7 de octubre de 2016

elogio
























-¿Has oído hablar de los países exteriores?.
-No.



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Elogio de H. Potter

Un muchachito de Birmingham, Humphrey Potter, dicen que en cierta ocasión ató, con el cordel de su peonza, la palanca de la máquina de vapor que le tocaba accionar con la mano; así huyendo de un trabajo aburrido para ir a jugar, inventó, suprimiendo su esclavitud, una especie de feed-back. Verdadera o inventada, esta historia alaba la precocidad de un genio; para mí; más bien muestra la competencia, frecuente, fina y adaptada, del obrero, hasta del más humilde, en los lugares mismos en que aquellos que deciden, lejanos, exigen la acción sin preguntar nada a sus actores, prejuzgados incompetentes. H. Potter es uno de los nombres de guerra de Pulgarcita.
La palabra empleado expresa esa presunción de incompetencia: se trata, en efecto, de doblegar a alguien a voluntad con tal de explotarlo; así como el enfermo es reducido a un órgano que es preciso reparar, el estudiante a una oreja que hay que llenar o una boca silenciosa que hay que atiborrar, el obrero es reducido a una máquina que es necesario controlar, un poco más complicada que la otra máquina, en la que él trabaja. Arriba, antes, bocas desorejadas; abajo, orejas mudas.
Elogio del control recíproco. Al restituir rostros completos a ambos niveles, las mejores empresas ponen al obrero en el centro de la precisión práctica. Lejos de organizar, de forma piramidal, la logística en función del flujo y la regulación, dejan que Pulgarcita controle ella sola en tiempo real su propia actividad –averías que se detectan y antes son reparadas, soluciones técnicas encontradas con mayor celeridad, productividad mejorada-, pero puede también examinar a sus mandatarios, en este caso a sus jefes, en otros casos a médicos y políticos.
[Michel Serres, Poulcette]

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A penas me asombro al leer el libro de Serres. Lo encontré deambulando en la “sección” infantil. Por algún motivo ahora es la única sección de la biblioteca que me inspira algo. Este ya anciano autor es miembro de la Ac. francesa, profesor de historia allá en Norteamérica y al parecer profundo defensor del “buenrollismo”.  “Poulcette”(Pulgarcita) es un breve y extraño libro para mí. Habla de un mundo extinguido y otro, que vivimos, que es perfecto en su aparición. Demanda. En cierto modo me gusta cómo está escrito el libro. Pero se huele un entorno teo-legal académico ducho en -posts, leloliberalísmos que pululan alrededor de Serres. Poulcette hace referencia a la actual facilidad con la que el adolescente comulga con las nuevas tecnologías
Si Spinoza de algún modo objetaba a la voluntad poder hacernos libres, “Los hombres creen ser libres sólo porque son conscientes de sus acciones e ignorantes de las causas que determinan” no estaba diciendo que los hombres somos sujetos libres o no. Tal vez sí valiera concordar con Kant, y su “definición” de libertad como deliberado espectro del cerebro.
Para construir un nuevo inconsciente, si de eso se extrae de toda cháchara político-social, es necesario visibilizar los límites. Morar el mundo sensorial externo. Hilo. Pasar el dedo por la fábula de piedra. Tactar la hoja de hierba. Agujerear el virus tan de mano en mano. En resumidas cuentas, a pensar con el corazón. Desneutralizar los sentimientos. ¿Nihilismo? No. El inconsciente, siempre será subjetivo. La libertad se piensa con el corazón.
Aunque las subjetivizaciones no son primeras y si dependen de agenciamientos complejos como advertía Deleuze[M.M.]. 
Control recíproco, examinar al examinador. ¿Seguir ocultándonos de nosotros mismos? Reconozco que a veces me oculto de mí mismo, por comodidad, para evitar el desplazamiento. Para ocultarme de mi mismo podría obstinarme en la dialéctica tecnológica imperante. Bueno, aquí en este blog dejo alguna corteza de mi pensamiento, puede ser también hilo-al-espectro de un anclaje con el pasado. Que se convierte en lastre, ante la imposibilidad de su distancia. Ya que individualmente es imposible atajar. Pues vivimos sobredimensionados en un ente de acontecimientos concatenados en shock perpetum. Igualamos información con saber. 
Mal vamos.

Tras mitificar la imagen (en una civilización tan yang) y dejarnos vaciar el rostro para devenir masa, u organización como destino como ya calculó Kafka, esta concurrencia se diluye y extravía en el complejo entramado del sistema capitalista. Al transcurso del capital y de la información llamamos ética, o, retorno a la ética (dependiendo del debilitamiento de la cohesión social). Distancias hoy la propiedad, rango, posición social dilatan el horizonte haciéndolo menos común pues nos es exigido ponernos, exponernos, a la altura de los tiempos. La revolución virtual, la de las mal llamadas democracias y change.orgs, las fundaciones educativas(etc) que sustentan, corroboran, el privilegio de la autoridad, que a su vez depende del poder de las nuevas tecnologías. Que nos obligan a la repetición, Detenernos constantemente en una huella. La enfermedad psicótica de hoy es una enfermedad de la productividad. El buen caminante jamás deja una/ o se detiene en una huella. Los taoístas veían el mundo como un inmenso desierto devorando pensamientos con calma. Aunque con la deificación de la imagen y el capitalismo lo inestable permanente es el horizonte. 
Elogio del control recíproco, ¿aislable?, sería todo un error creer un sistema inmunológico/membrana o /muro tanto más creer en un centro no externo. ¿Esquizofrenia? y paranoia, e histeria, patológicas pulsiones inestables que tientan a través del pensamiento de masa la manzana del consumo, la excrecencia, el alejamiento creciente, recíproco. Pero inserto en una vasta red de contra-reciprocidades –formas sociales de exclusión/reclusión. La sangre de la revuelta baña los uniformes de los verdugos. No llega el agua del mundo para limpiarlos. Ya acostumbrados, algunos, lo llaman vanidad. Y a la sangre, suplicio.



Pensar que la enfermedad y el mal pesan igual en todas partes se equivoca igual que pensar que quien administra el poder debe tomar decisiones políticas. Las armas y el dinero son el sustento del Estado, el sustrato entre el que nacimos, república burguesa o zanahoria. Puede resultar incómodo, incluso tener como la necesidad de participar en ella cada timba electoral. Salarios miserables a cargo de mantener un aparato opresor.

Falta, reciprocidad. Las tecnologías no son un problema, como tampoco lo es la ciencia, ni las religiones, ni la historia. La discusión de las evidencias es el problema, la persistencia en las diferencias es el problema. Insistir en que hemos de tomar conciencia sin tomar parte, ese es el problema.








3 comentarios:

  1. Quien carente de conciencia captura información, se aleja tanto de sí como del resto. Se cosifica, se aproxima al aparato, a la grabadora. No sabe que no sabe, reproduce.

    Salud!

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    1. auto-genocidio cultural, así es, empecé a leer el texto de rené vega cantor que acabas de publicar y pienso lo mismo. No hierra ni en una coma. Voy a traer una frase…[ Ha habido una retroalimentación "conceptual" entre los investigadores y las instituciones financieras y burocráticas internacionales, por lo cual a veces no es fácil diferenciar quién plagia a quién, es decir, si fueron los investigadores de la "era de la información" los que usaron por primera vez las nociones de sociedad y economía del conocimiento o fueron instituciones como el Banco Mundial las que acuñaron esos términos y luego los investigadores se dieron a la tarea de darles legitimidad y "contenido teórico" a esos supuestos.]… Cabe reflexionar si esos supuestos, son opuestos. Las dictaduras económicas surgen de los Bancos Mundiales y de los Estados trajeados democráticamente por elección popular.¿?.

      tal vez esa ansia a ser estadística provoca el suicidio
      tal vez la idiotez lidere el capitalismo
      tal vez
      abrazos Loam!!

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    2. Me temo, çç, (aunque cuesta admitirlo) que es el capitalismo el que lidera la idiotez. Asumo mi cuota correspondiente de la misma, por aquello de que nunca se hace todo lo que se podría y se debería hacer.
      ___________________________

      Las fotos que has elegido para ilustrar este "elogio" me evocan a Magritte.

      Abrazos, çç!

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