-Diario
de-
Ahora
sí puedo escribir que llevo tanto tiempo sin la escritura que ya no recuerdo el
método. (Transcribo del manuscrito pero me engaño por no usar mi lengua
maternal, el gallego. Soy víctima de mi momento.) Claro que el tiempo es
relativo. No así el espacio. Escribo esto mientras deambulo en una nueva morada
y llevo el cuaderno de una estancia a otra. Dudo si escribir sobre lo visible o
lo invisible, vamos, visibilizar lo invisible, trazando un camino con los
espíritus que inhalan la brisa, o borrar; invisibilizar lo visible con una …
cualquier dialéctica.
La palabra es lo más relativo que
jamás se haya inventado, al menos en manos de Occidente. Paradoja
antropocéntrica.
El
hombre las asemeja, las palabras, a hormigas, abejas, arañas o acantilados
donde danzan las flores salvajes y el aire se afina en brazos del mar.
En
el caso de querer hacer inventario de los ciclos diurnos y nocturnos sucede que
cada palabra es una huella. Dar presencia a aquello que no tiene. Es probable
que el avance o retroceso de toda cultura nazca de la presencia y precisión a
la hora de “gramaticalizar”* la realidad. Esa vaga idea de
reconocimiento que cada ser humano labra en colectividad. Sin embargo mi
inventario nada tiene que ver con una acción ni afectación, ni entablar
reconocimiento. Imponer un orden de identidad, discriminar el entorno, el sesgo
que designa la supuesta eterna infancia de las últimas décadas. Nada nuevo.
Toda cultura sublimada a la imagen (adherida) entrega su piel* y lo llama deshumanización y sigue,
sigue, sigue transeúnte ocioso. Estos seres se evitan, carecen de puntos de
referencia y su sustancia . . .
* entrega
su cabeza a una representación. Hoy día la cabeza y la imagen comparten escena
*
El
arte rupestre es una ficción en cuanto si yo describiera los actos, sucesos,
sociedad, sucedáneo.
La
tragedia, tomar la representación por (lo) real; la obediencia civil, la
superficialidad, ubicarse voluntariamente en el limbo. La verdad, esas suma de
relaciones naturales que se dan cuando existe un espacio común sobre el que
transitar, deja de existir. Ajetreados como átomos sí, pero inexistentes,
adorando su propia servidumbre. La comunicación extraviada en esas relaciones de
opresión se hace control rutinario.
La
incertidumbre del entorno desenfoca la identidad, una identidad hace mucho
muerta pero activa gracias al gotero de la tecnología y el culto ciborg. (Goteo..
esto me recuerda que debo leer al tal Bauman). La identidad cuando tenía menos ajetreo se dedicaba a
enunciar los logros de la humanidad. Pero ahora ¿qué son esos logros sino
engaños? Invenciones para el ideario del Capital. Una cobaya no nace para ser
encerrada en una jaula, para su alivio, se le introduce una rueda. El cuerpo
deja de existir y la mirada pierde ese punto de apoyo, la cabeza se entrega al
rodamiento.
¡Demasiada información! -dice el pollo
corriendo recién descabezado.
(Basado
en una experiencia vivida, dentro de mi casa.)
Por
esta razón siento que mi inventario es pura contemplación, decido no dejar nada
fuera. Excepto las opiniones. Una opinión es lo más semejante a un círculo. El
marco casi ovalado de un retrato. Una regla práctica nace de los mecanismos de
las opiniones, sumergir la mirada en la decadencia y alimentar el espíritu de
la venganza y la voluntad de poder, declarar pasado de moda cualquier
sentimiento trascendente. Resentimiento, mala conciencia, dos estigmas que el
ser humano inocula en todo cuanto le rodéa. Para dormir necesita contar ovejas
como quien se apropia de una libertad ajena. por la cuestión que séa en mis
últimos años convivo con seres que anhelan imponer su punto de vista sin trazar
los dos, al menos, puntos de apoyo para sostener el trazo. El tramo. El retrato
cae y rueda. La suma de pasado y el futuro no crea el presente. Lo destruye, lo
convierte en un artilugio apocalíptico que enmarca su periferia y reconcilia
con su mediocre mortalidad. Sucede un poco como con el paranoico acusado de
serlo que así justifica su ser y su impresión de ser perseguido. No sabe, que
es él quien persigue a su propia cabeza.
14 – Diciembre - 2018