencia”. Flinders afirma que esto
muestra que “dedicarse al combate directo nunca ha constituido un rasgo
especialmente adaptativo para las mujeres” y “las mujeres tienden a acercarse a
la no violencia desde frentes distintos e incluso a vivir la no violencia de
forma bastante diferente” (36).
35 Para aquellas no familiarizadxs con
el término, algo que sea “esencializador del género” implica la idea de que el
género no es una construcción social -aunque sirva como una división
imperfecta- sino que es una serie de categorías inherentes formadas por
esencias inalterables e incluso determinantes.
36 Flinders, “Nonviolence: Does Gender
Matter?”
Flinders está cometiendo otro disparate
en nombre de la ciencia, aparte de estar asumiendo un tono destacablemente
sexista. Primeramente, el determinismo evolutivo que usa ni es escrupuloso ni
se puede probar; su popularidad proviene de la utilidad de crear una coartada
para las estructuras sociales históricamente opresivas. Incluso en este marco
dudoso, Flinders es inexacta en sus asunciones.
Lxs humanxs no se desarrollaron a
partir de lxs chimpancés; más bien ambas especies se desarrollaron a partir de
una misma predecesora. Lxs chimpancés son tan modernxs como lxs humanxs y ambas
especies han tenido la oportunidad de desarrollar adaptaciones en el
comportamiento que divergen del ancestro común. No estamos más atadas a las
divisiones de género de lxs chimpancés de lo que ellxs lo están a nuestra
propensión a desarrollar listas de palabras inmensas para oscurecer la verdad
del mundo que nos rodea. En segundo lugar, a través del mismo camino que la
llevó a afirmar la tendencia femenina a la no violencia, Flinders se ha
encontrado con la afirmación de que el rol natural de las mujeres es confortar
a lxs niñxs y alimentar a todo el mundo lejos de las lineas del frente.
Flinders ha demostrado marcada aunque accidentalmente, que el mismo sistema de
creencias que dice que las mujeres son pacíficas, también dice que el rol de
las mujeres es el de cocinar y criar niñxs. El nombre para este sistema de
creencias es el de patriarcado.
Otro artículo de una feminista académica se
pone esencialista en menos que canta un gallo. En el segundo párrafo de
“Feminismo y No Violencia: Un Modelo Relacional” (Feminism and Nonviolence: A
Relational Model), Patrizia Longo escribe:
Años de investigación... sugieren que a pesar
de los problemas potenciales que supone, las mujeres han participado de forma
consistente en la acción no violenta. Sin embargo, las mujeres eligen la no
violencia no por desear mejorarse a sí mismas a través de un sufrimiento
añadido, sino porque la estrategia encaja con sus valores y recursos.(37)
Constriñendo a las mujeres a la no violencia
parece que las feministas pacifista deban también constreñir nuestra definición
de los “valores y recursos” de las mujeres; definen qué rasgos son
esencialmente femeninos encerrando a las mujeres en un rol falsamente
identificado como natural, y dejan fuera a las que no encajan con ese rol.
Es difícil cuantificar cuantas
feministas aceptan hoy en día las premisas del esencialismo, pero parece que un
amplio número de feministas de base no aceptan la idea de que el feminismo y la
no violencia estén o deban estar inherentemente vinculados. En un foro de
discusión on line, decenas de mujeres que se autodefinen como feministas
respondieron a la cuestión: “¿Existe un
vínculo entre la no violencia y el feminismo?” Una mayoría de las
presentes, algunas pacifistas, otras no, expresaron la creencia de que las
feministas no necesitan apoyar la no violencia. Un mensaje lo resumió de la
siguiente manera: “Todavía existe una
presión sustancial dentro del feminismo que vincula a las mujeres a la no
violencia. Pero existen también un montón de feministas ahí fuera, entre las
que yo misma me incluyo, que no quieren verse a sí mismas automáticamente
incluidas en una postura (esto es, la no violencia) simplemente por nuestros
genitales o por nuestro feminismo” 38.
37 Patrizia Longo, “Feminism and
Nonviolence: A Relational Model”, The Gandhi Institute, http://www.gandhiinstitute.org/NewsAndEvents/upload/nonviolence...
38 “Feminism and Nonviolence
Discussion”, Febrero y Marzo 1998, http://www.h-net.
org/˜women/threads/disc-nonviolence.html (consultado el 18 de Octubre, 2006).
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egon shiele |
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