Somos un territorio nómada en un capitalismo socializado
ungido y erecto por un Moisès que cotiza en bolsa.
Vigila las competencias ejecutivas del mundo, la fuerza
viene de la visión
tablas
lápidas
…
ciegos
la palabra, la piedra, es mordida.
el incisivo se parte al contacto, la garganta percibe el
nido, y más allá de la entraña la esclusa que abre el océano calmo y hostil al
crucero de la crueldad. A veces puede ser paciente. Es casi como una imagen impresa,
impresa en cuanto a textualidad, no códigos claro. Los textos que veis digitalizados los podéis
imprimir en papel y reconciliar con una transfusión, ceremonioso espectáculo girante, espasmo germinador que nada tiene que ver con la ensoñación. Hablo por los textos intertextuados de Mariel claro.
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socialismo
socialismo
I
Hace dos días que Helena
duerme de costado sobre el césped. El sol lacera su cuerpo replegado contra sí
mismo. El cuerpo exhausto de Helena podría confundirse con un resto arrugado de
papel, sucio de barro, o exhibirse como un trofeo para ser arrojado, después, a
un cesto de basura. Helena dormita desnuda en un casco ártico. Gigí ha
escuchado su quejido nocturno desde la copa del árbol elegido por la colonia.
El ritmo cardíaco de Gigí se ha acelerado. Como el del niño insomne que teme lo
que pueda esconderse bajo su cama y cuenta el número de desplazamientos de un
pez fosforescente en la pantalla impotente de una lámpara. La lucha es
desigual. Los fantasmas deberían combatir contra un acuario.
Gigí desciende en espiral
para extender su mano sobre la fiebre de Helena. Se ha arrastrado hasta ella
apoyándose en su dedo pulgar. La colonia duerme. El científico cierra la puerta
del laboratorio. El sociólogo guarda un libro anotado en la biblioteca. El
asesino de niñas afila su navaja. Las naranjas se apilan en el puerto. Gigí
imagina el viaje que detenga la anemia de Helena. Lo ejecuta. Extrema la
destreza de su espuela calcárea para asegurar los virajes del vuelo. La vaca
sueña con agua y bebe el agua del sueño, que se transforma en mar. La cuna del
mar mece a la vaca que sueña mientras Gigí hunde sus diminutos y expertos
incisivos en un triángulo imaginario del cuello seco y suave. La vaca sorbe la
sal y Gigí, la sangre. La herida es la marca de la necesidad. La vaca no la
advertirá nunca.
La saliva de Gigí conjuga la
anestesia y el anticoagulante. Regresa y se acuesta, frente a Helena, sobre el
césped. El jugador de ajedrez mueve sus piezas como un autómata, sobre un
tablero mordisqueado con delectación por quienes no quieren, no saben o no
pueden jugar. Han orinado sobre su tablero, obligándolo a redefinir las
estrategias; han decapitado, propios y extraños, las piezas centrales, con
navajas de asesino de niñas. Esta noche no sabe de líderes. Los líderes giran,
como peces ciegos, en la fosforescencia de una lámpara. El jugador de ajedrez,
desconcertado, ya no ve su rostro en el espejo. La mesa sobre la que se inclina
se mueve imperceptiblemente y ese mínimo movimiento guía su mano. Hay dos
criaturas laboriosas y enanas bajo la mesa, que se buscan la boca. El gran
público las consideraría repugnantes. Las naranjas caen, desordenadas.
Gigí entreabre los labios de
Helena, posicionándose para transmitir. La colonia sueña cabeza abajo. La luna
revela la geometría de los huesos de Gigí, enguantados en las membranas de sus
manos. La lucha se define por la capacidad de oficiar de guante. Guante de
resto de papel, sucio de barro. Gigí presiona y entrega. Al amanecer, la
temperatura corporal de Helena se habrá estabilizado. Lo que observamos como un
sencillo beso ha consistido, en este caso, en una auténtica transfusión
sanguínea. Ella sacude el césped de su cabello y me susurra, como si el niño ya
se hubiera dormido, que bien podría dejar constancia de lo contrario.
Escribo entonces: "Que
ella te bese con el beso de una boca de primeros auxilios, una boca de acuario
... su amor no disculpa, no espera, no soporta verte languidecer así".
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II
El trayecto de José depende
de la brújula de sus pabellones auditivos. Los mapas y las teleologías son
inútiles. José no reserva abono de melómano ni se afana en perfeccionar un
golpe de pelota contra el tenso encordado de una raqueta. No sintoniza
estaciones de radio, no integra patrullas de asalto, no aprende a pronunciar lenguas
extranjeras calzándose auriculares o repitiendo sílabas hasta aproximarlas a un
sonido convencionalmente establecido. No conoce la ópera, el tenis, las
telecomunicaciones, el crimen ni el idioma. Es inmune al juicio de la opinión
pública, ciego a las visiones del mundo que impone el poder, ajeno a la cárcel
de la hegemonía.
La historia se burla de la
fatalidad. El destino de José depende estrictamente de su habilidad para
traducir las señales sonoras que el paisaje devuelve a sus sedosas orejas triangulares.
Para sobrevivir, José pesquisa y decodifica ecos. Emite sonidos de altísima
frecuencia desde los delicados pliegues de su nariz y espera que reboten en los
objetos circundantes. Compara y compone imágenes acústicas.
Los objetos están cargados de
pasado. Son trenes de voces. Superficies que acunan címbalos y campanas,
custodian contraseñas, perpetúan gritos. Los árboles trenzan órdenes y
plegarias. Las paredes asilan el hipo del aterrorizado y los jirones impotentes
del tartamudo. El chasquido del látigo, las risas en los patios escolares, el
disparo certero del suicida, la música breve de los días de fiesta. Del ruido
emerge, como una columna de humo, el ministerio polifónico del desamparo. Si
todas las cosas fueran un único caracol marino, el interior del caracol
transmitiría el estremecedor silencio de los náufragos.
El jugador de ajedrez
debería aguzar su oído, entrenarlo como el sonar de un submarino a
contracorriente. José no escucha señales del futuro porque el futuro no habla.
A José le habla lo que ha sido para que él, que viaja a ojos cerrados, haga de
sus chillidos de pequeña bestia dibujos sonoros y no se desgarre o se estrelle
en la travesía. "Los guardias que rondan la ciudad me han
encontrado", anoto, "y yo les pregunté si han visto al que ama mi
alma". Me tapo los ojos con las manos. "Los guardias no lo han visto
y yo tampoco, aunque lo tuve delante". Me acuesto sobre el césped y
murmuro: "Háblame en esta extensa oscuridad. Háblame para que pueda
verte".
José no hace planes. José planea
en el aire con sus manos, mientras transforma el lienzo negro que rasga en un
bosque iluminado de signos donde no caerá.
"El amor es un paciente
que huye de los hospitales. Escucha tus piedras golpeando su ventana, tus
súplicas, tu bienaventurada mala conducta impenitente. El amor no es paciente.
Ahora, exactamente ahora, nos vemos cara a cara".
Mariel Manrique
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(… de cómo trabar piedra sin metal)(palabras par/a....
SOCIALISMO I & II
Se puede decir que hubo antes. Un morder y cortar la sombra
atrás
desaparecer la
funesta, dientes acerándose hasta sentir
quietud, la funambulista voltea despierta
levita
la sangre-roca hierve.
esta serie de textos que voy ahilar aquí del Derviche Mariel
salen de mi costado, desde que leí aquello/ nunca volví a
pensar igual de lo que amo o considero que amo sobre poesía. Una realidad desde
adentro.
Perder, hasta la sinceridad por delatar -compasión.
Vivir de costado. Perder lo propio. Deletrear la coordenada
hasta borrar
el límite.
Un pueblo se mueve por
sonido, frecuencias, ausencias. Austera fuerza desde lo pequeño y extraño.
Líneas de una máquina compleja. De ojos sumergidos y sombras rezumando desde la punta de la lengua
MIL MESETAS
DELEUZE/GUATARI …..
Mariel Manrique escribe hasta errar en lo exhausto. Malea la
superficie estremeciendo hilo a hilo, friccionando el trance atento. Cuando el miedo es
rodeado por el vacío.
“La colonia duerme” s Alados, subterráneos y subcutáneos. Antes del secreto de decirnos la verdad. El vacío es trabajado como un cuerpo vivo dispuesto a engullir el estático ojo del habitante. Degradarlo.
“La colonia duerme” s Alados, subterráneos y subcutáneos. Antes del secreto de decirnos la verdad. El vacío es trabajado como un cuerpo vivo dispuesto a engullir el estático ojo del habitante. Degradarlo.
El habitante no es una piedra en un muro pues es su propio
muro, no hay simulacro. La sed reproduce Ingesta de silencio. Alguien duerme.
Alberga
un territorio. Un pasaje. Un mensaje que el río bebe.
un territorio. Un pasaje. Un mensaje que el río bebe.
Punzada / no apta para la acumulación / cuanto más para la
simulación
ecuación, revolución
pública, materia
hermana
* Mirada, idea de
conjunto
vaciarla
como
hez.
"Los objetos están cargados de pasado. Son trenes de voces. ..."
*
Loïe Fuller |
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