VIII
Mi oficio ha consistido en
hacerle espacio. He ahuecado vértebras y tendones y volado los puentes que un
día condujeron hacia casas con techo. He retenido mi cabeza y volado su techo y
sus ventanas, para que las imágenes fluyan liberadas de las nomenclaturas, como
un puñado de flores y monedas flotantes. Pero no supe quitar esta maldad en mí.
De esta maldad debo amputarme como labor del día, evaluando la magnitud del
ruido de su fúnebre máquina nocturna.
No hemos venido a completarnos ni a mezclarnos ni a reconocernos. Habíamos elegido ser alegres antes de encontrarnos. Ya teníamos dos modos singulares de llorar. Cuántos podrían quererla mejor que yo. Debo morder y arrancar la zona aterrorizada de esta cabeza que retuve, para vivir con ella, para que ella pueda vivir sin temer mis golpes. Miro cómo la colonia confía, ajena al péndulo inestable de la amenaza.
Hugo lo limpia. Gabriel se deja limpiar. Gabriel ya ha limpiado a Pedro. En esta corte horizontal y espontánea de lavanderos, cualquiera puede estar impregnado de polen y el polen de cualquiera puede estar cargado del veneno prolijamente inoculado por los Consolantes en un nectario fatal. La colonia hace sin adjetivar, se entrega sin pensar a esto que yo llamaría ternura. No ha bautizado las cosas ni los gestos. No ofrece sacrificios ni reclama favores.
En mi carne está escrito: "Nadie estará en la puerta, nadie vendrá jamás. No mantendré con firmeza lo que tengo para preservar una corona. Mi único patrimonio es una constelación de actos. La corona es la peste de mi especie. Mi especie marca con un sello la frente ávida o resignada de sus servidores". De qué sirve apuntar en el cuaderno. Apunto al cuaderno con las lenguas que limpian. En la colonia se vive y se muere por vocación de tacto, innominado. No hay elegidos de la tribu, no despliega su cólera un Cordero, un ángel no atormenta ni extermina paganos, no toma su incensario y arroja brasas del altar sobre la tierra, mutilando la selva, desventrándola, encabritando el mar. "Porque el agua es amarga asisto todavía a la agonía de los peces".
Hugo no mide un templo ni censa a los adoradores. Gabriel gira sobre los perros, los hechiceros, los impuros. Pedro no podría empuñar una llave. Se dormiría entre las piernas de los asesinos, los idólatras y los mentirosos. Que sus lenguas que no escupen mandatos ni murmuran plegarias reescriban una y otra vez mi cuaderno. "Limpien sus páginas con lenguas como grifos, deshagan los renglones, ahoguen las convicciones de mi caligrafía".
Ella asiste, encantada, a esta coreografía de limpieza mutua. Hugo se afana y se concentra. Gabriel relaja su musculatura, cuyo abrazo finísimo espantaría a una princesa. Pedro demora el bienestar de su baño exhaustivo. Entrego esta tradición mínima e ignorada a mi memoria. Ella revisa mis notas y su índice tiembla. "Pedro, eximio agente polinizador". Pedro, con su vestido dorado de polen que Gabriel lavó. Su vestido involuntariamente criminal. Quita a Gabriel de la rama, le ruega que le permita abrir su boca, presiona suavemente la pequeña mandíbula, hunde el índice resuelto hasta el esófago, obliga a Gabriel a regurgitar.
"Es así como temo dañarte. Trasladarte la desdicha esparcida como un polvo maldito en mi corazón, por obra esmerada de mis Consolantes. Esta ansiedad que corroe lo que pueda entregarte, empecinada en protegerlo anticipadamente del impacto. Mi inconsciente maldad, asilada debajo de la cama, donde se esconde el animal golpeado y se refugian las niñas que han sobrevivido la navaja".
Cuántos podrían cuidarte mejor que yo. Sólo mi propia lengua hecha navaja puede purificar este córtex, antes de atreverse a explorar tu boca.
***** Mariel Manrique
… la ruta acuña algo que no puede ser alcanzado. El área
cantada acerca los rostros con el prerrequisito de un cálculo, asumir la
ilusión de poseer habitación. El supuesto de un organismo propio. Es decir; humanidad en busca de cuerpo. Como un
malabarista el espíritu mueve la materia. Los Consolantes se aparejan en las
zonas intermedias, no en las inmediatas. Ahí lo espíritu alma la danzada. A
plena luz los Consolantes arboreízan la zancada de los posibles culpables. "El
cordero ha abierto el quinto sello y escuché la trompeta del séptimo ángel. Se
esparcieron el fuego, el humo y el azufre, como un viento caliente y
trastornado, salido de la boca de caballos con cola iracunda de serpiente. Y
nada sucedió, solo el terror. Y, entre la mayoría de los vivos, la mansa
costumbre de no verte. Mastiqué los libros que narran nuestra historia, tan
dulces como amargos. La palabra no es brizna aunque la nombre. El número se
ejercita sobre el débil. Sigo viendo los árboles-arder" Cuidarlos. Aventarlos.
Excavar su circunvalación en el canto del pájaro, lo hace el pájaro, su pico
es ventricular. Su ojo, arracima la grieta entre los días y las noches. Creímos
ver una forma superior en la cultura, en-la—
boca, caricia semejante a la del párpado que cierra el ojo
y mantiene la visión con el vibrato a la velocidad del encantamiento,
innominado, como el canto del abismo entona dilucidando el surco y se ahoga la
definición que confía en su incompleta geografía, ella danza con el brebaje de
gestos que hacen medrar la inocencia Nuestra inocencia. Los sueños brotan boca
arriba. Ella hace Afluir las cenizas hasta petrificar el reflejo que los
espejos devuelven. Que la memoria ampara y el amor declama inocente. Todos somos una larva o tenemos una larva en la boca, en la vertical de uno mismo. No se puede pensar y vibrar al mismo tiempo."
*****
Ix
Alma no hace nidos. No elige
ni acopia palitos, restos de hojas secas, musgos, plumas, líquenes o fango. No
asigna a lo que no elige una función: estructurar, revestir, aglutinar o
camuflar frente al depredador que acecha en círculos hasta anular el cerco y
estrangular el aire y que el mundo vire, súbitamente, a negro. Alma no anida.
No construye esferas, copas, hamacas, cestos o plataformas flotantes sobre un
río. No introduce novedades en el estado de las cosas. Escucha los sonidos a su
alrededor hasta posarse provisoriamente en un lugar de tránsito. Hace de una
cosa un lugar, que luego será otra vez la misma cosa sin signo de
progreso.
Alma apoya su mano izquierda
sobre mi reloj y abre la noche sobre el cuadrante de vidrio. No veo los números
ni las agujas. El asesino de niñas golpea su cabeza contra una pared,
desesperado. No encuentra agujas para su jeringa cargada de calmante. Busca en
el fondo de la caja oxidada, cierra el puño que eleva la vena, robusta y ávida
del coma de la hibernación. El insomnio martilla su cerebro cargado de peces
ciegos. Alguien les cosió los párpados, alguien les quemó las lámparas. A los
peces que giran en círculo en el estanque mental del asesino de niñas, hasta
pulir insoportablemente el círculo y que el estanque vire, una vez más, a rojo
de venas escolares. "No te alejes de mí, que la angustia está cerca y no
hay nadie que pueda ayudarme, no te alejes del patio de la escuela", solía
implorar, en su edad sin martillos ni peces, el insomne. Salía a gritar al centro
del patio y descosía, al apretar los puños, los bolsillos de su delantal.
"Aléjate de mí porque estoy enfermo, la angustia ha hecho su tarea
subterránea, tengo que ponerte a dormir", dice el insomne que contempla la
nuca sedosa de la niña, inclinada frente a su casa de muñecas, agazapado detrás
de la ventana.
El jugador de ajedrez
escribe en el reverso del tablero los sueños de los martirizados por un número.
Suma los números para constatar qué poco valen los sueños. Cuanto más pequeños,
más alto su costo de realización para quien ha tenido la desdicha de soñarlos.
"Desdichado el que interfiere, con una imagen nueva, en el orden
supuestamente inapelable de las cosas, porque esa imagen lo perseguirá aunque
esté delante de sus ojos. Su visión lo empujará y le hará extender los brazos
para poder tocarla. Quien la soñó estrangulará, entre lágrimas, el aire".
El jugador de ajedrez combina los cálculos y los anuda en un concepto, el
concepto cae como una cortina de baba de su boca, su cuerpo se impregna de baba
que se seca y ya no puede inclinarse ni mirar hacia atrás, donde el concepto
colocó las lágrimas.
Alma no necesita un hogar,
es decir, un refugio. Confía en la termodinámica de su cuerpo. No domina un
material ni hará que otros construyan para ella, tensando la cadena hasta la
edificación de una pirámide. Si una casa está de pie y una tumba, tendida, Alma
está colgada, atribuyendo a esa posición el goce y no la pena de muerte.
"Bienaventurado el que se cuelga hacia abajo, porque debajo de la cama está
la caja oxidada de los sueños".
Sin hogar no hay
acumulación, ni archivo. Alma no tiene pasado porque no tiene recuerdos. No
tiene futuro porque no sueña una imagen postergada. Alma está adentro de una
imagen que no se piensa y vibra. No se puede pensar y vibrar al mismo
tiempo.
Deslizo la curva de un
pulgar sobre la nuca tibia y brevísima de Alma. El cielo está ciego, está
cargado, como las cabezas, de tormenta. Alma se agita y asciende velozmente,
busca la oquedad en un viejo árbol. Entro en la carpa gastada por las
exploraciones, ajusto las correas y los cierres. Si tuviéramos una puerta
anclada a un piso, el viento no nos envolvería los talones. "Se han volado
todas las puertas". Me acuesto a tu lado para darte calor. Para entrar en
calor. Suelto nuestras cinturas. No sé dónde empieza tu necesidad y dónde acaba
la mía. Mi movimiento es espontáneo, no hace imagen. Es un gesto innominado de
auxilio mutuo. Veo disolverse las cortinas de baba, escucho caer las cortinas
de lágrimas, siento el temblor inminente de la lluvia, colgada boca abajo del
cielo.
****** Mariel Manrique
…la Forma desaparece en la nervadura acrecentada-
cataléptica. El suplicio se torna insomne, el dolor sueño. Alma es la
vibración, metal dormido que gira. Poesía que omite la casa al lanzarse al
furor de las alteraciones sensibles. La enferma carcasa conceptual Poesía
excava, drena el absceso verbal. Sin alimentarse de palabras. Sin número. Sin
el orden de lo justo, justicia que cerca o intenta cercar el goce. Suya es la
fractura del suplicio. "Bienaventurado el que se cuelga
hacia abajo, porque debajo de la cama está la caja oxidada de los sueños".
Alma, aprisionándolos
con Ternura Su sentencia deja al descubierto las líneas que atraviesan y drenan
los órganos. Sin recuerdos que la escindan. En 141 países se practica la
tortura policial y el asesino de niñas practica el significado de la vida en
los mismos países. No es tiempo para Poesía. La tentación escénica de la Poesía
desaparece con la Forma. Avecinar el gesto en las palabras. Desahuciar los
logicismos con sabiduría sutil e ingeniosa. La insurrección de las colonias y
la Declaración de Amor de la tierra llevan a cabo la independencia esférica.
Las magnitudes de las ondas crean esferas. Acontecer ahogado al tocar los muros
bostezando. Salir, reconocer que todo depende de uno. Después, humedecer la
mano en el musgo hasta renovar su soledad incluso si se convierte en madriguera
Alma
no hace nidos.” asoma
el vértigo
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