7 de abril de 2017

mi individualismo




LA VISIÓN QUE TIENES DE TI. La lección occidental encaja pero solo parceladamente. Desde las ciencias hasta las artes o desde el mismo humanismo, todo (nos)(se) reduce a la frivolidad de una partición entre lo visto y aquello que es lente.

Natsume, trata temas conocidos defensores de la libertad individual pero en un momento muy determinado pero no por ello fuera de sí. Tal vez su sensibilidad, carácter a veces irritable en una isla que llevaba unas décadas tras el fin Tokugawa, y ya estar en guerra con/en el mundo. La literatura de la isla cambió con el trabajo de Natsume. Cuando el país se “internacionalizó” el describió todas las formas de individuos bien diversos y divertentes. Su tratamiento en las charlas del libro es directo y siempre presentándo-se extensamente ante el aforo.

Su “filosofía de la naturaleza humana” en terminología budista “duda de samãdhi” (recogimiento) es la duda en el campo de la conciencia. Voy a traeros un fragmento de un correo que anoté hace varios años, en uno de mis cuadernos, creo de Laura, a saber. Con permiso de Natsume. “El vértigo que nos rapta a veces desdiciendo la necrosis de la sensibilidad por el habituamiento a los mismos, extrañamiento del que surge toda poesía”.



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 Aquí os dejo un maravilloso libro.








NATSUME SōSEKI
MI INDIVIDUALISMO
(y otros ensayos)
ED. SATōRI




La literatura y la moral
Osaka, agosto de 1911

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De este modo la sociedad pide una moral más humana y cercana a nosotros, que somos animales éticos, y empieza a conformarse con ella deshaciéndose poco a poco de aquellas exigencias del modelo perfecto y superlativo que solo existía en el mundo imaginario. La consecuencia de esto es el inevitable cambio de los criterios por los que se medía el nivel de la moral. A medida que iban derrumbándose las barreras morales, los criterios evaluadores también se fueron alterando. Si bien antaño había veces que un echaba las manos a empuñadura de la espada porque le molestaba el modo de bajar la cabeza del otro, ahora, aunque se trate de amigos cercanos, hemos dejado de saludarnos de manera historiada. Sin embargo, nadie se siente incómodo con este tipo de saludo abreviado, lo cual indica lo que he referido antes, el cambio del nivel de evaluación. El estilo del saludo es un simple ejemplo que demuestra que todas las acciones individuales relacionadas con el sentido ético se han liberado, por lo que uno puede estar mucho más relajado que sus antepasados. Es decir, que tanto el grado de aguante como la presión que obligaban aun a reaccionar a la fuerza se han debilitado.

En una palabra, el criterio sobre las virtudes éticas se ha modificado sin saber desde cuándo. Por todo ello, la gente ha empezado a hablar sin miedo sobre sus propias debilidades y, además, ya no se avergüenza ni se sorprende por haber revelado dichas carencias con sus acciones, y nadie le llama la atención por ello. Soy de los que han nacido justo un año antes de la Restauración Meiji y, a diferencia de los jóvenes como los que veo entre el público, somos como una especie de anfibios que han recibido educación a dos bandas. Me parece que la juventud hoy en día tiene mucha más libertad que nosotros los mayores, y que la sociedad también les permite ser así. Los que hemos ido dos o tres años a la academia de estudios chinos solíamos darnos importancia sin merecerlo o reprimíamos el apetito sexual diciendo falsamente que no nos importaba. Naturalmente, esa tendencia pervive todavía hasta ahora, pero los jóvenes de hoy son francos sin ocultar nada dentro, aunque no sean capaces de mostrar el gusto poético por las emociones como antes. Puede que esto se deba a que poseen un espíritu noble y no quieren falsear su personalidad, o a que nadie vaya a poner mala cara ni manifestar desaprobación en el caso de mostrarse tal y como son a pecho descubierto. A veces, vienen a visitarme a casa algunos jóvenes que, después, me escriben cartas dando cuenta de las impresiones de la ocasión y de cómo se han sentido. En estas narraciones leo unas confesiones inesperadas que me hacen gracia. No es que las hayan escrito con el ánimo de revelar sus defectos intencionadamente pero, como no es algo que yo les haya pedido, sino que ellos mismos han querido enviar sus letras banales de gusto dudoso, es decir, en cierto modo algo que no deja de ser una especie de producto artístico, me parece simpático. Si algo así fuera escrito con el espíritu de mi generación, aunque no fanfarronease tanto como para compararse con un héroe del tiempo, emplearía sin vergüenza alguna los conceptos más elegantes de las convenciones sociales para expresar la poética de las letras, de modo que generasen un estímulo agradable para la ética propia del tiempo. Pero en el ejemplo de la carta que voy a citar no queda rastro de ello. Para empezar, narra: “ …me dio un vuelco el corazón al pasar el portal”, “ …la sorpresa fue mayor cuando sonó el timbre al abrir la puerta”, 
“ …a pesar de haber llamado a la puerta, cuando salió la muchacha de la casa para pedir mi nombre, pensé que hubiera preferido que dijera que no se encontraba el señor antes de descalzarme”, “ …me dijo la chica que el señor se encontraba en casa y me dieron ganas de marcharme de ahí”, “ …en ese momento, al ser invitado a pasar de nuevo, me puse aún más nervioso”. Todo esto no es otra cosa que una sensibilidad demasiado aguda que aparece sin tapujos. Si lo juzgásemos con crítica moral, diríamos que me está confesando como debilidades su falta de decisión o su temor. Pueden pensar ustedes que no haría falta tener tanta aprensión para visitar la casa de un simple escritor como yo, pero les digo la verdad. Sin embargo, atribuyo este fenómeno a la juventud actual. Por mucho que buscásemos entre los escritos literarios de la época feudal, no se podría encontrar una descripción de una visita en este estilo. la pasada primavera hubo un recital de música en cierto lugar. En aquella ocasión, un conocido mío cantó como solista. Fui invitado distinguido, por lo que estuve en el centro de la primea fila. Resultó que el cantante era bastante malo. No tengo un oído desarrollado para la música, pero me pareció que el resultado era muy pobre por lo que, más tarde, le dije lo que me había parecido. Fue una sorpresa que aquel músico me preguntara si me había dado cuenta del fuerte temblor de sus piernas. Yo no me di cuenta pero, de este modo, él mismo confesó su nerviosismo. Si esto hubiera sucedido en el pasado, hubiera ocultado el hecho de que le temblaban las piernas. Sin embargo, ahora la gente, en vez de presentar excusas, hace confidencias sin que nadie se las pida. Pienso que es señal de que nos hemos vuelto más sencillos y que la sociedad nos lo permite con su crítica más complaciente que antes. ¿No será esto el reflejo de una actitud que permite tener defectos y debilidades humanas de entrada? No es mi intención definir cuál es la mejor o la peor entre estas dos posturas, sino que, simplemente, expongo la diferencia que observo entre el pasado y el presente. Espero que se den cuenta de esta realidad que se inclina claramente a esta tendencia a lo largo de los últimos cuarenta años.
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Mi individualismo
Conferencia pronunciada en la Universidad
Gakushūin de Tokio, 25 de noviembre de 1914


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Si se me permite desviarme un poco, Inglaterra, como saben, es un país que da mucha importancia a la libertad. Siendo un país que ama la libertad, no hay por el contrario otro país que esté tan ordenado. A decir verdad, confieso que no me gusta Inglaterra pero, aun así, debo decir que mi opinión, seguramente, no hay una nación tan libre y tan ordenada en el mundo como Inglaterra. Japón no puede compararse con ella. Los ingleses, no obstante, no son simplemente libres. Los educan desde pequeños en una conciencia social para respetar la libertad del prójimo. Siempre por ello en su concepto de libertad está la idea del deber. Las famosas palabras de Nelson : “England expects every man to do his duty  no se aplican solamente a las circunstancias puntuales. Reflejan sin duda una filosofía arraigada profundamente en su base que ha evolucionado al lado de la idea de la libertad.
Los ingleses con frecuencia se manifiestan en la calle cuando tienen de qué quejarse. Sin embargo, el gobierno no interviene para nada. Se calla y les deja hacer. Por su parte, los que participan en la manifestación lo saben bien y no usan la violencia para no provocar al gobierno…
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No es mi intención colocar a Inglaterra como modelo para nosotros pero pienso, en definitiva, que la libertad que no conlleva el sentido de la obligación no es una libertad verdadera. Lo puedo afirmar porque nunca debería existir ese tipo de libertad egoísta en una sociedad. Y si existiese alguna vez, no tardaría en ser criticada y pisoteada por los demás. Deseo fervientemente que ustedes sean libres pero, a la vez, no dejo de pedirles que estén concienciados de su deber. No tengo ningún reparo en afirmar que soy individualista en este sentido.
No me gustaría que este término “individualismo” se interpretase mal. Especialmente, si instruyo a gente joven como ustedes con ideas erróneas, me daría un disgusto a mí mismo, por lo que les pido que presten atención. Ya no disponemos de mucho tiempo, así que voy a explicar lo que siento con claridad y brevedad. La libertad de cada uno es muy importante en el proceso de crecer como persona y, además, ese proceso tiene una gran relación con el sentido de la felicidad personal. De manera que, en tanto no afecte a otras personas, creo que debemos atesorar esa libertad, siempre y cuando dejemos a otros la libertad para mirar a la derecha o a la izquierda. En definitiva, esto es lo que significa el individualismo que predico. En cuanto al poder político o económico, se puede decir lo mismo. ¿Qué pasaría si excluyo a unos porque a mí no me caen bien? o, ¿si machaco a los que me censuran y utilizo mi poder sin ton ni son? La capacidad personal de cada uno puede quedar completamente destrozada y será el comienzo de la desgracia humana. Supongamos que no caigo bien al gobierno y, por ello, el director general de la policía coloca a sus agentes alrededor de mi casa. El director puede que tenga el poder de desplegar a sus agentes contra mí, pero su ética no le permitiría hacer uso de ese poder. O, por ejemplo, si las grandes empresas como Mitsui o Iwasaki, simplemente porque les caigo mal, sobornaran a mis empleados para que desafiasen mi autoridad en casa ¿qué pasaría? Naturalmente, la ética de estas personas detrás de su riqueza les impediría actuar de ese modo irracional.

Todos estos defectos aparecen al no comprender su verdadera dimensión lo que llamo “individualismo ético” y no son otra cosa que frutos del egocentrismo de querer ponerse encima de los demás gracias al uso del poder político o del económico. Por eso mismo, el individualismo de que hablo no es algo que pueda poner en peligro una nación, como algunos sostienen, sino que consiste en respetar la existencia del otro al mismo tiempo que la propia. Y esta me parece una ideología muy respetable.

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Os traigo tres poemas también de Natsume;



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        Mi pensamiento



       sigue solo esa línea:



           la golondrina.


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  Mientras cabalgo,



mi caballo defeca



  sobre flores silvestres.




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Sueño de la libélula:



una vez; y otra; y otra…



la punta de una estaca.










*3
Sôseki es capaz de abstraerse viendo volar a una golondrina, hasta el punto de no prestar atención a nada, salvo a esa singular línea descrita por el ave en vuelo. Seguramente, dicha concentración lo relajaba de otros cuidados.
/
hitosuji: una sola línea, no necesariamente recta.


*9
No se le puede pedir al acaballo mucho miramiento con las flores del entorno, aunque el poeta ha de lamentar su conducta salvaje. La compasión por la naturaleza se muestra aquí contenida, ya que el caballo también es naturaleza, y actúa según sus leyes. No se merece pues una airada censura.
/
nogiku: una especie de crisantemos silvestres. Por otros nombres, camomila o santimonia.
uma no fun suru (2º verso): Se advierte aquí un predominio de vocales velares, pues todas lo son menos la “a”; veamos: u-(a)-o-u-u-u. Es una patente aliteración velar. En resumen: un verso de sones oscuros, para describir una acción nada elegante. ¿Casualidad o arte?


*67
Interpreta el poeta que el sueño de una libélula consiste en evocar su sitio particular de reposo. Tanto si vuela sobre un lago, como si lo hace sobre una ensenada, humedal, o embarcadero, su descanso lo va a encontrar en los palos hincados de señalización o amarre. Un meritorio intento, por parte del Haijin, de “ponerse en el lugar de” la realidad descrita.
/
ikutabi: “cada vez”: cuantas veces se dé la oportunidad.




NATSUME SōSEKI
Sueño de la libélula
ED. SATōRI








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