13 de agosto de 2015

larvas




aquí os dejaré un par de textos que debería hacer, dar, a pensar a aquellos muchos que dicen nosotros, pero simplemente para decir yo. El primer texto de M.Batjín es de un libro difícil de conseguir en europa ya que la magnífica editorial siglo ventiuno, sin embargo, no publicó aquí este gran libro. El segundo texto es de un libro que estoy releyendo últimamente, donde J.Rancière elabora, desobra, una revolución-por-venir en la vida del profesor Joseph Jacotot, allá por el 1818 cuando ejercitaba una enseñanza de “emancipación intelectual”. Dos textos larvarios sobre la senda rideriana que espero agraden a los paseantes.

estètica
de la creación
verbal

                                      m. m. batjín


ARTE Y RESPONSABILIDAD

Un todo es mecánico si sus elementos están unidos solamente en el espacio y en el tiempo mediante una relación externa y no están impregnados de la unidad interior del sentido. Las partes de un todo semejante, aunque estén juntas y se toquen, en sí son ajenas la una a la otra.
Tres áreas de la cultura humana –la ciencia, el arte, la vida– cobran unidad sólo en una personalidad que las hace participar en su unidad. Pero su vínculo puede llegar a ser mecánico y externo. Es más, casi siempre sucede así. El artista y el hombre se unen de una manera ingenua, con frecuencia mecánica, en una sola personalidad; el hombre provisionalmente se retira de la “turbación de la vida” hacia la creación, al mundo de la inspiración, dulces sonidos y oraciones”(Pushkin.) ¿Qué es lo que resulta? el arte es demasiado atrevido y autosuficiente, demasiado patético, porque no tiene que responsabilizarse por la vida, la cual, por supuesto, no puede seguir a un arte semejante. “Y cómo podríamos seguirlo –dice la vida–; para eso ya existe el arte, y nosotros nos atenemos a la prosa de la existencia.”
Cuando un hombre se encuentra en el arte, no está en la vida, y al revés. Entre ambos no hay unidad y penetración mutua de lo interior en la unidad de la personalidad.
¿Qué es lo que garantiza un nexo interno entre los elementos de una personalidad? Solamente la unidad responsable. Yo debo responder con mi vida por aquello que he vivido y comprendido en el arte, para que todo lo vivido y comprendido no permanezca sin acción en la vida. Pero con la responsabilidad se relaciona la culpa. La vida y el arte no sólo deben cargar  con una responsabilidad recíproca, sino también con la culpa. Un poeta debe recordar que su poesía es la culpable de la trivialidad de la vida, y el hombre en la vida ha de saber que su falta de exigencia y de seriedad en sus problemas existenciales son culpables de la esterilidad del arte. La personalidad debe ser plenamente responsable: todos sus momentos no sólo tienen que acomodarse juntos en la serie temporal de su vida, sino que también deben compenetrarse mutuamente en la unidad de culpa y responsabilidad.
Y es inútil justificar la irresponsabilidad por la “inspiración”. La inspiración que menosprecia la vida y es igualmente subestimada por la vida, no es inspiración sino obsesión. Un sentido correcto y no usurpador de todas las cuestiones viejas acerca de la correlación entre el arte y la vida, acerca del arte puro, etc., su pathos verdadero, consiste solamente en el hecho de que tanto el arte como la vida quieren facilitar su tarea, deshacerse de la responsabilidad, porque es más fácil crear sin responsabilizarse por la vida y porque es más fácil vivir sin tomar en cuenta el arte.
El arte y la vida no son lo mismo, pero deben convertirse en mí en algo unitario, dentro de la unidad de mi responsabilidad.

Nota aclaratoria: Es la primera aparición conocida de m. batjín en la prensa. Después de graduarse en San Petersburgo y publicar su primera antología “Día del arte”. 1919


Jacques Rancière
EL MAESTRO IGNORANTE
                                               ED. LAERTES



La pasión de la desigualdad


Entonces, a la distracción por la cual la inteligencia consiente al destino de la materia podemos asignarle...


¿Qué puede hacer mejor la sociedad sino encadenarnos al estado infeliz en el que nos arrojamos nosotros mismos!”.
De este modo, el mundo social no es simplemente el mundo de la no–razón, es el de la sinrazón, es decir, el de una actividad de la voluntad pervertida, poseída por la pasión de la desigualdad. Los individuos, al conectarse los unos a los otros en la comparación, reproducen continuamente esta sinrazón, este atontamiento que las instituciones codifican y que los explicadores solidifican en los cerebros. Esta producción de la sinrazón es un trabajo en el que los individuos emplean tanto arte y tanta inteligencia como utilizarían para la comunicación razonable de las obras de su espíritu. Simplemente este trabajo es un trabajo de duelo. La guerra es la ley del orden social. Pero bajo ese nombre de guerra, no imaginamos ninguna fatalidad de las fuerzas materiales, ningún desencadenamiento de las hordas dominadas por instintos bestiales. La guerra, como toda obra humana, es en primer lugar acto de palabra. Pero esta palabra rechaza ese halo de ideas radiantes del contratraductor que suscita otra inteligencia y otro discurso. La voluntad no se dedica ya a adivinar o hacerse adivinar. Ella se da como fin el silencio del otro, la ausencia de réplica, la caída de los espíritus en la agregación material del consentimiento.
La voluntad pervertida no deja de emplear la inteligencia, pero sobre la base de una distracción fundamental. Acostumbra a la inteligencia a ver sólo lo que contribuye a la preponderancia, lo que sirve para anular a las otras inteligencias. Pero cada una de estas voluntades se da como trabajo destruir otra voluntad impidiendo a otra inteligencia ver. Y sabemos que este resultado no es difícil de conseguir. Basta con dejar actuar la radical exterioridad del orden del lenguaje con el de la razón. La voluntad razonable, guiada por su vínculo distante con la verdad y por su voluntad de hablar a su semejante, controlaba dicha exterioridad y la recobraba por la fuerza de la atención. La voluntad distraída, salida de la vía de la igualdad, la utilizará en sentido contrario, de un modo retórico, para precipitar la agregación de los espíritus, su caída en el universo de la atracción material.

2 comentarios:

  1. ¡Muy bueno! Leído, pero voy a releerlo. " ...el hombre en la vida ha de saber que su falta de exigencia y de seriedad en sus problemas existenciales son culpables de la esterilidad del arte." ¡Zás! ¡diana!

    Gracias por compartir.

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    1. gracias por pasarte Loam, del arte sigue diseccionando Batjín de “las categorías estructurales de un objeto estético –la belleza, lo sublime, lo trágico- se convierten en las formas posibles de una vivencia propia.” Esos grados, solo viven en reciprocidad. Es un libro emocionante, a pesar de su técnica densidad, tal vez sea esa brillante técnica la que me tiene subyugado para contrarestar la espectral “tecnocracia” que al final, se les queda en juego en el momento que somos víctimas.

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